Debate presidencial en EE.UU.: Cuatro claves de la noche victoriosa de Kamala Harris ante Donald Trump
El esperado debate presidencial dejó una clara ganadora, pero su impacto en la elección aún es difuso
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WASHINGTON.- Dos escenas después del debate entre Kamala Harris y Donald Trump dejaron en claro cuál fue el desenlace del duelo. Harris celebró, eufórica, desde un escenario ante un grupo de seguidores con un discurso corto y combativo. “Hoy fue un buen día. Mañana tenemos que trabajar. Quedan 56 días, ¡tenemos mucho trabajo por hacer!”, arengó. Trump hizo algo nunca visto para un candidato: apenas terminó el debate, fue a la sala de prensa a hablar con los periodistas, un último intento por centrifugar una derrota a esa altura inocultable. “Si ganó, ¿por qué está acá?”, le preguntó un periodista. “Creo que fue una gran noche”, ensayó Trump.
En la noche más importante de su carrera política, Harris superó la prueba. Y con margen de sobra. Tras un arranque en el que se la vio tensa, un tanto nerviosa, Harris dominó el debate, marcó el tono y el ritmo, guió la discusión y acorraló a Trump en casi todos los temas –trastabilló con la economía, donde aún muestra dificultades para enarbolar respuestas convincentes–, se mostró ágil, rápida de reflejos, mordaz, lo buscó hasta con su mirada y sus gestos, y desplegó una estrategia letal, minuciosamente preparada: sacar de quicio a Trump.
El debate entre Harris y Trump ofreció otro momento crucial en unas elecciones presidenciales históricas en Estados Unidos, y le brindó a ambos candidatos quizá la última oportunidad para quebrar el virtual empate que marcan las encuestas en la carrera por la Casa Blanca. Un día después, los demócratas festejaban con cautela, a puño cerrado, mientras los republicanos lamentaban una oportunidad perdida, un contraste que expuso el resultado del duelo.
1. La estrategia de Harris
Harris había llegado al debate en Filadelfia mucho más urgida de un triunfo y una buena noche que Trump. Luego de una breve luna de miel –salto en popularidad, avalancha de donaciones, respaldos, voluntarios–, las últimas encuestas le habían dado a su campaña un baño de realidad: la pelea por la Casa Blanca está ajustadísima, y se decidirá por margen mínimos. Con apenas ocho semanas hasta la elección, Harris enfrentaba el desafío de darse a conocer y convencer al rincón escéptico del electorado de que es la persona adecuada para liderar al país. En su campaña aspiraban a que el debate la ayudara a alcanzar el “techo alto” que le ven como candidata.
El punto de quiebre llegó a la media hora, al hablar sobre inmigración. Es el tema predilecto de Trump, y un punto débil en el historial de Harris. Pero Harris pivoteó a otro tema, altamente sensible para Trump: sus rallies. Los criticó, dijo que eran aburridos, agotadores, y que Trump nunca hablaba de la gente. Una trampa, y un aguijón al corazón trumpista. Trump mordió el anzuelo, se desvió del tema, defendió sus mítines con frases oxidadas, y ya no hubo vuelta atrás.
Harris, muy preparada para su primer debate presidencial, terminó de hacer pie, encontró su ritmo, y de ahí en más golpeó cada vez que pudo con un repertorio de dardos, sin pausa. Trump nunca pudo desencajarla, nunca la puso a la defensiva: Harris pareció tener listo un ataque y un contraataque para cada tema, cada momento.
Harris logró diferenciarse, marcó el contraste de visiones que buscaba, pero, por sobre todo, logró evitar que Trump la dejara mal parada, y la denostara ante los miles de indecisos que miraron el debate. Misión cumplida.
2. La mala noche de Trump
Uno de los interrogantes previos al debate era si Trump –proclive a improvisar y seguir su instinto y a correr los límites de lo imaginario–, iba a mantener su compostura, tal como lo hizo en su choque con Joe Biden, que dominó con amplitud. No ocurrió. Desde el momento en el que Harris atacó sus mítines de campaña, Trump quedó descolocado y nunca se recuperó del todo. Su mejor momento fue al principio, cuando atacó a Harris por la inflación, la llamó “marxista”, dijo que “no tiene plan, copió el plan de Biden”. Pero ese momento se diluyó, y después, al hablar sobre aborto, la inmigración, la inseguridad, o la política exterior, los intentos de Trump por sacar ventaja quedaron desactivados por los contraataques de Harris. Nunca pudo descolocarla, ni siquiera en sus puntos débiles, como sus cambios de posturas, o forzarla a que defendiera el gobierno de Biden.
Los asesores y aliados de Trump insistieron antes del debate que Trump debía concentrarse en los temas, evitar los ataques ácidos o irse por las ramas. Fue exactamente lo que hizo, hasta perderse incluso en historias tildadas de teorías conspirativas, como cuando afirmó que inmigrantes indocumentados se comen los perros, gatos, las mascotas de la gente, o que Harris quiere “hacer operaciones de cambio de género a extranjeros ilegales en prisión”.
Trump no supo sacar ventaja con los dos temas más favorables, la economía y la inmigración, y apenas dejó propuestas concretas. ”Tengo conceptos de un plan”, llegó a decir, al hablar del acceso a la salud. Harris, en cambio, esquivó el terreno pantanoso y aprovechó al máximo el eje sobre el acceso al aborto, su arma más fuerte, y una de las mayores vulnerabilidades de Trump. Fue su mejor tramo. Y además quedó muy en evidencia que Trump extrañó a Biden.
“Es importante recordarle al expresidente –dijo Harris, ante una de las menciones de Trump a su jefe–, que no está compitiendo contra Joe Biden, está compitiendo contra mí”.
Como evidencia de su mala noche, Trump sugirió este miércoles que no volverá a debatir con Harris, aun cuando insistió una y otra vez en que había ganado ampliamente.
3. El rol de los moderadores
Harris tuvo dos aliados imprevistos durante todo el debate: los moderadores de la cadena ABC, los periodistas David Muir y Linsey Davis. A diferencia de sus colegas de CNN en el primer debate entre Biden y Trump, que solo se abocaron a hacer las preguntas. Muir y Davis hicieron fact check en vivo, marcando las mentiras o falsedades de Trump y aportando contexto a las respuestas. Ese trabajo de los moderadores terminó por enfurecer más a Trump y favoreció a Harris, y levantó alta polvareda: de un lado de la grieta celebraron que los periodistas dejaran a Trump en evidencia, pero del otro lado, y desde la campaña de Trump, fueron duramente criticados. Un debate inagotable sobre el rol de la prensa en una campaña presidencial.
“Estos moderadores son un fracaso vergonzoso y este es uno de los debates más parciales e injustos que he visto. Debería darte vergüenza ABC”, fustigó en X la comentarista Megyn Kelly, una de las voces más escuchadas por la derecha norteamericana. “Fueron tres contra uno”, dijo, furiosa, en su comentario en su canal de YouTube sobre el debate, al que denostó: dijo que fue injusto, que los moderadores buscaron hundir a Trump, y que había sido un error confiarle el duelo a la cadena ABC.
“Generalmente, cuando una campaña ataca a los moderadores de un debate, saben que perdieron”, chicaneó David Axelrod, antiguo estratega de Barack Obama.
El propio Trump cargó contra los moderadores este miércoles por la mañana en una entrevista con Fox & Friends, al afirmar que el debate estuvo “arreglado”, y que fueron “terribles”, y “tres contra uno”. Igual, insistió en que ganó: “Creo que hice un gran trabajo”
Why did the moderators need Kamala Harris there at all?
— Megyn Kelly (@megynkelly) September 11, 2024
4. ¿Cambia el panorama?
Los análisis, las lecturas y las encuestas del debate fueron unívocos: Harris ganó, Trump perdió. Pero el impacto del debate en la campaña o el resultado de la elección del 5 de noviembre es mucho menos nítido.
En 2016, Trump perdió todos sus debates contra Hillary Clinton en 2016, y ganó igual. En 2004, George W. Bush tuvo malos debates contra John Kerry, y también ganó. La carrera está virtualmente empatada, tal como la misma Harris reconoció apenas terminó el debate, y la elección está para cualquiera. Los demócratas tienen que sacar una ventaja de al menos cuatro o cinco puntos en el voto popular para ganar el colegio electoral, y una amplia mayoría de los norteamericanos cree que el país va por el camino equivocado. Las frases surrealistas de Trump sobre la inmigración, virales, fueron ridiculizadas por sus detractores, pero tienen eco en su base sus votantes. Y Trump es, ahora, más popular de lo que era en 2020 o en 2016. De hecho, Harris y Trump están empatados en los sondeos de su imagen.
Uno de los interrogantes antes del debate era cuál de los dos lograría posicionarse como el candidato del cambio. Harris buscó diferenciarse de Trump, y también de Biden, intentó posicionarse como una líder nueva, fresca, de una generación diferente, abanderada del cambio en una elección en la que los norteamericanos quieren un cambio. Pero si logró convencer de eso a los votantes o no es una interrogante abierto. Y Trump ha demostrado, sobradas veces, que es un político fuera de serie, capaz de superar cualquier obstáculo, derrota, ataque, polémica, drama o escollo.
Un sondeo de Reuters entre votantes indecisos mostró resultado mixto. Y una votante indecisa de Pensilvania, que se perfila como el más crítico de los estados en disputa, dejó a la vista después del debate en un focus group organizado por CNN el desafío latente para Harris y los demócratas: “A la luz de los hechos –dijo–, mi vida era mejor cuando Trump era presidente”.
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