Katrice Lee acompañó a su madre al supermercado, se perdió y nunca más la volvieron a ver; la investigación del hecho estuvo llena de irregularidades
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Katrice Lee estaba con su madre y su tía en un supermercado poco antes de que empezara la fiesta para celebrar su segundo cumpleaños. La niña desapareció y nunca más se la volvió a ver. 40 años después, su familia todavía busca respuestas.
El 28 de noviembre de 1981 en el departamento de la familia Lee reinaba el cariño y la risa mientras se preparaban para celebrar el cumpleaños de la hija menor. Situado cerca de una base militar británica en Paderborn, en lo que entonces era Alemania Occidental, había sido el hogar familiar desde que el padre, Richard, asumió un puesto como sargento del ejército dos años antes.
Pero la felicidad de la hora del desayuno, cuando le cantaron feliz cumpleaños a Katrice entre abrazos, pronto sería reemplazada por el terror y el horror: en unas horas la niña desaparecería sin dejar rastro.
Al darse cuenta de que se había olvidado de comprar papas fritas para la fiesta, la mamá, Sharon, dejó a Katrice con su tía Wendy en las cajas del supermercado de los Institutos de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea británicos (Naafi, por sus siglas en inglés).
En apenas un instante la niña desapareció, cuando la perdieron de vista al parecer mientras trataba de seguir a su madre.
A medida que pasaban los minutos, Richard Lee, que estaba esperando junto a su coche mientras la llovizna caía ese sábado frío y nublado, se sentía cada vez más intranquilo.
“Estuve de pie durante lo que me pareció toda una vida. Probablemente fueron unos 30 minutos. A pesar de que el supermercado estaba lleno de gente, sabía que Sharon no tardaría tanto porque tenía una lista que seguía con diligencia para comprar todo lo que necesitaba”, dice Richard.
“Tuve el presentimiento de que algo no estaba bien. Entonces pensé que sería mejor comprobar si necesitaban ayuda para llevar las cosas o si había sucedido algo extraño”, cuenta.
Sin rastro del trío en el área de comida y bebidas de la tienda, se preguntó si habrían ido a comprar un regalo extra a otra sección del complejo.
Luego, a través de la puerta abierta de la oficina del gerente, vio a su angustiada esposa y a su hermana.
“Le pregunté qué estaba pasando. Wendy dijo inmediatamente: ‘Katrice desapareció’”.
“Mi entrenamiento como militar se activó de inmediato. Llamé a todos los soldados de mi unidad que pude ver en el supermercado. Eran al menos media docena, si no más”.
“Hicimos una búsqueda en tierra alrededor del área, pero fue en vano”.
“Si perdés de vista a tu hijo, se te detiene el corazón. Nunca sentí nada parecido. Ese fue el comienzo de nuestra pesadilla”.
“Ese día nuestro mundo cambió. Y que sucediera el día de su cumpleaños y no cualquier otro no hace más que echar sal a la herida”.
“Katrice era la típica niña de dos años, tan cascarrabias como cualquier niño pequeño, y éramos una familia tan normal como era posible al pertenecer a las fuerzas armadas y vivir en el extranjero”, afirma Lee.
El área alrededor del complejo Naafi en Schloss Neuhaus era aquel día un “pandemonio” en el que se juntaron los soldados, sus familias y los civiles que asistían a una jornada de puertas abiertas en la universidad, explica Lee.
La hermana de Katrice, Natasha, que entonces tenía siete años, recuerda que luchó por comprender lo que estaba pasando cuando su padre llegó repentinamente a la casa con la esperanza de que la niña hubiera logrado regresar de alguna manera.
Horas más tarde, cuando vio a su madre angustiada, se dio cuenta de la magnitud de la tragedia.
“Podía escucharla gritar, era espeluznante. Aún puedo escuchar aquellos gritos. Es algo que nunca olvidaré”, recuerda Natasha.
Investigación fallida
En las horas y días críticos que siguieron a la desaparición de Katrice, los investigadores de la Real Policía Militar (RMP) británica llevaron a cabo una investigación que resultó fallida.
Como se asumió que la niña se había ahogado en un río cercano, los guardias fronterizos no fueron alertados de su desaparición.
A los trabajadores del comercio no se les tomó declaración hasta varias semanas después y no se informó a los hospitales sobre una afección ocular que tenía Katrice y que podría haber permitido a los trabajadores de salud identificarla.
Convencido de que la teoría del ahogamiento era inverosímil dada la distancia a la que se encontraba el río, que él describe como su “poco profundo”, y por el hecho de que no había señales de un cuerpo en el camino que llevaba hasta este, Lee sigue creyendo firmemente en lo siguiente: “Alguien recogió a Katrice [en el supermercado ] y salió con ella”.
“Está viviendo una mentira con una familia que le ocultó su verdadera identidad”.
La investigación de las autoridades, dice con clara frustración, “quedó silenciada en 18 meses”. Los Lee se separaron en 1989 y dejaron Paderborn. Al año siguiente se divorciaron. Lee, que ahora es un sargento mayor, fue dado de baja del ejército en 1999 tras 34 años de servicio.
Sin embargo, la lucha desesperada de la familia continuó.
Revisión del caso
En 2012, la RMP se disculpó por las fallas en la investigación inicial.
El gobierno acordó revisar el caso en 2017, ese mismo año apareció una foto de un hombre al que se ve metiendo a un niño en un automóvil, y que emergió poco después de la desaparición de Katrice.
Al año siguiente, la atención se centró en la orilla del río Alme, cerca de donde desapareció Katrice, donde más de 100 soldados llevaron a cabo una excavación de cinco semanas.
Al observar cómo los excavadores removían la tierra, Lee, conmocionado, se enfrentó a la posibilidad de que ella estuviera muerta.
Para su hija mayor, ese período trajo una mezcla “devastadora” de emociones que ella encontró difícil de procesar. “Se suponía que iba a ser el mejor año de mi vida porque me iba a casar”, cuenta.
“Quería disfrutar de los preparativos, pero a veces me sentía avergonzada porque me molestaba el hecho de que Katrice no estuviera; se suponía que 2018 era mi año, pero en cambio estaban buscando un cuerpo”.
“Tengo que vivir con el momento en que pensé eso. Si mis padres hubieran obtenido respuestas, independientemente de que fueran terribles, habría estado mejor”.
La operación de US$130.000 no descubrió pistas sobre el paradero de Katrice y se descartó seguir investigando el sitio.
Seis meses después, Natasha se casó con Mike Walker, y como conmovedor homenaje, lució un preciado recuerdo en su vestido: un botón del cárdigan rojo de su hermana perdida.
“Eso es todo lo que tenía [de Katrice]. Debería haber estado caminando detrás de mí como dama de honor, pero no estaba. Era un botón en mi vestido de novia”, cuenta.
Un avance potencial en septiembre de 2019 resultó en nada cuando un exmilitar fue arrestado y liberado sin cargos tras el registro de una casa y un jardín en Swindon, Inglaterra.
La familia sufrió otra decepción en diciembre del año pasado, cuando la RMP anunció que iban a limitar la investigación al no haber podido identificar nuevas líneas.
Su agonía se vio agravada por lo que Natasha describe como un acoso “implacable” por parte de bromistas que dicen ser su hermana perdida hace mucho tiempo.
En un esfuerzo por mantener el caso a la vista del público, la diputada de Hartlepool, Jill Mortimer, planteó el asunto en el Parlamento a principios de este mes y obtuvo un acuerdo del primer ministro Boris Johnson para reunirse con Lee “de padre a padre”.
El Ministerio de Defensa, mientras tanto, dijo que sus “pensamientos y condolencias” permanecen con la familia de Katrice Lee y que “si se reporta alguna nueva información” será investigada.
Sin perder la esperanza
Sin embargo, en el aniversario de la desaparición de Katrice, el dolor de la familia es tan profundo como siempre. “Cuarenta años después, todavía estoy tratando de superar lo sucedido”, admite Natasha. “No creo que lo logre hasta que sepamos lo que pasó”.
“Me dejó cicatrices emocionales. Estoy tratando de lidiar con eso lentamente y enfrentar cada día paso a paso. Solo puedo imaginar cómo se sienten mis padres”.
“Mi mamá la llevó dentro durante meses y la dio a luz. Para mi papá, debe ser devastador”.
“Puedo recordar estar acostada en la cama poco después de que sucedió y mi papá sentado a mi lado. Estaba llorando y acariciaba mi cabeza, diciéndome que todo iba a estar bien”.
“No me di cuenta hasta años después que él se encerraba en el baño y lloraba. No lo hubiera hecho frente a mí o mi mamá. Estaba destrozado”.
A pesar del paso de los años, Natasha se aferra a la esperanza de que en algún momento haya buenas noticias. “Todos los días nos despertamos pensando que este podría ser el día en que tengamos respuestas. Solo me queda esperar que esté viva y bien y que haya vivido la mejor vida posible”.
“No quiero que mi hermana esté en un bosque de algún lugar, enterrada, y nadie pueda despedirse de ella ni tener una tumba a la que acudir”.
Hace 10 días, Richard Lee, que ahora tiene 72 años, regresó a Alemania una vez más, donde “revivió la pesadilla” en un esfuerzo por mantener el tema de actualidad en Reino Unido y en el extranjero.
Aunque el supermercado de la Naafi hace tiempo que desapareció, gran parte del área circundante le sigue resultando inquietantemente familiar. Su batalla, dice con determinación, continuará.
“A menudo me preguntan: ‘¿Se vuelve más fácil [con el paso del tiempo]?’ No. La gente también me dice: ‘Rendite, se fue, acéptalo’. No deben ser padres o no harían esos comentarios”.
“Me resulta frustrante que otros casos de alto perfil hayan tenido tanta publicidad y financiación. Ningún niño es más importante que otro”.
“No quisiera alejarla de su vida, pero quizás soy abuelo y no lo sé”. “Si no hablo, ¿cómo sabrá la gente que Katrice sigue desaparecida? ¿Cómo encontrará a sus verdaderos padres?”, se pregunta Lee.
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