Desencanto: Colombia elige presidente y se encamina a seguir la tendencia regional de castigo al oficialismo
El izquierdista Gustavo Petro encabeza las encuestas, aunque no conseguiría evitar el ballottage ante el oficialista “Fico” Gutiérrez o el outsider Rodolfo Hernández; los cambios en América Latina desde las protestas de 2019
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BOGOTÁ.- Después de la ola, llega la resaca. Las protestas sociales de 2019 precedieron a un incontenible proceso de cambio, donde en América Latina se impuso por unanimidad el voto castigo contra los gobernantes. El primer país en vivirlo a finales de 2019 fue Uruguay, donde Luis Lacalle Pou arrebató el poder al Frente Amplio tras 15 años de hegemonía de la izquierda.
Y el penúltimo, según todas las encuestas, será Colombia, que este domingo abre sus urnas con el izquierdista Gustavo Petro como principal favorito en las encuestas (cerca del 41% de intención de voto) para ser el sucesor de Iván Duque. El candidato del Pacto Histórico apretó el paso en el sprint final de su campaña, empañada por el escándalo de su senadora electa Piedad Córdoba en Honduras, aunque los sondeos anticipan una segunda vuelta enfrentado al oficialista “Fico” Gutiérrez (25%) o al outsider Rodolfo Hernández (17,9%).
“Tenemos dos opciones, o seguir como estamos o hacer parte de la historia y llevar a Colombia hacia el camino de la paz, la justicia social y el progreso”, insistió Petro este sábado, sabedor de que el cambio es la clave en estas elecciones. El exguerrillero también intentó en los últimos días robustecer su perfil como hombre de Estado, tras haber azuzado durante meses la polarización nacional.
El gran lastre de Gutiérrez, apoyado por el uribismo, por el gobierno y por los partidos tradicionales, es precisamente ese, ser parte del oficialismo. “Desde hace tres años vemos el rechazo general contra la clase política, la gente siente que no hay respuestas, algo que ha sabido aprovechar la campaña de Hernández. Está en juego la democracia del país y las actuales no son las mejores opciones. Si Gutiérrez ganara, podríamos esperar cuatro años de lo mismo, y el palo no da para cucharas. La gente ya no aguanta, por exclusión, por la violencia, en Colombia estamos en ese límite. Siento que esto es como un volcán que puede estallar. Si ganara Petro, que es parte de la esperanza del cambio, él ha tenido un discurso supremamente populista y polarizante y su estilo en la alcaldía de Bogotá fue autoritario. Creo que su programa lee de forma cabal lo que está pasando en Colombia, pero es un candidato muy volátil. Existe temor con fundamento a que su estilo sea más autoritario”, describe para LA NACIÓN Laura Gamboa, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Utah.
Si ninguno de los candidatos logra la mitad más uno de los votos, el 19 de junio se realizará una segunda vuelta entre los dos primeros.
Voto castigo en la región
La realidad es que el viento de cambio que recorre América Latina no tiene color político. En Uruguay la centroderecha reemplazó a la izquierda y en República Dominicana, Luis Abinader encabezó un grupo disidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), para desde el centro denunciar los abusos de poder del oficialismo.
Más compleja para el análisis es la victoria de Luis Arce en Bolivia, sucesor en el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales. El triunfo electoral llegó tras un año de gobierno de la derechista Jeanine Áñez, criticado por la sociedad y marcado por los ánimos de revancha, la corrupción y la respuesta errática contra el Covid-19. Los bolivianos decidieron castigar así a la antigua oposición, que una vez más apareció dividida en las urnas.
Otro cambio trascendental se produjo en Ecuador en 2021, con la llegada del conservador Guillermo Lasso al Palacio de Carondelet. El exbanquero cumple un año al frente del país y ya sabe que encabezar el cambio no garantiza, ni mucho menos, un mandato triunfal.
“Lasso heredó una estructura en el sector público con serios problemas de corrupción y de infiltración por parte del crimen organizado, resultado de una administración que en 14 años, primero se apoderó del Estado y luego se aprovechó del Estado. Desafortunadamente el Ejecutivo, lejos de plantear soluciones de fondo ha tomado medidas políticas superficiales que le pueden pasar una factura muy alta en el corto plazo”, dijo a LA NACION el politólogo Michel Leví, coordinador del Centro Andino de Estudios Internacionales de la Universidad Andina.
Un diagnóstico que en Perú es aún más negativo. Pedro Castillo, el maestro al frente de un partido marxista, conquistó la Casa de Pizarro en dura pugna con Keiko Fujimori, la hija del dictador, tras acaparar el enorme voto de castigo contra la clase política. Durante diez meses de gestión, no hay semana en la que el país andino no sufra un terremoto político o un escándalo gubernamental.
Más recientes son los triunfos de la izquierda en Chile y Honduras, rompiendo tradiciones electorales en los dos países. En Costa Rica, la última elección, el candidato oficialista acabó con el 1% de los apoyos.
Al igual que en Colombia, los pronósticos para Brasil, la última presidencial del año, en octubre próximo, arrojan una clara ventaja para el opositor Luiz Inacio Lula da Silva frente al presidente Jair Bolsonaro.
La búsqueda de cambio
Más allá del color político, “el ciudadano busca cambio; al fin y al cabo, el latinoamericano no es tan ideológico como se supone”, sostiene el politólogo John Polga-Hecimovich.
“Además están cansados de la política de siempre. Eso explica porque el centro no avanza ni en Colombia ni en Brasil ni en Perú. Y por eso los populistas y outsiders tiene tanta atracción, léase [Donald] Trump, Bolsonaro, Castillo… ¿La tendrá también Hernández?”, se interroga Polga-Hecimovich horas antes de que abran las urnas en Colombia.
Este politólogo estudió profundamente qué esconde la avalancha del cambio. Y no tiene dudas: “Desde siempre, la continuidad y el cambio político en América Latina se deben mucho a las circunstancias económicas y por la composición de las economías latinoamericanas, eso significa que a menudo las tendencias electorales dependen del precio de las materias primas. El voto de castigo en los últimos años es un reflejo del final del auge de las materias primas, los escándalos de corrupción y el desencanto con el statu quo”.
Los efectos de dos años de pandemia han agudizado estas quejas y demandas. “Y ahora que nuevamente hay una subida en el precio del petróleo y otras materias primas, los gobiernos están enfrentando una crisis inflacionaria que se manifiesta en los dos productos más visibles para el ciudadano común: alimentos y combustible”, sentencia.
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