Desafío para el nuevo gobierno británico: las reivindicaciones salariales se multiplican y las huelgas paralizan el país
Las protestas ganan terreno en un marco de serias dificultades para las clases medias y bajas debido a la caída del salario y el aumento de los servicios
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PARÍS.– Ferroviarios, empleados de correo, de subtes, basureros, enfermeros, maestros, abogados… en Inglaterra y en Escocia, las reivindicaciones salariales se multiplican y las huelgas paralizan el país, amenazando transformarse en caos después que asuma, el lunes, el nuevo jefe o jefa de gobierno. Impopulares durante “el invierno del descontento” de 1979, facilitando la política de Margaret Thatcher, los paros son hoy mucho mejor aceptados por los británicos, solidarios ante el estallido del costo de la vida.
El viernes 26 de agosto, ante la mirada indiferente de dos policías, seis dockers se turnaban para mantener el piquete de huelga a la entrada del puerto de Felixstowe, en el Suffolk, 150 kilómetros al noreste de Londres. Seis es el máximo autorizado por la ley. Pero enfrente, en una gran rotonda, unos 40 sindicalistas con chalecos marcados Unite cocinaban hamburguesas y bebían cerveza. Sillones de camping, música, niños, perros… un ambiente festivo que no excluía la determinación: “Si Hutchinson no accede a nuestras exigencias, endureceremos la acción”, afirmó a la televisión Miles Hubbard, el responsable regional de Unite the Union, el principal sindicato del país, que reivindica 1,4 millones de adherentes.
Desde el 21 de agosto, 1900 empleados del sector en Felixstowe están en huelga, paralizando el puerto por el cual transita cerca de la mitad de la carga marítima del Reino Unido. Y, por falta de mano de obra calificada para largar las amarras, los barcos están bloqueados en el muelle.
Con un salario horario promedio de 9,50 libras (11,17 euros) para el trabajo no calificado, jamás la expresión working poor (trabajador pobre) tuvo tanto significado en el Reino Unido. Incluso en Felixstowe, pequeña ciudad balnearia e industrial relativamente próspera, cada vez más gente cae en la indigencia.
“Solo compro lo mínimo para sobrevivir”, es la frase más repetida ante los micrófonos. “Y esto seguramente va a empeorar. ¡Este invierno habrá muertos!”, advierte un jubilado del sector de la salud, que “nunca vio algo así”.
Ecuación infernal
La ecuación infernal “Brexit + Covid + Ucrania” no solo amenaza a los más vulnerables. También pone en dificultad a toda la clase media británica. Nunca visto desde hace 40 años, la inflación ya superó el 10% anualizada. Y es solo el comienzo: las previsiones para fin de año varían entre +13% anual (según el Banco de Inglaterra) y +18% (según el Citibank). ¿La razón? Al aumento del precio del gas y la electricidad se agregan las rupturas de aprovisionamiento debidas al Brexit y al Covid, sumados a la ausencia —en numerosos trabajos no calificados— de los trabajadores de los países del Este europeo y los que renunciaron durante la pandemia.
Esa carencia provoca el aumento de ciertos salarios, mientras que, por su parte, el Banco de Inglaterra aumenta sus tasas de interés con prudencia, esperando poder frenar la inflación, y ante el temor de precipitar la recesión que la institución prevé desde fines de 2022 a fines de 2023.
El mismo día que los dockers preparaban sus hamburguesas en Felixstowe, el regulador británico de la energía echó aceite al fuego, anunciando un aumento de 80% para el techo de las facturas energéticas, a partir del 1° de octubre. El Ofgem (Office of Gas and Electricity Markets) fija cada tres meses el monto máximo teórico de ese consumo para un hogar promedio. Esto quiere decir que pasará de 1971 libras esterlinas (2317 euros) por año —que ya es casi el doble de hace 18 meses— a 3549 libras (4173 euros). Los grandes consumidores podrán, sin embargo, pagar mucho más. Peor aun: el estudio especializado Cornwall pronostica 5300 libras (6232 euros) a fin de año y 6600 libras (7761 euros) en la próxima primavera boreal. Un tsunami energético que afectará al 85% de la población.
Sin embargo, gracias a los recursos del Mar del Norte, el Reino Unido casi no depende de Rusia para sus necesidades en gas. Pero el país paga el precio del mercado mundial que, debido a la guerra en Ucrania, marca récord tras récord.
Deudas impagables
El ministro de Finanzas, Nadhim Zahawi, reconoció en una entrevista con el diario Daily Telegraph que el alza podría “ser muy difícil”, incluso para “una enfermera o un maestro confirmado, que gana 45.000 libras anuales (53.000 euros)”. Según numerosos economistas británicos, miles de hogares verán cortado su acceso a la energía, y otros millones acumularán deudas impagables.
¿Exagerado? No. Los mismos proveedores de energía suenan la alarma. El Reino Unido corre el riesgo de pasar “un invierno catastrófico”, advierte Philippe Commaret, director de relaciones con la clientela de EDF Energy. Según la filial británica de la empresa francesa, “sin ayuda suplementaria del gobierno, cerca de la mitad de los hogares del país podría caer en la pobreza energética en enero próximo”. Un ciudadano es considerado en fuel poverty si, una vez pagadas las facturas de energía, cae bajo el umbral de pobreza (141 libras de ingreso neto por semana después de descontar el precio del alojamiento). Ya ya era el caso el año pasado de 4,5 millones de hogares británicos sobre un total de 28 millones. Una cifra que podría ser multiplicada por tres, según los especialistas.
En esas circunstancias, un viento de rebelión se ha apoderado de los británicos. Mientras distintos sectores de la sociedad se han puesto en huelga: los correos, los abogados, los maestros, los servicios municipales y sectores de la salud —algo nunca visto en 40 años—, pequeños panfletos color amarillo y negro comenzaron a circular por todo el país. En grandes letras blancas, el texto es simple y directo: Don’t pay energy bills (No paguen sus facturas de energía).
Don’t Pay UK es un movimiento ciudadanos, no organizado por ningún partido ni sindicato. En junio, un grupo de amigos imprimió 20.000 panfletos y los distribuyó durante una manifestación. La idea: si reúnen un millón de personas antes de octubre, prometen suspender el débito automático de sus facturas de energía. Más de 150.000 personas ya firmaron la petición.
Con el país casi paralizado por las huelgas masivas del ferrocarriles y los subtes, el ministro del área, Grant Shapps —acusado por los sindicatos de bloquear la situación—, reprocha a las organizaciones sindicales rechazar las reformas para modernizar el sector. Por su parte, Liz Truss, favorita en la carrera a suceder al primer ministro Boris Johnson en Downing Street, sigue mostrándose muy crítica con los sindicatos. “Como primera ministra, no dejaré que nuestro país sea rehén de sindicalistas militantes”, afirma.
Gran admiradora de Margaret Thatcher, a quien copia hasta la forma de vestir, Truss está decidida a aplicar las mismas pócimas ultraconservadoras al Reino Unido. Pero la tarea que la espera será inmensa. Con elecciones generales en menos de dos años, Truss tendrá poco tiempo para convencer a los británicos de que el Partido Conservador, que los llevó a esta dramática situación, sigue siendo capaz de proponerles un mundo mejor.
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