De la apuesta de Macron a un posible sismo político: qué puede pasar en Francia tras las elecciones anticipadas
Casi 50 millones de franceses acudirán este domingo a las urnas en la primera vuelta de los comicios convocados de manera anticipada por el presidente frente al crecimiento de la ultraderecha
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PARÍS.- Unos 49,3 millones de franceses son esperados este domingo en las urnas para la primera vuelta de unas elecciones legislativas históricas, en las que el país de los derechos humanos, segunda economía de la Unión Europea (UE), podría terminar siendo gobernado por la extrema derecha.
Aunque la precaución se impone, sobre todo en unos comicios a dos turnos donde el balotaje será determinante, las elecciones anticipadas convocadas por Emmanuel Macron abre varios posibles escenarios.
Una mayoría relativa para Macron
¿Y si Emmanuel Macron ganara su apuesta? Recuperar una mayoría -incluso relativa- en la Asamblea Nacional sería una victoria para el presidente francés. La misma le permitiría hacer olvidar las críticas de la disolución que decidió apenas conocidos los resultados de las elecciones europeas del 14 de junio, donde la extrema derecha Reunión Nacional (RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella obtuvo más del 31% de los votos. Hasta los indignados de su propio campo lo perdonarían, dejando atrás las comparaciones con 1997: una disolución decidida por el presidente conservador Jacques Chirac, que resultó en una cohabitación con un primer ministro socialista, Lionel Jospin.
En verdad, el palacio del Elíseo prefiere otra comparación histórica: la disolución decidida por Charles de Gaulle después de las revueltas estudiantiles de Mayo del 68, que provocó un tsunami gaullista contra “la chienlit” (el caos). La estrategia macronista consiste en marginalizar “los extremos”, es decir, a la Reunión Nacional y el Nuevo Frente Popular, asimilado a la extrema izquierda, debido a la presencia de La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Melenchon, y lograr una gran coalición de partidos moderados.
Jefe de campaña de esa coalición presidencial “Juntos por la República” y relativamente popular, el actual primer ministro, Gabriel Attal, sería en ese caso confirmado en su cargo. Aunque se hallaría confrontado a la misma configuración actual: una mayoría relativa que le impediría legislar.
Una mayoría absoluta para Le Pen
Si votaran por una mayoría absoluta de “bardellistas” -del nombre del actual presidente del partido de extrema derecha, Jordan Bardella- a la Asamblea, los franceses le confiarían directamente las llaves del gobierno. Sería un verdadero sismo político, aun cuando entre los vencedores figuren recientes aliados llegados del conservador Los Republicanos (LR), partido fundado por el presidente Nicolas Sarkozy. Esa hipótesis era inimaginable hace algunos años. La extrema derecha tenía tres diputados en 2012, nueve en 2017, 90 en 2022 (sobre 577 del hemiciclo).
En ese caso, desde el Elíseo, Macron se colocaría en “guardián” de la República. En 1986, al inicio de la sesión parlamentaria de la primera cohabitación, el presidente socialista François Mitterrand había definido claramente su papel advirtiendo que “la Constitución francesa atribuye al jefe de Estado poderes que no pueden ser afectados por una consulta electoral en la cual su función no está en tela de juicio”.
En este contexto bien diferente, ya no sería un presidente de izquierda que cohabita con un primer ministro de derecha, sino un mandatario de centro que cohabite con un jefe de gobierno de extrema derecha. Macron podría hace un copy and paste (copiar y pegar) e insistir en su papel de “garante del respeto de los tratados”, sobre todo europeos, y en su “obligación” de “garantizar la independencia de la justicia y los derechos y libertades definidos por la Declaración de Derechos Humanos y del Ciudadano de 1789 y el Preámbulo de 1946″, agregado a fines de la Segunda Guerra Mundial.
Hasta que Bardella aplique su programa de gobierno, las dos cabezas del Ejecutivo deberán acordar sobre la nominación de los ministros que se ocuparán de lo que en Francia se considera desde 1959 como el “dominio reservado” del jefe del Estado: las relaciones exteriores y la defensa.
Una mayoría relativa lepenista
Para RN, las elecciones son “a todo o nada”. “Para probarnos, nos hace falta una mayoría absoluta”, repite Bardella, respondiendo a todos aquellos electores que declaran su intención de votar por la extrema derecha “para probar, ya que el RN nunca gobernó”. En otras palabras, en caso de mayoría relativa -y eso es lo que predice la mayoría de los sondeos- el RN se negaría a gobernar cohabitando con Macron. Pero todo dependerá de esa mayoría relativa.
“Si el RN obtiene 250 diputados será muy difícil para Bardella negarse a gobernar. Sus electores no lo comprenderían”, afirma Bernard Sananès, del instituto de sondeo Elabe.
Una gran coalición ni-ni
Si la hipótesis “cohabitación con el RN” es desechada, Macron podría entonces retomar su gran proyecto de reunir en una misma mayoría el centro, la derecha moderada y la izquierda moderada. Esta vez, bajo la forma de una coalición gubernamental mayoritaria como existe en numerosos países de la UE.
Ideológicamente, aunque para nada homogéneo, ese diseño sería mucho más coherente que el Nuevo Frente Popular, que se extiende desde el centro-izquierda-social-liberal a la extrema izquierda anticapitalista y euroescéptica de Jean-Luc Melenchon (LFI). Para Emmanuel Macron, el gran objetivo perseguido desde el día mismo del anuncio de la disolución ha sido, por el contrario, defender la Unión Europea.
Ese es el escenario que el campo presidencial ha preparado en las últimas semanas. Los macronistas tienen la consigna de obtener la formación de un “arco republicano”, no presentando sus propios candidatos frente a candidatos de derecha o de izquierda moderados en la primera vuelta. La condición sine qua non es que esa mayoría alternativa pueda existir sin el RN y sin LFI.
Una mayoría de izquierda
Si su mayoría es relativa o absoluta, en ese caso la izquierda habrá ganado su apuesta. Una triple victoria, en realidad: la unión de candidaturas, un contrato de legislatura y la extrema derecha alejada del poder. Pero esto sería solo el comienzo. Primer obstáculo: designar un primer ministro. Contrariamente a la Nupes de 2022 —la alianza de izquierda formada tras las últimas legislativas y dominada por Melenchon, que lo hubiera llevado como primer ministro—, ningún eventual candidato se impone. Ya sea por la personalidad cada vez más divisiva de Melenchon o por la distancia ideológica entre social-liberales defensores de la UE, y antiliberales, que inscribieron en su programa su eventual desmantelamiento.
Y aunque en la actual situación de volatilidad política en que vive Francia es imposible rechazar alguna posibilidad, los especialistas dudan seriamente de una posible victoria de la izquierda. Para Fréderic Dabi, director general del instituto IFOP, además de los problemas ya evocados, “la izquierda carece de reserva de votos”.
“Hace diez años que la izquierda obtiene los mismos resultados en todas las elecciones: entre 30 y 32%”, señala.
Una Asamblea paralizada
Es el escenario del bloqueo. Con tres grandes campos que se opondrían sin que exista ninguna mayoría. Una situación totalmente inédita en la V República fundada por De Gaulle en 1958, en la cual las instituciones fueron imaginadas justamente para favorecer las mayorías y garantizar la estabilidad. El papel de un presidente “por encima de las peleas” tendría entonces que ser inventado. Si Bardella se negara a gobernar, el jefe del Estado podría ofrecer el gobierno a una personalidad extra-partidaria pero allegada a la extrema derecha.
En todo caso, institucionalmente, nada, absolutamente nada, obliga a Macron a renunciar hasta que concluya su quinquenio en 2027. El presidente ya excluyó con firmeza la hipótesis, sin olvidar que, según la Constitución, recuperará dentro de un año su capacidad de disolver nuevamente la Asamblea Nacional.
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