Darwin, la ciudad australiana que es clave en la estrategia de EE.UU. para contener a China en el Pacífico
La localidad ocupa un lugar central en los cada vez más estrechos lazos con Australia en cuanto a temas de seguridad y defensa
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Disuadir a una China cada vez más expansionista fue una de las prioridades de la reunión que mantuvieron el miércoles el primer ministro de Australia, Anthony Albanese, y el presidente estadounidense, Joe Biden.
En Darwin, una ciudad de unos 140.000 habitantes que es clave para la alianza de defensa en el Pacífico liderada por Estados Unidos, se siguió de cerca el encuentro. La guerra arribó por primera vez a las costas de Australia la mañana de un jueves de 1942 con la llegada al centro de esta urbe de 188 aviones japoneses.
Las bombas llovían sobre la costa, levantando arena roja y envolviendo en humo y fuego su puerto de aguas color turquesa. Aquel 19 de febrero, cuando tuvo lugar la primera de unas 200 incursiones en el norte de Australia a lo largo de la guerra, se produjo el ataque más mortífero en la historia del país hasta la fecha.
Ocho décadas después, Darwin es un tranquilo lugar de vacaciones que apenas tiene cicatrices visibles de la guerra. Sin embargo, existen temores latentes de que esta ciudad se sitúe nuevamente en el punto de mira en caso de un conflicto global.
Darwin, hogar de importantes bases militares que podrían jugar un papel crucial en caso de guerra con China, ocupa un lugar central en los cada vez más estrechos lazos entre Canberra y Washington, y también está en el foco de inversiones masivas de ambos gobiernos.
Pero, si bien el apoyo de EE.UU. reconforta a quienes desconfían de Pekín, existe cierta alarma entre los que temen que su hogar se convierta en un objetivo. “Están invitando al conflicto”, protesta la residente Billee McGinley, miembro del grupo activista local Top End Peace Alliance. Hace unos días el grupo se reunió para compartir sus preocupaciones a la sombra del Cenotafio, un monumento a los caídos en la guerra que asoló la ciudad.
“Nos sentimos como una ofrenda a sacrificar”, protesta.
El extremo norte
Darwin es, desde hace mucho tiempo, una ciudad militar. Aunque cruzarla lleva solo 15 minutos, alberga dos bases del ejército y una tercera se encuentra en su periferia. Es más común ver a alguien con uniforme militar que con traje y el rugido de los aviones sobre nuestras cabezas es parte de la vida diaria del lugar.
Las familias de los militares conforman una gran parte de la población, sin incluir a las miles de tropas internacionales que llegan cada año para entrenamientos y maniobras de guerra. Y aún mayor es la proporción de la industria de defensa sobre la economía.
Y está claro que la impronta de los militares en el llamado “extremo norte” del país no hará más que crecer. Australia sostenía en el pasado que no tenía que elegir entre Estados Unidos y China. Pero ese cálculo ha cambiado.
Los lazos entre Washington y Pekín se han deteriorado, y los reclamos de este último sobre el Mar de China Meridional y Taiwán se han vuelto más expansivos y amenazantes. Por eso, Canberra asegura haber recuperado su rol protagonista para garantizar la seguridad y la estabilidad en la región, con nuevos compromisos con los aliados y una revisión masiva de su gasto en defensa.
“Si observamos un mapa, la importancia estratégica de Darwin es obvia”, declara el analista de defensa Michael Shoebridge.
El gobierno australiano ha anunciado que enviará cientos de tropas más a Darwin y a otras ciudades del norte, y también ha prometido que una gran parte de su nuevo presupuesto de defensa se destinará a reforzar esta región. Y aunque Estados Unidos históricamente se ha centrado en Guam, Hawaii u Okinawa, ahora también está invirtiendo dinero en Australia.
Ya opera todo el año la base de espionaje de Pine Gap, en las afueras de Alice Springs, en el centro de Australia, y desde 2011 llegan rotaciones anuales de marines estadounidenses (este año unos 2.500) al Territorio del Norte, donde se encuentra Darwin.
En los últimos años Washington se ha comprometido a destinar unos US$2.000 millones de dólares para mejoras de la base y nuevas instalaciones.
En Darwin eso incluye un centro de operaciones y planificación de misiones y 11 tanques de almacenamiento de combustible para aviones, mientras en la base aérea de Tindal, un par de horas al sur, se construirán hangares para bombarderos con capacidad nuclear y un enorme búnker de municiones.
Australia y Estados Unidos también han firmado acuerdos bilaterales de defensa y el aumento de la cooperación militar ocupó un lugar destacado en la agenda del viaje de Albanese a Washington.
Los expertos creen que el refuerzo militar de ambos países en el extremo norte de Australia tiene como objetivo diseminar recursos y riesgos en la región para “complicar” cualquier estrategia de guerra de Pekín. Sin embargo, se trata sobre todo de prevenir la guerra.
“Es obvio que ni la diplomacia ni todos los foros y reuniones que existen en la región impiden la agresión e intimidación de China”, afirma Shoebridge.
Y agrega: “para disuadir el conflicto, es necesario que haya suficiente poder de fuerza que no esté en manos de China, para que Pekín comprenda que el costo del conflicto sería demasiado grande. Ninguna estrategia de defensa colectiva tiene sentido en nuestra región sin la participación de EE.UU.”.
En el punto de mira
Pero eso inquieta a algunos residentes de Darwin. Aunque hay opiniones diferentes sobre la probabilidad de un conflicto con China, les preocupa que el refuerzo defensivo no disuada a Pekín, sino que aumente las tensiones. Temen que la presencia estadounidense en Darwin pueda empujar a Australia a una guerra que no le incumbe y a convertir su ciudad en un objetivo.
“Si nos posicionamos como neutrales y pacíficos, sería un crimen de guerra venir aquí”, afirma McGinley.
Le preocupa tanto el futuro de Darwin que se replantea el futuro de su familia en la ciudad: “con una hija pequeña, estoy considerando si quedarme aquí o no”. También hay problemas más inmediatos. En los últimos meses, un infante de marina estadounidense fue acusado de violación y un helicóptero Osprey del país norteamericano se estrelló y explotó cerca de una escuela.
Y también se toma en cuenta el impacto que estas bases en expansión -y cualquier potencial ataque- podrían tener en el patrimonio cultural aborigen y la belleza natural por la que se conoce al Territorio del Norte.
Como hay tan poca gente viviendo en esta región, se la trata como “prescindible”, denuncia Diana Rickard, directora de la Top End Peace Alliance. “Esto siempre se ha considerado un terreno baldío... y todavía lo es”, asegura.
Naish Gawen, otro residente, se queja de que “los riesgos, impactos y amenazas se externalizan a las personas que viven aquí, pero cualquier posible beneficio es para la gente de otros lugares”.
La Alianza por la Paz lamenta que sus preocupaciones no parecen resonar en la comunidad ni recibir la atención de las autoridades. De hecho, al caminar por Darwin se percibe un ambiente general de indiferencia ante la presencia militar.
“No es algo de lo que haya oído hablar mucho”, confiesa Brianna, una vecina de la localidad de 30 años.
La cámara empresarial local y políticos de los dos principales partidos australianos destacan los beneficios económicos de las inversiones en defensa.
La ministra principal del Territorio del Norte, Natasha Fyles, y el ministro de Defensa de Australia, Richard Marles, no respondieron a la solicitud de comentarios de la BBC. Marles declaró anteriormente que Darwin es un “activo” nacional “importante”, lo que es “una buena noticia para la economía del Territorio”.
“Es fundamental que dejemos nuestra huella aquí”, aseveró en abril. Sin embargo, los expertos no descartan la posibilidad de que Darwin se convierta en un objetivo militar.
La estratega de defensa Becca Wasser ha pasado años pronosticando lo que podría suceder en caso de un conflicto en la región. En la mayoría de los escenarios que ha simulado, China intenta atacar con misiles a Australia.
Pero su éxito es limitado, considerando la tecnología que posee Pekín y los más de 4000 kilómetros que separan China continental y Australia.
“De hecho, la mayoría de los misiles no llegarían ni siquiera a las bases más al norte”, afirma.
Pero no es la existencia de las bases lo que convierte a Darwin en un objetivo, subraya. El factor clave es si Australia las utiliza para enviar tropas.
Australia se ha unido a casi todas las operaciones de coalición en las que Estados Unidos ha luchado en los últimos años, añade la experta, pero eso no es garantía de que el país decida unirse a guerras futuras.
“La decisión de contribuir con fuerzas a cualquier conflicto es una decisión política, y es una decisión que Australia toma por sí sola. No es algo que simplemente pueda determinar Estados Unidos”, explica.
Incluso aquellos cuyas familias vivieron el bombardeo de Darwin en 1942 parecen aceptar la nueva realidad militar de la ciudad.
Richard Fejo cuenta historias que le han transmitido su abuelo, Juma Fejo, y su tío abuelo Samuel Fejo. El anciano de la etnia larrakia asegura que sus familiares nunca se recuperaron de la pérdida de vidas humanas que presenciaron ni del impacto en su hogar ancestral.
“En la cultura aborigen decimos que la tierra es nuestra madre; y por eso algo tan terrible como el bombardeo de Darwin, para los habitantes de Larrakeyah fue como atravesarles el corazón con un cuchillo”, afirma.
Si bien se siente intimidado por la perspectiva de que la guerra regrese a su hogar, asegura considerarse “realista”.
“Estas personas que protestan y discuten sobre la presencia de estadounidenses en tierras de los larrakia, ¿qué opción nos ofrecen? Debemos recordar nuestro pasado, pero también debemos estar preparados para el futuro”, sentencia.
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