Del cielo al infierno
Jimmy Swaggart
1988
"Dios, mi salvador, he pecado y pido tu perdón." Con la voz entrecortada, lágrimas en los ojos y ante 7000 fieles reunidos en su congregación en Baton Rouge, Jimmy Swaggart vio el infierno de cerca la mañana del 21 de febrero de 1988, cuando anunció en un sermón que renunciaba "por un tiempo indeterminado" a su ministerio evangelista, al que había elevado a la categoría de fenómeno mediático, por haber confraternizado con una prostituta.
En rigor, Swaggart cayó por su propia ley, víctima de una verdadera "guerra de predicadores". En 1987 había denunciado a sus colegas televangelistas Jim Bakker y Marvin Gorman por sus affaires extramatrimoniales. A raíz del romance con su secretaria, Bakker fue desplazado de la cadena de TV "Praise the Lord", pero Gorman reaccionó de otra forma: contrató a un detective privado, que fotografió a Swaggart cuando ingresaba en un sórdido motel de Nueva Orleáns con una prostituta.
Cuatro días después, Debra Murphree, la joven fotografiada con Swaggart, dijo por TV que él era un cliente regular, que contrataba sus servicios para verla desvestirse. El derrumbe de Swaggart fue inevitable.
Atrás había quedado el meteórico ascenso de este predicador nacido en 1935 en el seno de una familia de Luisiana que osciló siempre entre la música y el escándalo. Jerry Lee Lewis, el héroe del rock and roll, es primo de Swaggart y fue sepultado por la opinión pública cuando se reveló en 1958 que su tercera mujer era su prima de 13 años.
El mismo Swaggart es un músico aceptable, pero su destino estaría más vinculado a la fe pentecostal y a los viajes por el sur del país, en los que alternó la música gospel con los sermones. Su fama creció a tal punto que la televisión fue casi una escala obligada. El programa "La hora de Jimmy Swaggart" era visto por dos millones de familias, y a mediados de la década de los 80 la congregación de Swaggart manejaba ingresos de 150 millones de dólares anuales, lo cual le permitió amasar una fortuna. Después llegó el escándalo.
2004
Unos pocos años después de su debacle, Swaggart fue detenido en California con otra prostituta. Parecía el tiro de gracia a su carrera. No fue así. Junto con su hijo Donnie, Swaggart continúa con sus programas de televisión, que se emiten en 50 países.
La cifra de telespectadores no se acerca a las que tenía cuando oraba ante audiencias de más de 100 naciones, pero su ministerio goza de buena salud: cuenta con 60 estaciones de radio, un colegio y seminario evangélico en el que se forman los futuros ministros, y mantiene su Centro de Oración en Baton Rouge. Además, la música sigue siendo un negocio redituable: Swaggart es uno de los artistas que registran mayores ventas en el rubro de música gospel, con ventas superiores a las 15 millones de copias en todo el mundo.
Durante la última campaña presidencial norteamericana, Swaggart irrumpió en el debate sobre los casamientos gays al afirmar por televisión: “Nunca me he encontrado en mi vida con un hombre con el que me hubiese querido casar. Y voy a ser claro: si alguno me hace una insinuación, lo voy a matar y voy decirle a Dios que se murió”.
La reacción general no se hizo esperar. Una cadena de televisión canadiense que emitió el show debió disculparse ante sus televidentes, y la comisión gubernamental que regula los contenidos de la programación en ese país inició una investigación. El altercado derivó en un pedido de perdón: “Fue un comentario humorístico. No se puede engañar a Dios, es ridículo. Si sonó como un insulto, que creo que no lo fue, ofrezco mi disculpa”, dijo Swaggart, arrepentido. Una vez más.
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