¿Deberían los políticos devolver lo robado a la sociedad?
RIO DE JANEIRO.- El papa Francisco ha introducido un elemento nuevo, diría revolucionario, en la lucha contra la corrupción, al afirmar que "a los políticos, empresarios y religiosos corruptos" no les basta con pedir perdón, sino que deben "devolver" a la comunidad lo que han robado.
El Papa habla a los cristianos y les dice a los corruptos que no es suficiente pedir perdón a Dios, que tienen que devolver el fruto de la corrupción. La Iglesia, antes de Francisco, absolvía a esos pecadores, pero no les imponía como penitencia, para poder ser absueltos, devolver el botín producto de su pecado.
Si, según Francisco, los católicos que se adueñan del dinero público en cualquier esfera del poder tienen la obligación de devolver lo robado, ¿no debería la justicia exigir lo mismo de los condenados por corrupción? Hoy, en casi todo el mundo, a los condenados por corrupción les basta con pasar unos meses o años de cárcel y después salen y siguen siendo tan ricos como entraron.
El papa Francisco, que siempre pide a sacerdotes, obispos y cardenales que vayan a mezclarse con la gente de la calle para escuchar sus voces y sus lamentos, sabe por experiencia que lo que más les duele y lo que más critican los pobres es que los condenados por corrupción nunca devuelven lo robado.
Cada vez la sociedad se hace más intolerante en todo el mundo contra la corrupción, sea ella política, financiera o religiosa.
Por ejemplo, los brasileños son muy sensibles con este tema. Hasta Lula da Silva suele decir a sus huestes del PT que no pueden abordar la campaña electoral "ignorando el tema de la corrupción".
Y cada vez las personas que viven de su trabajo y tienen que sudar su salario se indignan más y se hacen menos condescendientes con ese pecado que el papa Francisco acaba de condenar duramente.
Por primera vez un papa tiene el coraje de "excomulgar" a los mafiosos. Lo hizo días atrás al visitar la región de Calabria en el pobre y religioso sur de Italia.
Ahora el Papa afirma con palabras que entienden hasta los más analfabetos: "Los políticos corruptos, los empresarios corruptos, los sacerdotes corruptos perjudican a los más pobres". Y eso porque, según Francisco, "son los pobres los que pagan las fiestas de los corruptos. Son los que pagan la cuenta". ¿Y cómo pagan esa cuenta? La pagan, dice el Papa, cuando ese dinero de la corrupción hace que los pobres carezcan, por ejemplo, de hospitales y escuelas dignas. ¿Podía ser más claro?
¿Alguien podrá quitarle la razón a Francisco, que, al parecer, donde es menos amado es dentro de los palacios vaticanos, porque hasta allí han desembocado los ríos sucios de la corrupción que él empezó a combatir y excomulgar?
El mundo de hoy está necesitando con urgencia de voces que hablen sin diplomacia y con autoridad moral, como la del papa Francisco, capaces de interpretar no sólo las angustias de los que habitan en el planeta de la pobreza, que son la mitad de la humanidad, sino también sus ansias de justicia, una justicia que no discrimine, que se despoje de su pecado de impunidad con los poderosos corruptos y que obligue a los que se enriquecen ilegalmente a devolver lo que no les pertenece si quieren ser absueltos no digo por Dios, sino por la sociedad, que es el verdadero corazón de la política.
La verdadera reforma política y judicial de la que todos hablan y a la que nadie se atreve a meterle el diente, ¿no podría empezar por obligar a los políticos, como pide Francisco, a devolver lo robado?
Si algún país llevara a cabo esa revolución, estoy seguro de que su imagen quedaría ante el mundo más engrandecida que si ganara muchas Copas del Mundo juntas.
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