De actor de reparto a estrella en apenas cuatro años
WASHINGTON.- Cuando bajo por la escalera mecánica, aquel junio de 2015, parecía una broma, una curiosidad, un espectáculo más, de esos que se montan para las cámaras de televisión. Muchos supusieron que, en el mejor de los casos, la candidatura de Donald Trump sería una atracción secundaria, por cierto entretenida, pero difícilmente decisiva.
Cuatro años después, Trump dio el puntapié inicial de su campaña por la reelección con un acto masivo y atronador en Florida, y ya nadie duda de que es la fuerza dominante de la arena política actual, la persona que marca la agenda de debate nacional como no lograba hacerlo ningún otro presidente estadounidense desde hace generaciones.
Pero las próximas elecciones ya se van configurando como un examen, no solo del hombre, sino de su país. ¿El triunfo de Trump en 2016 fue una rareza histórica o un fiel reflejo de Estados Unidos en la era moderna? ¿El auge populista que lo aupó hasta la Casa Blanca se habrá agotado o las transformaciones que les ha imprimido a la nación y a su gobierno federal se extenderán más allá de su presidencia? ¿Qué clase de país quieren realmente los estadounidenses de hoy?
Más allá de lo que pensaran de Trump en 2016, ahora los votantes han tenido mucho más tiempo para evaluarlo, y el resultado de esa evaluación seguramente revelará más del humor social actual en la última superpotencia del mundo que cualquier decisión al voleo que hayan tomado hace cuatro años. Trump prometió detonar el sistema. Ahora los votantes decidirán si hacen falta más detonaciones.
"Pasamos de una elección en la que se jugaba poco a una elección donde está en juego todo", dice Brendan Buck, exasesor de Paul Ryan, último presidente republicano de la Cámara baja norteamericana. "Era tanta la gente que pensaba que ni siquiera era posible que ganara que el voto de cada uno parecía no importar demasiado. Hoy eso se revirtió totalmente".
Durante el próximo año y medio, el propio Trump tendrá la oportunidad de demostrar que no es tan solo una aberración que logró escabullirse hasta el cargo con una victoria en el Colegio Electoral, por más que su contrincante hubiese obtenido casi tres millones de votos más.
Desde el momento que asumió, Trump siempre fue muy sensible a los que percibía como cuestionamientos a su legitimidad de origen, especialmente con la investigación sobre la ayuda que habría recibido de Rusia para ser elegido. Así que nada revalidaría más su legitimidad que ganar un segundo mandato.
Con todas las ventajas de ser un presidente en funciones, Trump arranca su campaña desde una posición mucho más fuerte que aquel día de 2015: maneja la canilla de la recaudación de fondos, su voz tiene una amplificación mediática sin precedente, cuenta con las herramientas de gestión para recompensar o castigar, y el cartel de "Estados Unidos de América" siempre aparece a su lado, imponiendo fortaleza y respeto.
Además, Trump ha logrado un control tan férreo de su partido que en 2016 habría parecido inimaginable, si pensamos que los republicanos más viejos complotaron para arrebatarle la nominación durante la convención, y luego le pidieron que se bajara, poco antes de la elección de noviembre, sobre el supuesto de que se estrellaría.
Desde entonces, los "nunca Trump" se desvanecieron y los disidentes fueron purgados. El único otro postulante actual para la nominación de su partido es el exgobernador de Massachusetts William Feld, que no representa una amenaza evidente.
"Trump es presidente porque 'los deplorables' se negaron a aceptar la decadencia norteamericana decretada por las élites", dice Stephen Bannon, exestratega jefe de Trump. "Desde el día uno, la orden que impartieron fue la de atacar desde la retaguardia para invalidar su elección. Esta campaña es una continuación de la primera, con la misma ponzoña y las mismas promesas", agrega.
Sin embargo, Trump también es más vulnerable que muchos otros presidentes que buscaron la reelección. Por más que la economía esté fuerte, Trump es el único presidente en la historia que nunca, ni un solo día, tuvo el apoyo de la mayoría de los norteamericanos, según las encuestas de Gallup.
Y sus propias encuestas internas de estos meses lo muestran perdiendo en distritos claves, lo que primero lo llevó a negar la existencia de dichas encuestas, y luego a despedir a sus encuestadores.
Trump nunca logró ampliar su base de apoyo más allá de la gente que ya lo eligió, y en realidad, tampoco lo intentó: siguió fuertemente enfocado en retener el apoyo de sus bases, en detrimento de abrirse a sus opositores. Ya sea por inclinación personal o por cálculo, es una estrategia apta para una era de divisiones en la que a los norteamericanos les importa menos llevarse bien.
Por supuesto que cualquier discusión sobre Trump contiene un elemento de "el huevo o la gallina": ¿Trump es la causa o el resultado de la polarización en Estados Unidos? Las elecciones de 2020 podrían darnos una pista.
"Estamos muy divididos", dice Michel Kazin, profesor de Historia de la Universidad de Georgetown y coeditor de Dissent, una revista intelectual de centroizquierda. "Y todos nos preguntamos si esa división tiene que ver con Trump o dice algo más profundo sobre nuestra ideología política".
Los demócratas han buscado mostrar a Trump como un caso aparte en la historia norteamericana, algo que puede ser corregido en 2020.
"La historia analizará esta presidencia como una aberración", se atrevió a predecir el exvicepresidente Joe Biden durante un recorrido de campaña. El país "puede sobreponerse a los cuatro años de esta presidencia", dijo Biden, mientras que un segundo mandato de Trump implicaría "una amenaza existencial para el carácter de esta nación".
Algunos republicanos señalan que Trump representa el demorado reajuste de un partido que durante décadas se definió a sí mismo por oposición a la Unión Soviética. Sin ese sistema unificado de creencias, el Partido Republicano habría empezado a volver a sus raíces históricas anteriores a la Segunda Guerra, última vez en que fue popular la frase "Estados Unidos primero".
La campaña de Trump por la reelección también puede revelar hasta qué punto la política norteamericana gira en torno a las políticas públicas o a la personalidad de los líderes. El apoyo y la oposición a Trump suelen estar menos atados a políticas específicas que a evaluaciones sobre su persona: un luchador que combate a las élites en nombre de los rezagados o un narcisista vulgar sin el menor respeto por la ley.
"Todo esto no es más que una discusión sobre su personaje", dice Buck. "Hoy por hoy, Trump juega siempre de local. Define la agenda, define todo".
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
Otras noticias de Donald Trump, presidente de EE.UU.
Más leídas de El Mundo
"Grupos extremistas". El atentado fallido en Brasilia expone la polarización del país y revive el debate por el asalto del bolsonarismo
“Los hermanos sean unidos". Milei se emocionó durante su discurso, citó al Martín Fierro y Trump le agradeció
"Tiempos difíciles". Biden y Xi comienzan su despedida en Perú, tras la tensión por el megapuerto y el triunfo de Trump
Un bote salvavidas congelado. Cómo el iceberg más grande del mundo se convirtió en noticia y acabó transformando el océano que lo rodeaba