Desde la cárcel, un Alexei Navalny optimista habla de la vida en prisión: “El control es absoluto y el buchoneo es constante”
Según el líder opositor ruso, los presos políticos son sujetos a presiones “psicológicas”, como la obligación de ver televisión estatal durante más de ocho horas por día: críticas a EE.UU. y Europa por las sanciones
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MOSCÚ.- El preso más famoso de Rusia, el líder opositor Alexei Navalny, pasa su tiempo barriendo el patio de la cárcel, leyendo cartas en su celda, o en el comedor, donde el menú suele ser avena cocida.
Pero lo más enloquecedor de todo, según deja entender Navalny, es que lo obligan a mirar la televisión estatal rusa y una cuidada antología de películas de propaganda durante más de ocho horas al día, como parte de un programa de las autoridades para “generar conciencia”, que ha venido a reemplazar los trabajos forzados para los presos políticos.
Durante las horas de proyección forzada “leer, escribir y todo lo demás”, está prohibido, dice Navalny. “Te quedás sentado en la silla mirando televisión”. Y si alguno cabecea, el guardia grita “¡Atención! ¡A no dormir!”
En una entrevista con The New York Times, la primera desde su arresto en enero, Navalny habla de su vida en la cárcel, de las razones de la persecución contra opositores y disidentes en Rusia, y de su convicción sobre el colapso del “régimen Putin”, según sus palabras.
Navalny fue el iniciador de un gran movimiento opositor para exponer la corrupción de los máximos niveles del gobierno y desafiar al presidente Vladimir Putin en las encuestas. En marzo volvió a Rusia desde Alemania, sabiendo que sería detenido por haber violado su libertad bajo palabra, una condena que tendría motivaciones políticas. Tal como se informó entonces, Navalny había tenido que salir de Rusia para buscar tratamiento médico en Alemania, tras ser envenenado con un arma química llamada Novichok, según los gobiernos occidentales.
Desde que está detenido en la Colonia Penal N° 2, pocos kilómetros al este de Moscú, Navalny no ha permanecido totalmente en silencio. A través de sus abogados, que lo visitan regularmente, cada tanto envía un posteo para las redes sociales.
Y el Kremlin tampoco parece estar silenciándolo, al menos activamente. Cuando le preguntaron la opinión del Kremlin sobre la presencia de Navalny en las redes, el vocero de Putin, Dimitri Peskov, dijo: “Si decide hablar, no es asunto nuestro”.
En la extensa entrevista, Navalny deja en claro que en la Rusia de hoy, la vida de un preso político —el estatus que Amnistía Internacional le asigna a Navalny—, es pasarse horas mirando televisión estatal y películas elegidas por los guardias. Atrás quedaron los trabajos forzados de minería o talado de árboles y el hostigamiento de delincuentes y guardiacárceles por igual, rasgo distintivo del gulag soviético para los presos políticos.
“Tal vez la gente imagina hombres de músculos tatuados que van con el cuchillo entre los dientes a matarse por la litera al lado de la ventana”, dice Navalny. “Pero hay que imaginar algo más parecido a un campo de trabajos de China, donde todos marchan en fila y hay cámaras de seguridad apuntando para todas partes. El control es absoluto y el buchoneo es constante”.
Optimismo
A pesar de sus actuales circunstancias, Navalny es optimista sobre el futuro de Rusia y tiene un plan para lograr el cambio político a través del sistema electoral vigente, incluso dentro de un Estado autoritario.
“El régimen de Putin es un accidente histórico, no algo inevitable”, dice Navalny. “Fue la decisión que tomó la corrupta familia Yeltsin”, en referencia a la elección de Putin como presidente interino en diciembre de 1999 de parte del expresidente Boris Yeltsin. “Y tarde o temprano ese error será corregido, y Rusia avanzará hacia un camino de desarrollo democrático y europeo. Simplemente porque es lo que la gente quiere”.
Como en ocasiones anteriores, Navalny critica a Europa y Estados Unidos por las sanciones económicas que ha impuesto a Rusia por sus intromisiones en el extranjero y la represión de los disidentes, incluido Navalny. Señala que esas sanciones perjudican a los rusos comunes y pueden alejar a un amplio electorado natural dentro de Rusia.
Navalny cree que las sanciones solo deberían apuntar a los grandes oligarcas que sostienen al gobierno de Putin, y no a las docenas de funcionarios, en gran parte desconocidos, que han sido tocados hasta ahora. Los verdaderamente poderosos, dice Navalny, han evitado mayormente las sanciones “gracias a un ejército de abogados, lobistas y banqueros, que defienden la impunidad de gente con dinero manchado con sangre”.
A lo largo del siglo XX e incluso antes, la cárcel en Rusia fue un crisol donde se forjaron y quebraron disidentes y escritores, donde se moldearon líderes y se aplastó el pluralismo político. La experiencia moderna de un prisionero político ruso, dice Navalny, es principalmente de “violencia psicológica”, y el tiempo adormecedor frente a la pantalla juega un papel importante.
Navalny habla de cinco sesiones diarias de televisión para los presos. La primera arranca inmediatamente después de la calistenia matutina, el desayuno y el barrido del patio. Después hay un poco de tiempo libre y a continuación una larga sesión de dos horas, almuerzo, y más televisor hasta la cena, y después de la comida televisor hasta que pagan las luces. Durante una de las sesiones de la tarde, está permitido jugar al ajedrez o el backgammon.
“Nos pasan películas de la Gran Guerra Patriótica”, dice Navalny, usando el modo de referirse que tienen los rusos para la Segunda Guerra Mundial. “O películas de cómo un día de hace 40 años nuestros atletas les ganaron a los norteamericanos o los canadienses”.
Visibilidad
Navalny tiene 45 años y admite que le ha costado no perder visibilidad en la política rusa en una época tumultuosa, durante la cual el gobierno ha reprimido a la oposición y los medios de comunicación.
El líder opositor cree que el Kremlin se asustó y tomó nota de las protestas que estallaron tras las disputadas elecciones bielorrusas del año pasado. La otra preocupación del gobierno ruso, dice Navalny, es la estrategia electoral que él diseñó y que llama “votación inteligente”.
Según la estrategia, la agrupación de Navalny respaldaría a los candidatos con más posibilidades de ganar en las elecciones regionales y parlamentarias que se celebrarán el mes próximo. Estos no siempre son sus propios candidatos, sino a menudo figuras más moderadas de la oposición.
Según Navalny, el Kremlin está tan preocupado por las elecciones de este año que diseñó una ofensiva, no solo contra su grupo y otros activistas, sino también contra los políticos de oposición moderada, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación independientes como Meduza, Proekt y Dozhd Television.
Aunque la represión puede ser un éxito táctico para Putin, dice Navalny, a largo plazo puede ser una derrota.
“Putin resolvió su cuestión táctica: nos bloqueó el acceso a la mayoría en la Duma”, dice Navalny, en referencia a la Cámara baja del Parlamento ruso. “Se dio cuenta del peligro que representaba la ‘votación inteligente’, porque para lograrlo tuvo que trastocar por completo el sistema político, para pasar a un nivel aún mayor y más severo de autoritarismo”.
La represión conlleva riesgos a largo plazo, dice el opositor, ya que Putin se gana enemigos entre los líderes locales y regionales “que fueron expulsados del sistema político junto con nosotros”.
Navalny sugiere que la represión expone una de las principales debilidades del sistema político de Putin. Si bien la izquierda y los nacionalistas están representados por partidos leales a Putin, no existe un partido de centro derecha estable, pro Kremlin, que represente a la clase media emergente, de rusos urbanos y relativamente prósperos.
“La oposición existe en Rusia, no porque Alexei Navalny o cualquier otro la dirija desde un cuartel general, sino porque alrededor del 30% del país, en especial la población urbana más formada, no tiene representación política”.
Cuando desaparezca esa “anomalía reaccionaria” que es el gobierno de Putin, Rusia volverá a la gobernabilidad democrática, dice Navalny. “Tenemos especificidades, como cualquier país, pero somos Europa. Somos Occidente”.
Traducción de Jaime Arrambide
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