De la Argentina a Grecia: la experiencia de vivir dos corralitos
Tres argentinas que se mudaron a Atenas y Salónica en los últimos años cuentan cómo se vive el default griego y cuáles son los puntos en común con la crisis de 2001
Catorce años: de 2001 a 2015. Dos países: la Argentina y Grecia. Doce mil kilómetros. Tres palabras: crisis, default y corralito. Tres historias: las de Flavia Simonelli, María Eugenia Francisco y Carolina Climentzos, tres argentinas que en este verano griego recuerdan inevitablemente los días de furia de aquella crisis indeleble en la memoria de todos los que la vivieron.
Flavia Simonelli tenía 15 años a fines de 2001. Vivía en Santa Rosa de Río Primero, al noreste de Córdoba. Estaba de vacaciones y pasaba horas mirando por televisión la peor crisis de la historia argentina desde su nacimiento. Por la pantalla veía saqueos, represión y a un presidente dejando su cargo en helicóptero. Todo eso pasaba en la ciudad de Córdoba o en Buenos Aires, pero no en su "pueblo", como dice ella. También veía en los noticieros el desabastecimiento. Pero eso sí lo pudo comprobar en primera persona.
"Me acuerdo que iba al súper a comprar azúcar y que había un solo paquete, o una sola botella de aceite", evoca Flavia en diálogo con LA NACION desde Atenas, donde vive desde 2011.
Allí, en la capital griega, Carolina también fue al "súper" el sábado pasado. No vio desabastecimiento como en aquel verano argentino, pero sí el temor a llegar a esa situación. "Fui a comprar algunas cosas y me sorprendió la cantidad de gente que salía con dos o tres carritos llenos. Vi que la gente tenía miedo", señala.
El fin de semana último, cuando el primer ministro, Alexis Tsipras, abandonaba las negociaciones con sus acreedores (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) a dos días de su posible entrada en default, los griegos se lanzaron a las calles por temor al desabastecimiento y a un control de capitales. El primero no llegó; el segundo, sí. Desde el lunes, los griegos pueden sacar hasta 60 euros diarios, no pueden girar dinero al exterior y los bancos sólo abren para pagarle a los jubilados hasta 120 euros.
"Me sorprendió la cantidad de gente que salía del supermercado con dos o tres carritos llenos"
"Por lo que decía la televisión, parecía que era el fin del mundo", dice la joven cordobesa, que, sin embargo, se siente invulnerable por su origen. "No me da miedo la crisis. Me vine de Argentina cuando tenía 25 años. Ahí todo el tiempo vivimos en crisis", se ríe Flavia desde su casa en Atenas, donde vive con su marido griego, Fotis, al regresar de la empresa de telemarketing donde trabaja.
"Todo el mundo corrió a los bancos la semana pasada a sacar los sueldos. El viernes fui al banco y me llamó la atención tanta gente esperando o haciendo colas en las cajas. El jueves a las 2 de la mañana, cuando se anunció el ultimátum de la UE, ya había gente haciendo cola en los cajeros", cuenta Flavia.
"Me llamó mucho la atención que ahora que pueden sacar 60 euros por día, haya gente que va todos los días. Quieren terminar de sacar todo lo que les queda por el miedo que le tienen al corralito", reconoce la cordobesa, que menciona que ella no fue esta semana al cajero porque todavía tiene efectivo que extrajo el fin de semana. "La voy a estirar lo más que pueda para no tener que volver a ir", señala, y agrega que en Atenas, "la gente está acostumbrada a andar con efectivo, y no con la tarjeta de débito", algo que acrecienta la desesperación.
"Hay gente que va al banco todos los días. Quieren terminar de sacar todo lo que les queda por miedo al corralito"
"A mí no me dio miedo el corralito", repite. Flavia recuerda que su familia no sufrió directamente el corralito argentino porque "no tenían ahorros", aunque la afectó lateralmente. "Mi papá tenía un comercio y en el pueblo era normal fiar. Pero mi papá empezó a no poder cobrar", recuerda. "No teníamos muchos ingresos entonces nos tuvimos que acomodar a los que teníamos", agrega, y menciona como ejemplo que los dos veranos siguientes se fueron de vacaciones dentro de la misma provincia.
"Acá todo el mundo me pregunta qué hicimos para salir de la crisis, cómo sobrevivimos. Pero acá falta muchísimo para que lleguemos a lo que fue Argentina en 2001, que para mí fue lo más duro", expone.
"Demasiada incertidumbre"
María Eugenia Francisco llegó a Grecia desde la Argentina en octubre de 2009, a sus 25 años, con una beca del Ministerio de Relaciones Exteriores griego para estudiar Arqueología en la Universidad Aristóteles de Salónica. El gobierno griego le había prometido un estipendio mensual de 600 euros, sumados a los beneficios que reciben todos los estudiantes en ese país: alojamiento, comidas, seguro social y libros gratis, además de un descuento en transporte público. Pero en 2010 comenzaron las medidas de ajuste para paliar los efectos de la crisis económica y ajustarse a los requisitos de los organismos de crédito. El salario de María Eugenia se redujo tres veces, la última en febrero último, a 368 euros por mes. Ayer, la joven se recibió de arqueóloga y todavía no cobró sus últimos tres meses. Por eso, el corralito no le afecta.
"Nos iban a pagar a finales de junio y nos dijeron que llamemos los primeros días de julio. Estamos todos pensando que no vamos a cobrar un centavo. Y es mucha plata", dice "Mariu" sobre el impacto que la crisis griega tuvo sobre su propia economía. En el pasado, han llegado a pasar siete meses sin cobrar. Y como no puede trabajar porque su beca no lo permite, ni recibir dinero desde la Argentina, se maneja con una tarjeta de crédito argentina, hasta que se regularice su situación.
"La mujer del quiosco me preguntó: «¿La situación en la Argentina estaba más complicada?» Le dije que si hubiese estado en la Argentina en esa época, en el centro, la hubieran saqueado. Se quedó dura y me dijo que no cree que a ella le pase eso"
Ahora que está recibida, María Eugenia se dedica a reportar desde las redes sociales cómo es la situación en Grecia. A los argentinos les intriga saber si hay puntos en común con nuestro corralito. Y a los griegos les sucede lo propio con el antecedente argentino. "La mujer que atiende el quiosco de al lado de mi casa me preguntó: «¿La situación en la Argentina estaba más complicada?» Le dije que si hubiese estado en la Argentina en esa época, en el centro, la hubieran saqueado, le hubieran sacado todo. Se quedó dura y me dijo que no cree que a ella le pase eso", relata. "Todos creemos eso", enfatiza.
María Eugenia vivía en Balvanera en 2001 y su imagen más presente de la crisis es previa a aquel 19 de diciembre. "Me acuerdo de la fábrica Brukman, que iban a despedir a todos. Esa empresa está a dos cuadras de mi casa. Me acuerdo de ver a toda la gente corriendo, gases lacrimógenos, represión. Después de ahí empezó todo lo demás", dice.
"En mi barrio, camino y es un desierto. Hay manzanas enteras con locales cerrados"
Brukman estuvo a punto de cerrar, pero finalmente quedó en manos de una cooperativa, una secuencia que no se repite en Grecia. "Acá ves que cierran negocios a cada rato. Abrieron cadenas en todo el país de comida rápida, café y cosas baratas. Pero los locales chiquitos, de comerciantes que sólo tienen un local, cierran muchos. En mi barrio, camino y es un desierto. Hay manzanas enteras con locales cerrados", describe.
María Eugenia comparte fotos de larguísimas colas en la puerta de los bancos en las calles de Salónica de gente que quiere sacar sus 60 euros diarios de los cajeros. Sin embargo, repara en que el clima "está tranquilo".
"Tiene que pasar algo muy grave en estos próximos días para que la gente se vuelva loca y salga a romper todo como en 2011 y 2012", dice, en referencia a las protestas contra la austeridad en sus primeros años en Grecia.
En ese momento, cuando hubo marchas que terminaron en represión, María Eugenia recordó el verano de 2001. No sólo por el tinte violento de las manifestaciones. También por unos carteles que le llamaron la atención: "Tenían un helicóptero y decía en griego algo así como: «En una noche mágica como en la Argentina, vamos a ver quién va a ser el primero en salir». En ese momento había muchos problemas y querían que se fueran todos. Ahora no", dice Mariu, que el mes que viene vuelve a la Argentina después de seis años. "Hay demasiada incertidumbre como para quedarme", argumenta.
Crisis y mudanzas
Carolina Climentzos decidió dejar todo en Buenos Aires para irse a vivir este año a Grecia con su novio, nativo de ese país. En abril, viajó para allá. Vivieron en Salónica y se mudaron a Atenas cuando empezó el calor, porque su novio trabaja en turismo. Hace diez días volvió a Buenos Aires para terminar sus trámites para la ciudadanía griega y, recién cuando los termine, en aproximadamente un mes y medio, volverá. No sabe qué país encontrará.
"Mis cambios importantes pasan en cada momento... En 2001 justo me había mudado sola y tenía que pagar el alquiler, y estalló la crisis. Ahora que decidí que me voy a Grecia, es el año más complicado", dice a LA NACION con humor.
"En 2001 justo me había mudado sola y estalló la crisis. Ahora que decidí que me voy a Grecia, es el año más complicado"
Climentzos, licenciada en Marketing de 41 años, recuerda que en 2001, cuando estalló la crisis, ella trabajaba en el área de compras de una importante fábrica de indumentaria, que sufrió un fuerte impacto por la devaluación. "Nos redujeron el sueldo. Una parte de la empresa no cobraba sueldo, sino que cobraban con productos. Otros cobrábamos según la venta", rememora. "Económicamente se te reducía todo lo que podías hacer", dice Carolina, que recuerda que a su tía "le agarró el corralito con un dinero de una casa que compró y no lo pudo sacar por años".
En 2001, Carolina guardaba su sueldo –reducido- para pagar el alquiler y poder continuar viviendo sola en la Capital, mientras su familia seguía en Temperley. Del mismo modo, hoy no se siente desalentada por el default y el corralito de Grecia y mantiene su idea de irse a vivir a Grecia, la tierra de sus abuelos. Allí, dice que hay una fuerte preocupación por el desempleo juvenil, pero ella afirma que si busca trabajo en el sector turístico, va a conseguir.
Así como el turismo sigue casi intacto, Carolina dice que la gente todavía no deja sus costumbres por la crisis económica. "Allá ir a tomar un café es como un ritual, como el mate para nosotros, y las cafeterías están siempre llenas de gente. También los lugares para comer. Eso me llamó mucho la atención", menciona. En esas mesas, la crisis, el corralito y el futuro de Grecia es hoy el tema obligado.