Cumbre de las Américas: el plan de los académicos para mejorar las relaciones de EE.UU. con América Latina
La propuesta quiere romper con la inercia de las agendas marcadas según las estrictas necesidades de Washington y ofrece una mirada que beneficie al continente
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Tres décadas después del muchas veces cuestionado Consenso de Washington, el conjunto de recetas que mal o bien suscitó cierta mirada común a nivel continental de política y economía, lo que parece prevalecer en estos momentos es una doble desconexión, entre los países latinoamericanos, por un lado, y entre la región y Estados Unidos, por el otro.
Es esta desconexión y su lastre al desarrollo lo que está en el centro de un nuevo estudio, elaborado por una red de académicos de universidades latinoamericanas, y que será presentado en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles, a la par de las sesiones plenarias y las bilaterales.
Nadie tiene interés, mucho menos los autores del estudio multidisciplinario, de volver al Consenso de Washington. Por el contrario, lo que está en la agenda es una serie de propuestas de desarrollo que toman en cuenta las necesidades de siempre y las exigencias más novedosas del siglo XXI, desde la pobreza secular hasta el daño medioambiental.
Titulado Las Américas en tiempos adversos: en busca de una agenda renovada, el documento subraya que el continente se encuentra “en el momento de mayor incertidumbre e inflexión geopolítica mundial en tres décadas y en el que hay más desarticulación que diálogo a nivel regional”.
Las ideas planteadas en el trabajo, que involucró al Colegio de México y a las universidades Di Tella, de la Argentina, y Los Andes, de Colombia, ofrecen, según sus autores, una visión regional sobre cómo superar el deterioro en las relaciones con Estados Unidos.
Se trata de coordinar las agendas nacionales para encarar los muchos desafíos compartidos: la desigualdad social, las migraciones, las amenazas a los regímenes democráticos, los derechos humanos, el medioambiente y la transición energética. Y en este juego, que convoca a todos los gobiernos, es esencial contar con Washington. Pero en nuevos términos.
“Normalmente la agenda interamericana se define de Washington hacia el sur, y el intento del informe es definir la agenda de las relaciones interamericanas desde el sur hacia el norte, y desde la sociedad civil hacia los gobiernos, que han fallado”, dijo a LA NACION la coordinadora del estudio, Guadalupe González.
“El segundo mensaje tiene que ver con que se requiere una gran visión, no separar y segmentar los temas. La guía debe ser lo social, que siempre ha quedado relegado por intereses geopolíticos o económicos o por consideraciones electorales o ideológicas de los gobiernos”, agregó González, politóloga del Colegio de México.
Si la nueva agenda exige un renovado entendimiento con Estados Unidos, ¿cómo involucrarlo en esta propuesta de relación, más sana y creativa, sin caer en la dependencia o padecer la indiferencia? ¿Cómo dar con un vínculo interdependiente que rinda dividendos para todos?
Según deja ver el estudio, las políticas de Washington con relación a sus numerosos vecinos del sur, desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos, no pasan de ser actuaciones sectoriales, casi espasmódicas, sin estrategia de conjunto y volcadas a inquietudes específicas.
“En Estados Unidos las inercias estratégicas y burocráticas se articulan con las necesidades de política interna, lo que desde hace varios años inclina la balanza a favor de respuestas unilaterales y enfoques bilaterales tradicionales cuando se plantean las relaciones con sus vecinos del sur”, señala el informe. Y pone como ejemplos la relación con América Central, regida por la cuestión migratoria, y la relación con Colombia, donde prima el interés por la lucha contra las drogas.
Oportunidades
Un punto importante -y vale para todos los países- será crear conciencia, según se desprende del reporte, sobre temas de los que se habla mucho y se piensa poco. Saber qué se tiene entre manos para actuar en consecuencia. Por ejemplo, el evidente peso de China como potencia económica, un dato de sobra conocido pero no bien evaluado. Existe el conocimiento, pero no la comprensión.
Según el informe, “es mínima la reflexión en común, la investigación conjunta y la conversación colectiva entre América Latina y el Caribe, Estados Unidos y Canadá acerca de las oportunidades y los riesgos diferenciados que puede representar el ascenso de China. Aquí hay un área de oportunidad por cultivar”.
El objetivo de fondo es que las propuestas del estudio, al que contribuyeron especialistas de la región en distintas disciplinas, pasen a ser decisiones políticas. Para eso se deberá bajar a tierra, salir del aula, de la sala de conferencias, de la torre de marfil, y patear la calle, las alcaldías y los congresos.
“La propuesta es persuadir a los gobiernos a través de la movilización de organizaciones sociales y de comunidades epistémicas, es decir redes de especialistas, activistas y medios. Esa es la manera. De la misma manera que se construyó la agenda ambiental”, dijo González.
Nadie se interesaba en la ecología hasta entrados los años setenta, recordó la analista. Era inexistente a nivel de calle y de gobierno. ¿Y cómo empezó la presión? “Pues fueron científicos, activistas y medios que pusieron el tema en la agenda. Y no quedó más, a la larga, que comenzar a adoptarla. Esa es la estrategia”.
En Estados Unidos les espera una tarea tenaz, tendiendo puentes con organizaciones sociales y universidades, así como gobiernos locales y estatales, muchos de ellos sensibles a una agenda social. También consideran esencial involucrar a la diáspora de origen hispano, como la numerosa comunidad mexicano-americana.
A esa tarea desde abajo, de sociedad civil, se sumará una labor de acercamiento al gobierno de Joe Biden, subrayando que la agenda social propuesta se ajusta muy bien a los intereses del líder demócrata, que dio a su plataforma una impronta de infraestructura, medioambiente y equidad.
Entre el trabajo de base y la tarea en las alturas de la Casa Blanca se encuentra también “la necesidad de que el Departamento de Estado, y en particular las agencias de cooperación hacia América Latina, tengan un mayor papel”, dijo González. Y sentenció: “Esto, porque están relegadas, sobre todo por los aparatos de seguridad, como el Comando Sur y otros. Ellos son los que deciden la agenda”.
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