De la ciencia ficción a la realidad: guerra de aviones no tripulados
Varios países amenazan con sus desarrollos la hegemonía norteamericana sobre estas armas
WASHINGTON.- En una exhibición aérea de Zhuhai (sudeste de China), en noviembre pasado, las empresas chinas alarmaron a algunos norteamericanos al develar 25 modelos diferentes de aeronaves controladas remotamente y exhibir un video de animación de un avión no tripulado armado con misiles que atacaba un vehículo blindado y un avión de línea de Estados Unidos.
La presentación pareció más un despliegue de marketing que una amenaza militar. Pero fue una descarnada prueba de que el virtual monopolio de Estados Unidos en el campo de estos aviones estaba llegando a su fin, con consecuencias importantes para la seguridad estadounidense, la ley internacional y el futuro de las acciones bélicas.
En última instancia, Estados Unidos deberá enfrentarse con un rival militar o un grupo terrorista armados con aviones robotizados. Pero lo que los expertos en riesgo prevén a corto plazo no es un ataque contra Estados Unidos, que no enfrenta enemigos con capacidad de construir esta clase de aeronaves, sino los desafíos políticos y legales que se plantearán cuando otro país siga el ejemplo de Estados Unidos.
El gobierno de George W. Bush y -aun más agresivamente- el de Barack Obama adoptaron un extraordinario principio: que Estados Unidos puede enviar sus aviones no tripulados más allá de sus fronteras para matar a quienes percibe como enemigos, incluso si son norteamericanos.
"¿Es éste el mundo en que queremos vivir? -pregunta Micah Zenko, miembro del Council on Foreign Relations-. Porque nosotros lo estamos creando."
Algo que hace apenas una década parecía un escenario de ciencia ficción se ha convertido en las noticias de hoy. En Irak y en Afganistán, los aviones militares robotizados se han convertido en parte rutinaria del arsenal empleado. En Paquistán, los ataques efectuados con Predator y Reaper, operados por la CIA, han abatido a más de 2000 militantes; se debate ardorosamente el número de víctimas civiles.
El mes pasado, en Yemen, un ciudadano norteamericano fue por primera vez blanco de un ataque de un avión no tripulado: Anwar al-Awlaki, el propagandista y conspirador de Al-Qaeda, resultó muerto junto con otro norteamericano, Samir Khan.
Si China, por ejemplo, manda aviones robotizados a Kazakhstán para cazar a la minoría de musulmanes huigures, a los que acusa de conspiradores terroristas, ¿qué dirá Estados Unidos? ¿Y qué ocurrirá si la India usa naves no tripuladas para aniquilar sospechosos de terrorismo en Cachemira o si Rusia envía estos aviones para perseguir a los militantes en el Cáucaso? Los funcionarios norteamericanos que protesten tendrán que soportar que les respondan esgrimiendo el propio ejemplo de Estados Unidos.
"El problema es que estamos creando una norma internacional", al afirmar el derecho de atacar de manera preventiva a aquellos que son sospechosos de planear un ataque, arguye Dennis M. Gormley, un investigador de primer nivel de la Universidad de Pittsburgh y autor de Missile Contagion , que ha pedido controles más severos de las exportaciones norteamericanas de armas operadas a control remoto. "La imitación es lo que más me preocupa."
Tentación para terroristas
Las cualidades que han hecho que las armas letales robotizadas sean tan atractivas para el gobierno de Obama también valen para muchos otros países y, concebiblemente, para los terroristas: permiten una vigilancia apacible y ataques de precisión, tienen un costo moderado y, más importante, no implican ningún peligro para el operador, que puede estar sentado, seguro, a miles de kilómetros del blanco.
Hasta la fecha, sólo Estados Unidos, Israel (contra Hezbollah, en el Líbano, y contra Hamas, en Gaza) y Gran Bretaña (en Afganistán) han usado armas robotizadas para ataques. Pero los analistas consignan que más de 50 países han construido o comprado vehículos aéreos no tripulados (UAV), y el número aumenta cada mes. Casi todos están diseñados para vigilancia, pero, tal como Estados Unidos ha descubierto, agregarles misiles o bombas no es un gran desafío tecnológico.
"La mayor virtud de casi todos los UAV es que tienen alas largas a las que es posible sujetar cualquier cosa", dice Gormley. Eso incluye videocámaras, equipos de infiltración y municiones, añade. "Y se está propagando como reguero de pólvora", concluye.
Hasta ahora, Estados Unidos conserva una gran ventaja en lo referido al número y a la sofisticación de los UAV (alrededor de 7000, la mayoría sin armas). La fuerza aérea prefiere no llamarlos UAV, sino aeronaves piloteadas remotamente (RPA), haciendo hincapié en el rol humano, ya que en este momento entrenan más pilotos para operar los aviones robotizados que para los aviones de combate.
Philip Finnegan, director de análisis de Teal Group, una empresa que estudia los mercados de defensa y aeroespacial, dice que se espera que el gasto mundial en investigación o compra de armas robotizadas durante la próxima década llegue a más de 94.000 millones de dólares, incluyendo 9000 millones en RPA.
Israel y China están desarrollando agresivamente e introduciendo en el mercado estas armas, y Rusia, Irán, la India, Paquistán y otros países no se quedan atrás. El Servicio de Defensa y Seguridad, que protege al Pentágono y a sus contratistas del espionaje, advirtió en un informe del año pasado que la tecnología robótica norteamericana se ha convertido en la prioridad de los espías extranjeros.
En diciembre, un avión robotizado de vigilancia se estrelló en el vecindario de El Paso. Había sido lanzado, según se reveló, por la policía mexicana para que cruzara la frontera.
Incluso Hezbollah, el grupo terrorista libanés, ha usado vehículos controlados a distancia, un diseño iraní capaz de llevar municiones y zambullirse sobre un blanco, dice P. W. Singer, de la Brookings Institution, cuyo libro de 2009, Wired for War , es un manual sobre el combate robótico.
El mes pasado, un hombre de 26 años de los suburbios de Boston fue arrestado y acusado de complotar para cargar una aeronave operada a distancia con explosivos plásticos y estrellarla sobre el Pentágono o sobre el Capitolio. A pesar de que su plan era muy precario, fue un presagio inquietante, dice John Villasenor, profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de California. Villasenor señala que el ejército acababa de anunciar un contrato de 5 millones de dólares para un avión robótico de pequeño tamaño, como una mochila, llamado Switchblade, que puede llevar una carga explosiva.
Un arma de esas características dejará de estar fuera del alcance de una red terrorista. "Si vuelan rozando los techos y los árboles, será prácticamente imposible derribarlos", afirma Villasenor.
Es fácil asustarnos imaginando naves terroristas no tripuladas equipadas no sólo para cargar bombas, sino también para rociar ántrax o arrojar desechos radiactivos. Hasta ahora la posibilidad de que Al-Qaeda pueda emplear armas exóticas no ha pasado de ser una especulación. Pero la difusión de las armas robóticas significa que esa amenaza ya no puede ser desestimada.
"Pienso en lo que eran los aviones en la Primera Guerra Mundial: al principio no estaban armados y estaban limitados a un puñado de países -dice Singer-. Pero casi de inmediato estaban equipados con armas y en todas partes. Y ahora las aeronaves operadas a distancia siguen exactamente el mismo camino."
Traducción de Mirta Rosenberg
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