Desde adentro: la guerra oculta entre Estado Islámico de Afganistán y el movimiento talibán
Los talibanes le apuntan a la filial afgana del grupo terrorista y están consiguiendo apoyo de algunas capitales del mundo, mientras asoma un conflicto largo y sangriento
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NUEVA YORK.- Dos días antes de morir fusilado por los talibanes, Abu Omar Khorasani, exlíder de la agrupación Estado Islámico en Afganistán, estaba sentado en la sórdida sala de interrogatorios de una cárcel afgana, esperando a sus futuros verdugos.
Para Khorasani, el avance de los talibanes sobre Kabul preanunciaba grandes cambios. Ambas organizaciones armadas habían jurado durante años limpiar a Afganistán de los infieles. “Si son buenos musulmanes, me dejarán en libertad”, le dijo Khorasani a The Wall Street Journal.
La semana pasada, cuando ocuparon Kabul, los talibanes tomaron el control de la cárcel, liberaron a cientos de presos, y mataron a Khorasani y a otros ocho miembros de su agrupación terrorista. Mientras los talibanes combatían contra las fuerzas de la coalición norteamericana en Afganistán, libraban una guerra en paralelo con su grupo islamista rival.
De un lado, los talibanes, que cooptaron a las fuerzas residuales de Al-Qaeda. En el bando de enfrente, el brazo afgano de Estado Islámico —también conocido como EI-K o como Gran Khorasan— que viene intentando anexar parte de Afganistán a un califato más extenso surgido de Medio Oriente.
Los talibanes, a veces con ayuda de otros países o incluso de las fuerzas de la coalición de Estados Unidos, resultaron ganadores de ese enfrentamiento, dicen los funcionarios militares norteamericanos. El EI-K había sido desplazado de sus enclaves en territorio afgano y sus combatientes se ocultaron y dispersaron. A principios de este mes, los talibanes encontraron poca resistencia en su avance por el país, antes de la retirada de las fuerzas norteamericanas.
El jueves, como un recordatorio de que esa guerra sigue siendo a muerte, dos explosivos estallaron en medio de la multitud agolpada frente al aeropuerto de Kabul, donde los talibanes y las fuerzas de Estados Unidos venían protegiendo a los extranjeros y afganos que buscan escapar del país.
En los atentados perdieron la vida al menos 90 afganos y 13 efectivos norteamericanos, informó el Pentágono. Los militares de Estados Unidos atribuyeron los ataques a EI-K, y luego el propio Estado Islámico se atribuyó el atentado a través de un comunicado de su agencia de noticias.
Debido a la persistencia de Estado Islámico en Afganistán, los talibanes podrían terminar recibiendo ayuda internacional de otros países, incluido Estados Unidos, para quienes Estado Islámico es una amenaza aún seria que el movimiento talibán. Para Rusia, Irán y China, por ejemplo, los talibanes son un pilar de estabilidad para Afganistán, y por esa razón piensan mantener abiertos sus embajadas en Kabul tras el retiro de las tropas norteamericanas.
Rusia, que por el momento sigue clasificando oficialmente a los talibanes como organización terrorista, inició negociaciones con el grupo hace más de cinco años, según Ivan Safranchuk, experto en Asia Central y docente de la Universidad Estatal de Moscú. De hecho, dice Safranchuk, “el auge del Estado Islámico en Afganistán fue uno de los principales motivos que tuvo Rusia para redoblar ese acercamiento”.
Estados Unidos ha acusado a Rusia de suministrar armas a los talibanes, algo que Rusia niega. Según la inteligencia de Estados Unidos, también Irán les ha dado armas. Y este mismo año, China, por su parte, recibió a una delegación talibana de alto nivel.
Cuando fue entrevistado, Khorasani dijo haberse unido a Estado Islámico cuando el grupo abrió su filial en Afganistán. Ascendió hasta gobernador regional, el cargo de mayor rango en ese momento, y tenía a su cargo la supervisión de Asia Meridional y el Lejano Oriente.
Celebridad
Al igual que Estado Islámico en Irak y Siria, la filial en Afganistán se hizo tristemente célebre por los horripilantes videos de sus ejecuciones, los ataques a objetivos civiles y el uso de extrema violencia contra los lugareños recién conquistados que se oponían a su gobierno.
En Nangarhar, donde Khorasani se desempeñó como gobernador, a los ancianos de la aldea los ejecutaron sentándolos con los ojos vendados sobre una pila de explosivos, que luego detonaron. Posteriormente, el grupo se ocupó de hacer circular el video de la ejecución. En la entrevista, Khorasani dijo que los ejecutados en el video eran delincuentes.
También aseguró que a pesar de la enemistad entre ambas agrupaciones, los talibanes solían beneficiarse de los ataques perpetrados por Estado Islámico. Como ejemplo, recordó la fuga de una prisión de Jalalabad organizada por el Estado Islámico el año pasado, de la que participaron cuatro terroristas suicidas y 11 hombres armados, y donde fueron liberados cientos de prisioneros, tanto del movimiento talibán como de Estado Islámico.
Khorasani contó que en 2017 se produjo un enfrentamiento entre los talibanes y Estado Islámico en la provincia de Jowzjan, después de que un comandante talibán y sus combatientes juraran lealtad al fundador del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi. A ellos se unió un grupo de milicias uzbekas llamado Movimiento Islámico de Uzbekistán. Juntos tomaron dos valles de la provincia e izaron la bandera de Estado Islámico sobre su territorio conquistado, contó Khorasani.
Los combates descritos por Khorasani se corresponden con los relatos estadounidenses de la batalla de varios meses que libraron las fuerzas conjuntas de Estados Unidos, el gobierno afgano y los talibanes contra los militantes del Estado Islámico. Al año siguiente, cientos de militantes del EI se rindieron a las fuerzas del gobierno afgano.
En Nangarhar, Estado Islámico fue derrotado de manera similar por los ataques coordinados de Estados Unidos, el gobierno afgano y los talibanes, reveló Khorasani. Estados Unidos lanzó entonces la que se conoce como la “Madre de Todas las Bombas” -MOAB por sus siglas en ingkés-, el explosivo no-nuclear más poderoso del arsenal militar estadounidense, para acabar con un complejo de cuevas y túneles de la era soviética controlado por las milicias de EI.
“De una forma u otra, todos apoyaron a los talibanes en contra nuestra”, dijo Khorasani. “No es ningún secreto por qué empezaron a ganar los talibanes.” En ese momento, Estados Unidos informó que en el bombardeo de las cuevas habían muerto más de 90 combatientes, incluidos varios comandantes de EI. Khorasani lo negó, y dijo que en el momento del ataque el complejo ya había sido evacuado.
El ascenso de Estado Islámico como nuevo enemigo internacional dio impulso a los esfuerzos diplomáticos de los talibanes, dando visibilidad a un grupo que desde hace años intentaba librarse de su estigma de grupo terrorista, según señala un exfuncionario del gobierno afgano respaldado por Estados Unidos.
El año pasado, como un eslabón más de ese proceso, Estados Unidos les termino dando a los talibanes un reconocimiento internacional, al abrir las negociaciones en Doha que llevaron a la liberación de 5000 presos de las cárceles afganas. Muchos de esos antiguos detenidos corrieron en masa al campo de batalla a sumarse a las fuerzas talibanas, dice los exfuncionarios del difunto gobierno afgano.
Como parte del acuerdo alcanzado en Doha, los talibanes prometieron evitar que otros grupos de milicias extremistas ataquen Occidente. Khorasani dijo que salió de Nangarhar el año pasado, cuando el remanente de las fuerzas de Estado Islámico se dispersó por el interior de Afganistán.
Finalmente, en mayo de 2020, fue arrestado por las fuerzas estadounidenses y afganas en una casa de las afueras de Kabul. Un juez lo sentenció a muerte y 800 años de prisión. Los talibanes no dieron tiempo: lo liquidaron primero.
Traducción de Jaime Arrambide
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