Damasco, sitiada y bajo fuego rebelde
El temor se apoderó de la capital siria
DAMASCO.– "Es la primera vez que siento temor. Estoy realmente preocupado", dice Samer Darbouli, un abogado de 31 años que llegó hace unos años de la ciudad de Homs, hoy convertida en el bastión rebelde.
La batalla por Damasco empezó hace más de un mes, pero en las últimas horas la escalada de violencia ha convertido a la capital siria en el objetivo clave de los grupos armados disidentes que buscan el fin del régimen de Bashar al-Assad.
La ciudad capital está bajo asedio desde los suburbios. Dentro del casco urbano los opositores no tienen armamento, pero las manifestaciones se multiplican en barrios como Al Midan, Al Qaboun, Barzah Al Balad, Jobar y Rokn Ad Dien. "Mi madre me llama a cada hora desde Homs, porque el sonido de los disparos y los morteros es constante. Pero no creí que el conflicto podría llegar hasta acá", dice con angustia Samer.
Las barricadas de cemento -similares a las de Bagdad- se construyeron en tiempo récord y hoy se multiplican por toda la ciudad, frente a las sedes de los ministerios y oficinas del Estado. El Ministerio del Interior tiene una doble muralla de más de cinco metros de altura, que los obreros terminaron hace apenas dos días.
Los alambres de púa aparecieron en los imponentes paredones de varias embajadas y se reproducen aceleradamente los puestos de control militar en las calles de la ciudad.
En los techos de los edificios gubernamentales -considerados objetivos militares para las fuerzas rebeldes del Ejército Libre de Siria-, grupos comando de francotiradores vigilan desde lo alto el movimiento en las calles.
Damasco, que había permanecido en calma durante varios meses, cuando la rebelión se extendía a otras ciudades, apareció de un día para otro con puestos de control permanentes: sus residentes empiezan a sentir temor por los ruidos de los disparos, a medida que se radicaliza el conflicto.
Los accesos a la ciudad están vigilados por el ejército sirio y los apagones son cada vez más frecuentes, como consecuencia de los sabotajes que realizan los grupos armados a la infraestructura eléctrica.
"¿Qué pasa en Damasco? Mafi, mafi [nada]", responde una elegante mujer que camina con bolsas de ropa en las afueras del mercado de Al Hamidiyyi. Su respuesta quiere negar la compleja situación que vive la ciudad, donde ya estallaron coches bomba en la sede de la agencia de seguridad del Estado y el cuartel general de otra dependencia oficial. El saldo fueron decenas de muertos y cientos de heridos en una ciudad que se creía segura. Y que ahora vive un clima muy distinto.
A tan sólo media hora de Damasco, hace unos días fue incendiada una comisaría. Los suburbios de la capital se han convertido en refugio de los rebeldes y el régimen lucha para sofocar el levantamiento con una operación militar a gran escala.
El control de la capital es crucial para el triunfo de los rebeldes y el régimen lo sabe muy bien. Por eso trata de reforzar el despliegue militar en Damasco en una semana crucial, en la que el Consejo de Seguridad de la ONU debate la situación en el país.
El régimen de Bashar al-Assad también tiene sus seguidores, que organizan marchas multitudinarias a favor del líder y que llegan a tener hasta un millón de participantes.
Hasta ahora, los habitantes de Damasco veían todo el conflicto por televisión. Parecía algo lejano, una guerra que se combatía en otro país.
Pero todo cambió en los últimos días. "Nosotros confiamos en el gobierno de Al-Assad. El nos va a proteger", dice Alí, un abogado de 27 años, sin demasiada convicción. "Espero que los grupos armados no lleguen hasta aquí. Es lo peor que nos puede suceder a todos los sirios", agrega con pesar.
Los combates en los suburbios empezaron el domingo y todavía no se conoce con certeza la cantidad de muertos porque el acceso a la zona de combates está acordonado.
"Fue terrible. Hubo disparos toda la noche. Tardé seis hora en salir", dijo a LA NACION un taxista que aceptó acercar a esta periodista a los suburbios donde se lleva a cabo el operativo militar de las tropas regulares contra las fuerzas rebeldes.
En la zona de Ghouta (oasis en árabe), ubicada al este de la capital, "están usando tanques y artillería pesada", según contaron varios testigos. Ghouta, un área agrícola que rodea Damasco por el Sur y el Este, y que separa la ciudad de la estepa siria, padece una gran variedad de problemas ambientales, incluyendo la escasez de agua debido a escasas lluvias. De hecho, el futuro abastecimiento de agua de la capital depende de la situación de esta zona, donde en pocas décadas se dio un desarrollo descontrolado y un rápido crecimiento de la población.
Desde Ghouta se elevan columnas de humo negro. Llega también información sobre enfrentamientos en Harasta. Un residente que huyó de Ein Tarma contó que desde que empezaron los combates, el domingo, hay cortes de electricidad y de agua en la zona.
"Hay explosiones y disparos", cuentan activistas que estuvieron cerca de la zona de combates , y agregan que todos los accesos están bloqueados.
Los medios oficiales apenas mencionan la operación militar, que funcionarios del régimen definieron como "labores habituales de las fuerzas de seguridad para establecer el orden". Ellos también acusan a los medios occidentales y árabes de magnificar los hechos para aumentar la presión internacional sobre el régimen.
Estos "delincuentes" a los que hay que combatir son los miembros del Ejército Sirio de Liberación, cuya presencia ha crecido de forma progresiva en los alrededores de la capital, donde llegaron a establecer puestos de control y levantaron la bandera verde, blanca y negra de la Siria anterior a la llegada del partido Baath.
Los combatientes rebeldes habían advertido el domingo que había una amplia campaña militar en marcha, que se extendía desde Rankous en el Norte hasta las ciudades circundantes en el este de Damasco. Fue apenas el comienzo para una ciudad que percibe que ya nada será igual.
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