Del general semidiós a un Ícaro que perdió sus alas por sexo
NUEVA YORK.- Como dijo Lyndon Johnson, las dos cosas que idiotizan a los líderes son la envidia y el sexo. Macbeth mata a un rey por envidia. Espoleado por el envidioso Yago, Otelo acogota a su esposa, loco de miedo de que ella tuviese un romance con su lugarteniente.
Ahora otro carismático general acaba de destruir su vida y su carrera por el sexo. Cuando uno lleva un nombre que parece de un héroe griego y el sobrenombre de una exquisita fruta, ¿no está listo para un brote de hibris?
"Peaches" [durazno] Petraeus se vino a pique. Justo él, que supo ser el mimado del Congreso y del periodismo, de republicanos y demócratas, de Paula Broadwell y Jill Kelley.
En Washington se están regocijando ante la desgracia ajena, por más que el presidente Barack Obama y algunos otros vean con genuina tristeza cómo un hombre con tanto afán de control sobre su integridad y su imagen derrapó a fondo. Como Shakespeare escribió en Otelo: "Reputación, reputación, reputación".
Recientemente, cuando era director de la CIA, Petraeus seguía con el ego tan embanderado en su imagen de reluciente ídolo militar que, según The Washington Post, sorprendió a los invitados frente a los que debía hablar en una cena en Washington luciendo todas sus medallas prendidas de la solapa del esmoquin.
Su derrumbe empezó a lo Sófocles y terminó como un desconcertante pastiche de De aquí a la eternidad , Tienes un e-mail , Las verdaderas amas de casa del Comando Central y Las Kardashian .
Es un espectáculo de brazos bronceados, riñas de mujeres, mails calientes, un militar más consumido por el sexo que por la violencia, una trama con giros más inverosímiles que Homeland y un léxico que hace las delicias de los twitteros: una biografía titulada All in [todo adentro], una segunda "otra" con ancestros de Medio Oriente que hacía de "vínculo social" con los militares, un agente del FBI desesperado por perder a su socialité de Tampa, un par de generales que ayudaron a la hermana melliza de la socialité en un caso de custodia de hijos, y abogados y expertos en manejo de crisis vinculados a Monica Lewinsky.
Es perturbador que un agente del FBI con motivaciones políticas y una ética dudosa pueda encender la chispa de una investigación federal incendiaria con ramificaciones en la vida privada para ayudar a una mujer que le gustaba y luego quemar las naves para dañar a un presidente que no le gusta.
También es muy preocupante que el jefe de los espías del país fuese incapaz de imaginar una forma más clandestina de comunicarse con su bebota y biógrafa que a través de un buzón de Gmail, un sistema semiprivado para compartir archivos utilizado por terroristas, adolescentes y escritores.
Es comprensible que hombres acostumbrados a permanecer alejados de sus familias y enclaustrados con otros hombres en países musulmanes donde tomar alcohol y "descargarse" está muy mal visto terminen acostumbrándose a ser traviesos por mail.
Aunque John McCain y Sarah Palin exigen un apoyo absoluto y un cheque en blanco para los generales, este escándalo sirve para recordarnos que estos tipos son seres humanos que trabajan en un entorno de máximo estrés y que cometen errores de juicio.
Petraeus empezó a parecerse a Ícaro cuando se creyó por encima de Obama.
Acostumbrado a su estatura de semidiós, experto en dar lustre a su propia celebridad y a ganarse a la opinión pública, Petraeus no acató los deseos del flamante presidente de encontrar la salida rápida de Afganistán en 2009. En reuniones privadas con periodistas, el general empezó a socavar la autoridad de Obama -que en ese momento debía tomar una decisión sumamente dura- y a hacer lobby a favor de redoblar la apuesta en Afganistán.
Petraeus logró embarcar al joven comandante en jefe en una incursión en Afganistán que estaba destinada a fracasar, tal como medio siglo antes la CIA había embarcado a Jack Kennedy en el plan destinado a fracasar de la Bahía de Cochinos. Ambas misiones desafiaban toda lógica, pero tanto Kennedy como Obama, recién llegados a la presidencia, dejaron de lado sus dudas, desoyeron la voz de su propio instinto y se rindieron ante la voz de la experiencia.
Cuando llegó a Afganistán, Petraeus les dio la bienvenida a los halcones conservadores más prominentes de los grupos de expertos de Washington. Como escribió Greg Jaffe en The Washington Post, "les dieron espacio de oficina permanente en el cuartel general, y acceso a los aviones militares para recorrer el campo de batalla. Por su parte, ellos les daban consejos a los comandantes de unidades que a veces entraban en conflicto con las órdenes que los comandantes recibían de sus superiores inmediatos".
Y así fue como murieron o fueron mutilados muchos hijos más de Estados Unidos y de Afganistán, en una guerra que se prolongó demasiado. El verdadero escándalo es ése.
Traducción de Jaime Arrambide
Temas
Más leídas de El Mundo
Derrumbe. Es uno de los hombres más ricos del mundo y perdió 12.500 millones de dólares en un día por una trama de sobornos
Adelanto de sus memorias. Angela Merkel reveló el consejo que le dio el papa Francisco para lidiar con Trump
Reabre el 7 de diciembre. Un video muestra cómo quedó el interior de la catedral de Notre Dame tras la restauración