Desgarrador: estaba jugando en la guardería del Pentágono cuando el atentado del 11 de Septiembre destruyó a su familia
Drake Marshall tenía 3 años cuando perdió a su madre en el ataque a la sede del Departamento de Defensa; su padre, su hermana y él sobrevivieron al impacto del avión
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“Permíteme comenzar mi recuerdo de los eventos del 11 de septiembre de 2001 diciendo esto: perdí a mi madre cuando tenía tres años”.
Pasaron 20 años desde el día en que la vida de los Marshall cambió para siempre. Drake Marshall, el hijo mayor de la familia, aún no logra identificar qué parte de lo que recuerda de ese momento es cierto, y qué tanto es una invención de una mente de tres años que intentó llenar fragmentos de una historia en donde sabía que faltaba algo.
Lo que sí es real es ese vacío irremplazable que lleva el nombre de Shelley Marshall, su madre, quien murió aquella mañana junto a otras 124 personas tras el impacto del vuelo 77 de American Airlines en el edificio del Pentágono.
La mañana en la que el mundo se detuvo, el pequeño Drake, por casualidad o por milagro, no estaba en su salón de clases habitual en la guardería de la sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Con la intención de que socializaran con otros niños, sus maestros habían decidido llevarlo a él y a sus compañeros a una sala distinta, justo en el lado opuesto al edificio en donde impactó el avión secuestrado por jihadistas.
“Me acuerdo que estaba jugando con bloques de colores, construyendo un castillo con otro niño”, dijo Marshall, ahora de 23 años, en conversación con LA NACION. “Cuando el castillo estaba a punto de llegar a la altura de mi cabeza, una de las maestras tomó un banco, lo puso contra una ventana en lo alto de la pared y subida a él miró hacia el Pentágono. Y dijo: ¨Hay humo, está en el aire¨”.
A partir de ese momento la película en su mente se vuelve confusa, tanto como la realidad que tuvo que vivir, que le sigue pareciendo un sueño. O una pesadilla. Entre el caos y el pánico, una maestra tomó en brazos a Drake, quien rompió en un llanto desgarrador, y huyó con él hacia el estacionamiento del lugar.
“Mirando por encima de su hombro, recuerdo haber llorado y pedido ‘papi, papi’ una y otra vez”, relató. “Y entonces, de repente, ahí estaba él, corriendo por el estacionamiento con su traje verde”.
Este pudo haber sido uno de los primeros recuerdos en la mente de Drake. En la de Donn Marshall, según cuenta su hijo, el abrazo que siguió al encuentro con el pequeño y también con su hija Chandler –la hermana menor de Drake, que estaba junto a él en la guardería– quedó grabado como el mejor y el peor momento de su vida: sintió la felicidad inexplicable de ver a sus hijos sanos y salvos, pero también el dolor de darse cuenta de que, si Shelley estuviese viva, estaría allí, con ellos.
“Más tarde, recuerdo la vigilia a la luz de las velas que tuvo lugar en todo el país, de pie en la oscuridad en la entrada de la casa de mis abuelos en Vienna, Virgina. Unos días después, recuerdo cuando mi papá me dijo que mi mamá no volvería”, rememoró el hijo mayor de los Marshall.
Cada 11 de septiembre desde entonces, Donn Marshall, quien al igual que su esposa trabajaba en el emblemático edificio de cinco esquinas ubicado en Virginia, muy cerca de Washington, utiliza ese saco verde con el que murió y renació en un mismo día.
“Siempre íbamos al Pentágono. Caminábamos alrededor del monumento [en homenaje a las víctimas] y mi padre nos contaba qué recordaba de ese día: cómo se ofreció de voluntario, pero había tanto humo en el interior que era demasiado denso para respirar, por lo que los bomberos no lo dejaron entrar; o cuando vio a un bombero solitario salir de la ventana de la planta baja con una bandera estadounidense. Siempre nos decía que le gustaba creer que la bandera todavía estaba en pie dentro de la oficina antes de que la sacaran”, recordó Drake.
Del Pentágono al té en la playa
Hace años que el aniversario de la muerte de su madre se volvió un día solitario. Al terminar la escuela, Drake se mudó a Boston para estudiar en la Universidad de Harvard, y hace apenas unos meses llegó a Escocia para comenzar su posgrado en Estudios Estratégicos en la Universidad de St. Andrews.
“Cuando era niño, ese día se trataba de apoyar a mi padre y ahora lo hago lo mejor que puedo por teléfono. Sin mi familia, el 11 de septiembre es un día muy largo y contemplativo”, admitió.
Drake asegura que en estos veinte años entendió de a poco la magnitud de lo que vivió. Al principio, todo le parecía confuso y absoluto: un día su madre estaba allí y al otro ya no volvería jamás. Ahora, al adoptar la geopolítica global como su vocación, logra comprender lo que implicó el mayor atentado terrorista en Estados Unidos para el resto del mundo.
“Mis clases de posgrado todavía no empezaron de forma oficial y el 11 de septiembre y su efecto en el mundo moderno ya se ha discutido en nuestras lecturas previas al curso”, dijo a LA NACION, al tiempo que reflexionó: “No es algo de lo que pueda escapar nunca, pero cuanto más aprendo sobre el panorama general, más puedo ver el potencial que ese momento pudo tener para definir una era”.
Comprar unas rosas y ponerlas sobre la arena; preparar el té favorito de Shelley; caminar por las costas del Mar del Norte. Así es como planea Drake conmemorar a su madre en el vigésimo aniversario de su fallecimiento. “Me sentaré a tomar el té con ella”, dijo.
Y agregó: “Me gusta pensar que mi mamá todavía puede verme de alguna manera. Me pregunto si la he hecho sentir orgullosa”.
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