ROMA.- No se atreve a definirse como "el heladero del Papa". Pero Sebastián Padrón, platense de 45 años, sabe que Francisco ha disfrutado más de una vez del helado de dulce de leche granizado que prepara "en forma artesanal y con dulce de leche verdadero, traído de la Argentina", en el local que inauguró a principios de año muy cerca del Vaticano.
"Sé que le gustó porque el 24 de noviembre pasado me llegó una carta de él en la que me agradece la atención, ya que le había mandado tres kilos de helado y me mandó también un pergamino con su bendición apostólica y una medalla con la Virgen", relata, entusiasmado, Sebastián, y muestra los presentes del Papa colgados en la pared de su local en Roma. El gusto preferido de Francisco -según le contaron a Padrón- es el dulce de leche granizado.
Desde que inauguró la "gelateria artigianale" el 21 de enero pasado en la Via Gregorio VII 38, casi a la sombra de la cúpula de San Pedro, el local de Padrón se ha vuelto un punto de referencia para los argentinos residentes en Roma, incluso el más famoso: Jorge Bergoglio.
"Aunque en Roma hay 2500 heladerías, la gente empezó a venir porque nota que es un producto diferente. Lo mío es totalmente artesanal y tradicional. Aunque Italia es la cuna del helado, acá usan muchos elementos para espesarlo. Yo uso productos muy naturales: leche, huevos, azúcar, crema de leche y frutas, y eso se nota en la consistencia y en el sabor. No es helado emulsionado, inflado, que se derrite en pocos minutos", destaca, en diálogo con LA NACION.
Funcionarios que trabajan en la embajada argentina ante la Santa Sede y algunos monseñores del Vaticano son habitués de Padrón, pero también platenses de paso, romanos y turistas de todas las nacionalidades, que se dan cuenta de la diferencia que hay en el gusto de su gelato.
Marcado por una propuesta de gustos más amplia y muy argentina -dulce de leche, dulce de leche granizado, chocolate con pasas al rhum, cereza a la crema y frutilla a la crema-, el local tiene el mismo nombre (el apellido de su dueño) de la heladería que Sebastián tenía en el barrio de Los Hornos, en La Plata , donde nació. Esa heladería era muy exitosa -algunos fanáticos viajaban desde la capital para comprar sus productos-, pero él decidió cerrarla a mediadios de 2016, harto de la inseguridad.
"Había abierto la heladería en Los Hornos en octubre de 2010, en la avenida 60, y me iba muy bien: cada vez vendía más y hasta tenía un cliente de un restaurante de Palermo Hollywood. Todo cambió cuando el 28 de diciembre de 2013 me entró un pibe a robar con un revólver 38 y me sacó toda la plata. Ahí hice un click", cuenta.
Casado con Silvia, una romana, con quien tuvo a Maite, de 4 años, y Luca (por Luca Prodan), de un año, Sebastián ya se había ido de la Argentina en 2002, por el corralito. Entonces ya había trabajado durante siete años en la heladería Kuku, donde aprendió un oficio que enseguida lo apasionó. "Trabajaba en Sancor como repartidor, pero cuando en un momento necesitaban gente en Kuku, en 1996, fui y me tomaron aunque no tenía experiencia. Y, de curioso, aprendí, me gustó y me pagaban bien. Dejé Sancor y puse un almacén, con la idea de poner, después, una heladería. Pero me agarró el corralito, me enojé mucho y me vine, solo, a Italia, ya que tenía la ciudadanía por mi mamá", recuerda.
Llegado a Roma, Sebastián hizo de todo: lavó platos, trabajó en una pizzería, en un estacionamiento, herrero, pintor, se compró una camioneta Ducato y montó una empresa de auxilio mecánico para motos en la que estuvo cuatro años, hasta que le robaron el furgón. Trabajó luego en la productora Endemol, con la que recorrió la península haciendo castings, siempre manteniendo el sueño de abrir una heladería en Roma.
En 2010, con Silvia -entonces su novia-, regresó a la Argentina "con pocos euros". Con la ayuda de sus padres y amigos puso su heladería en Los Hornos. "Cuando nació Maite, en 2014, el tema de la inseguridad empezó a pesarle mucho a mi señora... Se puso todo muy feo, muy inseguro. Ella ya estaba embarazada del segundo, vinimos de vacaciones a Italia en 2016 y, aunque me dio bronca, porque me iba bien, decidimos volver a Roma. Acá nadie te va a pegar un tiro... Vendimos todo y con mucho esfuerzo, después de un año de búsqueda del local y con la ayuda de mis suegros y un préstamo, a principios de año abrimos el Padrón romano", relata.
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El helado del Papa
¿Cuándo le mandó el helado al Papa? "La idea surgió después de conocer a don Mario, un sacerdote del Vaticano que me ayudó a buscar dónde bautizar a Luca. Le pregunté si era posible hacerle llegar a Francisco mi helado y él me dijo que fuera a Santa Marta un miércoles, cosa que hice el 8 de mayo pasado, cuando le dejé en la garita de los gendarmes el helado, que le llevaron después al Papa", cuenta. "Pasaron unos meses y cada vez que algún conocido iba a verlo le comentaba: ‘Decile que me conteste si le gustó el helado’. Y el 24 de noviembre pasado un cura de La Plata me trajo la respuesta: 'sí, le gustó'. Vino con la carta, la bendición papal y la medalla", agrega, emocionado.
Para él, ahora, lo máximo sería volverse el proveedor de helado de todo el Vaticano. Aunque otro sueño es que un día el Papa aparezca en persona en su local. "Hace unos años Francisco salió del Vaticano para comprarse, acá muy cerca, unos zapatos ortopédicos... ¿Si hizo eso, por qué no puede venir a tomarse un helado acá?", pregunta, esperanzado.
Con gorra albiceleste y buzo con la estampa Padrón, Sebastián trabaja desde las 11 hasta la medianoche todos los días, solo, porque aún no le dan los números para tener un empleado. Le va bien, aunque no tanto como en la Argentina, reconoce. "Todavía la estoy remando. El argentino consume más helado, mientras que el italiano no quiere gastar mucho. Hay que tener paciencia... Pero estoy contento porque este es un oficio que le da satisfacción a la gente y que me gusta", dice. Y destaca, mostrando su celular, que Padrón, en Google Maps, herramienta imprescindible para todo turista, ya tiene cinco estrellas, todo un logro.
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