De Irán a Rusia: tres regímenes que enfrentan futuros sombríos
Las manifiestas debilidades de China, Rusia e Irán erosionan la preocupante atracción en el mundo de los sistemas autoritarios sobre las democracias liberales
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PARÍS.– Para que una autocracia perdure, no solo es necesario que disponga de medios de control y de terror. También debe convencer al pueblo que somete de que ningún régimen de libertad será mejor y que, por ende, no vale la pena asumir el riesgo de una rebelión. Pero si bien esa estrategia pareció funcionar bien en los últimos años, su futuro podría ser bastante más sombrío.
Con los tres principales miembros del club de dictadores —Irán, Rusia y China— enfrentados en este momento a severas turbulencias domésticas y el regreso de la cordura a las urnas en varios países, el largo invierno de la democracia parece llegar a su fin.
El colapso del mito de que las autocracias procuran mejores resultados militares, morales y económicos ha visto a los dictadores modernos perder prestigio en el exterior y legitimidad en sus propios países. Y, si bien nadie espera que ninguno de esos regímenes se derrumbe en poco tiempo, los demócratas del planeta deberían sentirse entusiasmados.
“En esos tres países, políticas profundamente impopulares terminaron identificándose con sus líderes, convirtiendo el cambio en algo imposible. Y mientras la distancia entre la retórica y la realidad aumenta, también lo hace la frustración popular”, analiza Bertrand Badie, profesor emérito del Instituto de SciencesPo.
De Irán a China
En Irán, las protestas masivas desencadenadas por el asesinato de una joven de 21 años, Mahsa Amini, inicialmente arrestada por violar las estrictas leyes religiosas sobre el uso del hijab, denuncian al líder supremo, el ayatollah Ali Khamanei, como responsable.
“El régimen está muy fragilizado. Es fácil comprobarlo a través de su forma de actuar”, explica la socióloga franco-iraní Azadeh Kian, que alude a una represión cada vez más brutal, así como a las ejecuciones públicas para provocar terror en la población. “El ocaso del régimen es evidente”, agrega, calificando de “revolución " y no de “rebelión” la acción de una nación “unida contra un régimen sanguinario y represivo” que sumergió a la mitad de la población en la pobreza.
En China, el régimen también suscita un rechazo cada vez mayor de la población. El incendio que mató a diez personas en Urumqi desató una sublevación nacional no solo contra la intolerable política de “Covid cero”, sino contra el mismo presidente, Xi Jinping, responsable de la misma.
“Es verdad, el régimen no va a derrumbarse de un día para otro, pero su decadencia comenzó”, estima Lun Zhang, profesor en la Universidad de Cergy-Pontoise.
A su juicio, es probable que asistamos a un aparente regreso a la “normalidad”. Pero será por poco tiempo. Después de haber vivido “en una gigantesca prisión durante tres años” debido a la política de “Covid cero”, a la que ahora se agrega una nueva, espantosa —y dudosamente — ola de muertos por la escasa calidad de las vacunas nacionales, los chinos aspiran a la libertad.
El coraje ucraniano para resistir a la invasión rusa, no solo inspiró al planeta. También acrecentó la presión política sobre el régimen autocrático de Vladimir Putin. Sobre todo después que su “guerra de 24 horas” se transformó en una pesadilla militar y económica de la que no parece saber cómo salir.
“El caso de Vladimir Putin, defendiendo un mundo que ya no existe, es ‘de escuela’. Si bien el autócrata del Kremlin tiene todos los elementos a su alcance para seguir manteniendo a su pueblo sojuzgado y controlado, los repetidos fracasos en el terreno militar y la complicada situación económica de Rusia permiten imaginarlo caminando por la cuerda floja”, analiza Badie, señalando que la supuesta “segunda” potencia militar del planeta “tuvo que recurrir a los mercenarios de Wagner” para (aparentemente) apoderarse de Soledar, una pequeña ciudad ucraniana de 10.000 habitantes, concluye.
Resistencia
A simple vista, se podría decir que esos tres episodios fueron las únicas buenas noticias en los últimos dos años para una democracia que, durante una década, vio el autoritarismo, el populismo y la xenofobia aumentar peligrosamente en el mundo. Sin embargo, si muchas de esas amenazas persisten, las democracias liberales consiguieron mantenerse en numerosos frentes.
En abril de 2022, el presidente francés Emmanuel Macron volvió a derrotar a su adversaria de extrema derecha, Marine Le Pen. En Alemania, la coalición de centro-izquierda consiguió hasta ahora capear la tormenta económica y energética desatada por la invasión de Ucrania, mientras que, en diciembre, el país evitó un intento de golpe de Estado organizado por militantes de extrema derecha decididos a derrocar al gobierno.
En Brasil, los electores volvieron a votar por el expresidente de izquierda, Lula da Silva, destronando al controvertido Jair Bolsonaro, cuya retórica racista y ultranacionalista le valió el apodo de “Trump de los trópicos”.
En cuanto a Donald Trump… Tanto él como su movimiento, MAGA (”Make America Great Again”), se encuentran en serios problemas. El expresidente de Estados Unidos, cuya incitación del 6 de enero de 2021 a la insurrección en el Capitolio amenazó los fundamentos mismos de la democracia norteamericana, terminó siendo —tanto él como su mensaje virulento y populista— dramáticamente rechazado en las elecciones de medio término de noviembre pasado.
Esta semana, en su informe anual sobre derechos humanos, la ONG Human Rights Watch comparte ese moderado optimismo. Su directora ejecutiva, Tirana Hassan, habla incluso de “importantes avances en 2022″.
“En los países más represivos, como Irán y China, hemos visto a simples ciudadanos hacer frente al régimen y descender a las calles para protestar contra políticas opresivas. Durante la terrible crisis ucraniana, aquellos que huían de la guerra fueron recibidos con los brazos abiertos en muchos países, obteniendo residencia y acceso a los servicios sociales. Nunca se había visto semejante apoyo a los refugiados en mucho tiempo”, dice Hassan.
Al mismo tiempo, la comunidad internacional lanzó cantidad de acciones para que los responsables de crímenes de guerra rindan cuentas. La Corte Penal Internacional se dio por tarea documentar los crímenes cometidos durante la guerra en Ucrania. Varios países también comenzaron a reunir pruebas.
“Sería necesario ahora que los mismos estándares sean aplicados en otras crisis. Sobre todo para los afganos y los sirios que escaparon de contextos desatendidos en su momento”, señala Hassan.
La imagen global
Es verdad que, mirando el planeta en su totalidad, las cifras hablan en contra de la democracia. Según Freedom House, solo 20% de la población mundial vive en naciones libres. El resto habita países considerados “no libres” o “parcialmente libres”. Un informe del instituto sueco V-Dem publicado este año fue todavía más pesimista, considerando que solo 34 naciones disfrutan de una auténtica democracia liberal, cuando en 2012 eran 42. Eso representa apenas el 13% de la población mundial, mientras que las dictaduras gobiernan “70% de la población del planeta”. Para los autores del estudio, todos los avances democráticos logrados desde la caída del Muro de Berlín en 1989, fueron “erradicados”.
Sería un error, sin embargo, creer que la gente aprecia las autocracias. Los pueblos pueden dar la impresión de que aceptan las leyes represivas “pero la represión funciona hasta cierto punto. Porque, fundamentalmente, nadie aprecia vivir en la opresión”, insiste Hassan.
Esa es la razón por la cual hay protestas populares más allá de China o Irán: de Birmania a Egipto, pasando por Hong Kong, Venezuela, Bangladesh y Tailandia. Aunque no siempre esos intentos en favor de la democracia consigan triunfar.
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