Del presidente soñado a uno posible
CHICAGO.- En su inspirado discurso de victoria, Barack Obama no dio todas, pero sí algunas pistas sobre el perfil de presidente que, con sus debilidades y fortalezas, emerge ahora para la segunda oportunidad. Es un hombre distinto al que existía antes de la experiencia de cuatro años en la Casa Blanca.
Habló de la esperanza, pero ya ni en eso es el mismo. "No quiero hablarles de un optimismo ciego, ni de una esperanza que ignore la enormidad de las tareas que nos aguardan".
El Obama reelecto sabe de la contracara que implica la ilusión. Un hombre que se presentó con debilidades y fortalezas. Entre las primeras, mostró ser un líder capaz de conservar a la masa de votantes que confiaron en él y a la coalición de minorías en la que apoyó su triunfo.
Entre sus debilidades figura el 48% del electorado que no respaldó su gestión y que le reclama que gobierne en un país polarizado en el que casi la mitad de la ciudadanía puso en duda sus condiciones de líder.
Lo que le espera es el trabajo concreto de poner en marcha una maquinaria política atascada por la fractura. No fue buen negociador durante sus primeros cuatro años. Se encerró muchas veces en Washington y, paradójicamente, no pudo ir más allá del confort de su propio territorio para encontrar una vía de compromiso con el adversario.
No es que los republicanos se lo hayan puesto fácil. En las primeras horas no perdió el tiempo: llamó a líderes del Congreso, el republicano John Boehner en la Cámara baja y el demócrata Harry Reid en el Senado, para salir de la parálisis que obstaculizó su gestión en la primera etapa.
¿De quién se rodeará Obama ahora? Es muy pronto para hablar de ello, pero se prevén cambios en su gabinete, donde dos figuras están listas para salir de escena: la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.
Clinton dijo que posiblemente "se quede unos días" en el cargo. Esa mención generó rumores, pero ella aclaró que no hay doble mensaje: se irá el día en que Obama tenga a su sustituto. Se menciona al senador y ex candidato presidencial John Kerry y a la actual embajadora en las Naciones Unidas, Susan Rice.
Las apuestas no se terminan allí: hay quienes hablan de un eventual retorno a escena del ex presidente Bill Clinton. Fogonero invalorable de la segunda presidencia de Obama, se admite que podría tener lo que quisiera. No está claro si desea algo.
Una cercanía del ex líder podría aportarle la experiencia de quien ya enfrentó la encerrona de la obstrucción parlamentaria durante sus años en la Casa Blanca y encontró el curso para salir de ella.
Ésa será la paleta con la que trabajará un Obama que llega al segundo capítulo más escaldado y, también, más fogueado. El que ayer daba las primeras señales de corrección hacia un rumbo más integrador.
En los Estados Unidos, la segunda presidencia es poco menos que una norma política de la que se priva a quienes caen castigados por el voto popular. En los últimos años, sólo dos líderes cayeron en eso: el republicano George Bush padre y el demócrata James Carter.
"La reelección no es un progreso por sí misma, sino la condición para que el progreso ocurra", dijo un estratego demócrata a LA NACION.
Obama acaba de romper el mal destino de los no reelegidos al que se lo quiso asociar. Los norteamericanos le dieron más tiempo para que culmine la recuperación económica y las reformas en curso.
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