A lo largo de la historia, ya sea por malentendidos o tergiversaciones, se vinculó a distintas personalidades con oraciones que no fueron pronunciadas por ellos
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Una vez, por deberes del cargo, este reportero siguió una sesión en la antigua Academia Paulista de Letras, en el Largo do Arouche, en el centro de Sao Paulo.
Era principios de marzo y la reunión de académicos, con motivo del Día Internacional de la Mujer, trajo historias protagonizadas por escritoras.
En un momento dado, Lygia Fagundes Telles (1918-2022) pidió la palabra y pronunció un apasionado discurso. Su intervención estuvo dirigida contra “Internet”. No por ninguna idiosincrasia, sino por el hecho de que en la red de redes había mucha gente atribuyendo la autoría de “frases bonitas” a su gran amiga, Clarice Lispector (1920-1977).
“Y Clarice no era de las que escribían frases ‘cursis ‘”, espetó Telles, quien alabó la profundidad literaria de la colega, cuya firma se endilgaba a miles de posts de dudosa calidad en las redes sociales.
Aunque Facebook y similares han contribuido a la difusión de citas falsamente atribuidas a personalidades, este tipo de tergiversación no es nuevo y puede encontrarse incluso en viejos libros de historia.
A continuación, BBC News Brasil menciona siete frases de siete personajes que se han vuelto muy famosas, pero que no pueden ser tomadas como verdaderas.
1. Lo que le achacan a Voltaire
“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”.
Sí, la frase anterior bien podría representar las opiniones del filósofo de la Ilustración francesa François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire (1694-1778). Lástima que nunca fuera dicha por él.
Como afirman los historiadores Paul F. Boller Jr. y John H. George en “They Never Said It: A Book of Fake Quotes, Misquotes and Misleading Attributions” (Ellos nunca lo dijeron: Libro sobre falsas y erróneas citas y atribuciones engañosas), esta frase, que se convirtió en la máxima del derecho a la libertad de expresión, fue inventada por la escritora inglesa Evelyn Beatrice Hall (1868-1956), en su libro de 1906 The Friends of Voltaire (Los amigos de Voltaire), una biografía del filósofo.
En 1935, la propia Hall se refirió al asunto. “Nunca pretendí afirmar que Voltaire hubiera utilizado exactamente esas palabras y me sorprendería mucho que esa frase se encontrara en alguna de sus obras”, respondió la biógrafa.
2. Por culpa de una interferencia
“Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Aquí la culpa es de la tecnología. Y el propio astronauta Neil Armstrong (1930-2012) llegó a dar explicaciones en entrevistas, pero el error estaba ya tan extendido que no hubo manera de evitarlo: así pasó a la historia la primera declaración de un ser humano al pisar la Luna.
Lo que ocurre es que el sentido de la frase, tal y como acabó pasando a la historia, compromete la idea de contraste planeada por su autor, Armstrong. Estaba contrastando la humanidad colectiva con la hazaña de un solo individuo.
Afirma que habría dicho “Un pequeño paso para un hombre” (enfatizando el sentido individual solitario), y no para “el hombre”, que, en este sentido, parece tener el mismo sentido de humanidad.
Según diría más tarde el astronauta, el malentendido se debió a la estática de la transmisión.
3. Ni Cristo se salva
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Está en la Biblia en tres de los cuatro evangelios: Marcos, considerado el más antiguo de ellos, Mateo y Lucas.
La frase habría sido la respuesta de Jesús cuando le preguntaron si era lícito pagar impuestos a los gobernantes romanos. Y hasta hoy es interpretada por los cristianos como una justificación de la necesidad de respetar las normas y autoridades terrenales.
Sin embargo, para el historiador André Leonardo Chevitarese, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y autor del libro “Jesús de Nazaret: lo que la historia tiene que decir sobre él”, probablemente no fue exactamente esta expresión la que utilizó Jesús.
Esto se debe a que hay citas similares en los evangelios apócrifos, como el de Tomás y Egerton, y un análisis más detallado hace que los investigadores entiendan que fue una creación posterior.
“En Egerton, este dicho circuló de forma independiente, con otro contexto, lo que puede sugerir que la historia contenida en Marcos puede no ser original, sino una creación del propio evangelista”, explicó Chevitarese a BBC News Brasil.
En cualquier caso, aun apareciendo en diferentes narraciones, el mensaje en sí sería verdadero. “El núcleo central de la historia parece ser en su conjunto auténtico, es decir, la orientación sobre pagar o no pagar impuestos a las autoridades”, afirmó el historiador.
4. Lo que el último emperador de Brasil no dijo
“Si no hubiera sido emperador, habría querido ser maestro de escuela. No conozco nada tan noble como dirigir las inteligencias jóvenes, preparar a los hombres del futuro”.
La frase se atribuye a Don Pedro II (1825-1891), el último emperador de Brasil. Y suele aparecer como reconocimiento de las virtudes humanas del monarca. Hasta aquí todo bien. El problema es que, contrariamente a lo que se afirma, esta frase no aparece en ninguna de las líneas de sus diarios.
“Todos dicen que escribió esa frase en su diario, pero ella no existe en ninguna parte”, dijo a BBC News Brasil el investigador y escritor Paulo Rezzutti, biógrafo de varios personajes de la monarquía brasileña, entre ellos los dos emperadores.
Según Rezzutti, la mención más cercana a esto es cuando dice que fue un hombre “nacido para dedicarse a las letras y a las ciencias más que para ocupar un cargo político”.
“Y si tenía que elegir algo, prefería ser presidente de la República o ministro antes que emperador, porque, a su entender, eso le daría más tiempo para estudiar y dedicarse a lo que realmente le gustaba”, habría dicho el monarca.
“Dicen que habló de ser maestro de escuela en Francia y que el barón de Río Branco [el diplomático José Maria da Silva Paranhos Júnior (1845-1912)] lo escribió”, añadió el investigador. “Pero el propio Don Pedro nunca lo dejó registrado en ninguna parte”.
5. Creando una leyenda negra
“Si no tienen pan, que coman pasteles”
Según la versión más conocida, la reina María Antonieta (1755-1793), al ser informada de que el pueblo francés se moría de hambre y ni siquiera tenía pan, habría dicho esta insensible frase.
Pero todo apunta a que fue una invención, creada para reforzar la reputación negativa de la monarca entre la población de la época. El historiador Jacques Barzun (1907-2012) dijo en una ocasión que esta historia -o variaciones de la misma- circulaba por Europa como una vieja broma mucho antes de que naciera María Antonieta.
La frase se habría eternizado gracias al libro “Las Confesiones”, del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).
En el sexto volumen de la obra autobiográfica, Rousseau cuenta que, en un momento dado, quiso pan para acompañar un poco de vino.
“Al fin recordé la historia de una gran princesa a la que le dijeron que los campesinos no tenían pan, y ella respondió: ‘que coman pasteles”.
No menciona el nombre de tal noble.
Pero podría no ser Antonieta, ya que aunque “Las Confesiones” no se publicaron hasta 1782 (después de la muerte del autor), los textos fueron escritos en la década de 1760, cuando la futura reina de Francia era aún una niña.
6. Una versión mejorada
“Si he visto más lejos, es por haberme subido a hombros de gigantes”
Isaac Newton (1641-1727), ¿verdad? Es cierto que el gran físico inglés, que pasó a la historia como el que formuló la ley de la gravedad, escribió esa modesta frase, pero no fue su idea original.
Como señalan los historiadores Boller y George, Newton utilizó la frase en una carta a su colega científico Robert Hook (1635-1703).
Resulta que la misma idea aparecía en el libro “La anatomía de la melancolía”, publicado antes del nacimiento de Newton por el científico inglés Robert Burton (1577-1640). Y el padre de la teoría de la gravedad conocía la obra de Burton.
“Los pigmeos apoyados en los hombros de los gigantes ven más que los propios gigantes”, era la frase original.
Que ni siquiera era tan original. Según Boller y George, hay construcciones similares tanto en obras del siglo XII como en textos del siglo VI. En otras palabras: como dice la propia frase, hubo oleadas de autores que se basaron en oleadas de gigantes desde antes...
7. Otro caso de mala publicidad
“El Estado soy yo”.
Se cuenta que el entonces joven Luis XIV (1638-1715), en pleno apogeo de su absolutismo, pronunció esta frase.
Boller y George, en su libro, cuentan que ocurrió cuando entró en el Parlamento de París, interrumpiendo un debate que allí tenía lugar.
Sin embargo, aunque la frase ayuda a los estudiantes de bachillerato a memorizar los preceptos del absolutismo francés, nada indica que ocurriera realmente.
“No hay pruebas de que lo hiciera, pero sin duda creyó las palabras que se le atribuyen”, señalan los historiadores Boller y George.
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