De la premier multada por un cumpleaños a otros líderes y funcionarios que violaron las restricciones
Varios mandatarios fueron señalados por cumplir las normas impuestas por los propios gobiernos; cómo fue el caso de la primera ministra de Noruega
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“Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, es el mensaje que han transmitido varios funcionarios mundiales que optaron por no respetar los estrictos protocolos contra el Covid-19 que ellos mismos dispusieron durante el año y medio que lleva la pandemia. Eso pasó con el presidente Alberto Fernández -que recibió a distintas figuras públicas y personal no esencial en la Quinta de Olivos, y festejó el cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yañez, sin ningún tipo de distanciamiento ni uso de tapabocas-, como también el expresidente de Israel, Reuven Rivlin; la premier noruega, Erna Solberg, y otros tantos líderes o altos rangos gubernamentales, a muchos de los cuales la desprolijidad les costó el cargo.
En efecto, uno de los primeros casos de violación de cuarentena dados a conocer fue el del ministro de Salud de Nueva Zelanda, David Clark, quien en el año pasado fue desplazado de su puesto por viajar a la playa con su familia, mientras la primera ministra, Jacinta Ardern, exigía a los neozelandeses permanecer en sus domicilios.
“Fui un idiota y entiendo por qué la gente se enojó conmigo”, dijo el funcionario tras las acusaciones públicas, en abril del 2020, y también reconoció haber dado paseos en bicicleta. Clark se mantuvo en el gobierno unos meses, con menos responsabilidades, para finalmente ser despedido en octubre.
Uno de los casos más emblemáticos fue el de la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, que tuvo que pagar una multa de 20.000 coronas (unos 2000 euros) por no cumplir con las restricciones contra el Covid-19 impuestas por su propio gobierno.
La multa se debió a la asistencia por parte de la mandataria a una fiesta de cumpleaños. Solberg ya había admitido que también había violado las medidas vigentes en febrero cuando acudió a un evento familiar en un resort de esquí. Ambas reuniones incluían más personas del aforo permitido para reuniones. La situación abrió la polémica en Noruega, donde algunos hasta pidieron la renuncia de la premier.
También en abril del año pasado, la jefa del servicio médico de Escocia, Catherine Calderwood, dimitió tras haber viajado en dos ocasiones a su segunda residencia, en Earlsferry, a más de una hora de Edimburgo. “No seguí los consejos que les estoy dando a los demás. Realmente lo siento por eso. He visto muchos de los comentarios de gente que me llama hipócrita”, explicó en su renuncia.
Otro referente de la pandemia, el ministro de Salud británico, también tuvo que renunciar por faltar a los protocolos. Matt Hancock, a cargo de la cartera sanitaria inglesa durante tres años y al frente de la estrategia del gobierno de Boris Johnson contra el coronavirus, renunció en junio pasado por romper las restricciones con su amante y asistente en su despacho de Westminster. Fue luego de que el diario The Sun publicara fotos en las que se lo ve al ministro, casado y con tres hijos, besando a Gina Coladangelo, también casada, en la oficina gubernamental, en un momento en el que los abrazos estaban prohibidos en Inglaterra.
Quien dijo lamentar no poder abrazar a sus seguidores fue el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que decidió, en marzo de este año, hacer una excepción al protocolo y estrechar la mano de la madre del narcotraficante encarcelado Joaquín “El Chapo” Guzmán porque “era una falta de respeto no hacerlo”.
“Es muy difícil humanamente. No soy un robot”, dijo el jefe de Estado tras las críticas.
López Obrador también salió a respaldar al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, que el último enero fue visto de vacaciones en el estado de Oaxaca, en el Pacífico mexicano, sin mascarilla, mientras pregonaba la necesidad de cumplir aislamiento, en plena crisis de contagios.
“Lo que yo puedo decirles, en abono a la conducta del doctor López-Gatell, es que ha estado trabajando bastante, muy intenso, que ha estado cumpliendo cabalmente con su responsabilidad, es un muy buen servidor público, un buen especialista, un profesional”, dijo el presidente, en defensa de su funcionario.
Suspensión en Sudáfrica
En abril del año pasado, la ministra de Comunicaciones sudafricana, Stella Ndabeni-Abrahams, fue puesta en licencia especial durante dos meses y el presidente Cyril Ramaphosa la obligó a disculparse después de que violara las normas de estancia en casa. Ramaphosa ordenó a la policía que investigara a la ministra luego de que circulara, en las redes sociales, una foto suya junto a más personas comiendo en la casa de un exministro del país.
“La contención nacional se impone a todos los sudafricanos”, sostuvo el jefe de Estado en un comunicado oficial. “Ninguno de nosotros, y mucho menos un miembro del ejecutivo, debe sabotear el esfuerzo nacional para salvar vidas”, insistió. Y concluyó: “Nadie está por encima de la ley”.
A pocos meses de haberse decretado la pandemia, también fueron foco de críticas los entonces presidente de Israel Reuven Rivlin y primer ministro Benjamin Netanyahu. Por separado, ambos recibieron en sus casas a sus hijos adultos para celebrar Pascua, luego de haber dado explícitas instrucciones de que los israelíes no organizaran reuniones para festejar la fecha religiosa. Se disculparon en discursos públicos.
Actos sin barbijo
A pesar de que la conservación de sus cargos no haya sido puesta en tela de juicio, otros tantos mandatarios han osado no respetar en público ciertas normativas básicas, como el uso de barbijo o la distancia entre personas. El expresidente Donald Trump y su entonces número dos, Mike Pence; el presidente de Francia, Emmanuel Macron; el de Rusia, Vladimir Putin, y la vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner, han aparecido en más de un acto oficial sin tapabocas.
En la Argentina, incluso, durante las semanas de tensión entre los gobiernos nacional y el de la ciudad de Buenos Aires por la presencialidad de las clases, una foto de un acto del Frente de Todos realizado Ensenada despertó duras críticas por la falta de distanciamiento social de un centenar de dirigentes. “¿No era que estaban suspendidos los encuentros sociales de más de 10 personas?”, se preguntaban algunos usuarios en las redes sociales, ante las imágenes de los funcionarios amontonados.
Respecto de las apariciones sin barbijo de Putin, el vocero presidencial Dimitri Peskov enfatizó que el Kremlin tiene un enfoque diferente para proteger la salud del presidente. “Cuando se trata de eventos públicos, pedimos a los trabajadores médicos que examinen a todos los participantes con anticipación”, dijo ante periodistas.
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