Cubierta de ceniza, Tonga teme ahora la llegada de la pandemia a un país libre de Covid
La nación insular necesita la ayuda internacional, pero los socorristas podrían contagiar a los locales en momentos de extrema vulnerabilidad
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SÍDNEY.- Tras la épica erupción volcánica y posterior tsunami que sacudieron al reino insular de Tonga, finalmente se iniciaron las operaciones de limpieza y evacuación de la isla. Después de días de absoluto silencio, el gobierno de la nación isleña habló de un “desastre sin precedentes” y surgieron las primeras fotos aéreas que muestran que esas islas normalmente verdes hoy están cubiertas de polvo y ceniza.
Los esfuerzos internacionales para entregar ayuda se vieron impedidos por la densa nube de ceniza que cubría el martes el principal aeropuerto del país, así como por la caída del tendido eléctrico y una amenaza a largo plazo menos obvia: el riesgo de que los extranjeros traigan el Covid a un país que hasta ahora estuvo libre del virus.
Hasta la mañana del martes, el alcance de los daños era en realidad una incógnita, debido a la caída de las comunicaciones en toda la isla tras la erupción del sábado por la noche. Pero en la primera actualización oficial del martes por la noche, el gobierno de Tonga informo que había comenzado el recuento de víctimas y confirmó el fallecimiento de tres personas: un ciudadano británico, una mujer de 65 años y un hombre de 49 años.
La erupción provocó “un penacho volcánico en forma de hongo” y olas de tsunami de hasta 15 metros de altura que golpearon las costas occidentales de varias islas. El servicio de Internet seguía caído y las comunicaciones funcionaban de manera limitada en las diversas islas del país.
Siempre según el comunicado del gobierno, el domingo por la mañana se enviaron equipos de búsqueda y rescate, y se confirmó que casi todas las viviendas de las islas más afectadas, como Mango, Fonoifua y Nomuka, sufrieron daños o quedaron virtualmente destruidas. El gobierno también informó la apertura de centros de evacuación y la distribución de artículos de emergencia. La ceniza volcánica, señaló, “ha afectado gravemente” el suministro de agua potable.
Australia y Nueva Zelanda se han movilizado para llevar ayuda por aire y por mar, como lo han hecho en otras oportunidades, después del embate de ciclones y otros desastres naturales habituales en la región. Cualquier esfuerzo por brindar ayuda externa a Tonga, un país de unas 100.000 personas que cerró sus fronteras en 2020 y aún no las ha vuelto a abrir, tendrá que superar obstáculos logísticos, sin descuidar el frágil equilibrio sanitario del país.
“Lo primero que debería preocuparnos es estar 100% seguros de que no introduciremos el coronavirus en el país”, dice Jonathan Pryke, director del Programa de las Islas del Pacífico en el Instituto Lowy, un grupo de expertos independiente de la ciudad de Sídney. “Cualquier gesto de buena voluntad que pueda suscitar esta catástrofe quedará en la nada si traen en virus a la isla.”
Los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda dicen que hay formas seguras de entregar ayuda. De todos modos, desde que el volcán submarino entró en erupción, lanzó cenizas a 30.000 metros de altura y provocó un tsunami que golpeó a países de todo el Pacífico, los funcionarios y las familias de Tonga que viven en el extranjero han expresado su preocupación por el riesgo de que los trabajadores humanitarios internacionales sean causantes de un brote de Covid en la isla.
Historia de epidemias
Y esos miedos son un reflejo de las situaciones traumáticas del pasado. En toda la Polinesia, una región de alrededor de 1000 islas salpicadas por el Pacífico Sur, las enfermedades traídas por personas que vienen de afuera son un tema con cientos de años de historia.
El contacto habitual con las fuerzas colonizadoras de Europa llegó relativamente tarde a lugares como Tonga -el capitán James Cook navegó por el archipiélago en 1773, 15 años antes de que el primer grupo de británicos se estableciera en Australia- pero de todos modos sus efectos fueron devastadores. Durante el siglo siguiente, epidemias sucesivas de sarampión, disentería y gripe, todas enfermedades traídas por los europeos, arrasaron con las comunidades isleñas en todo el Pacífico Sur.
Un estudio histórico publicado en 2016 reveló que en Hawái, Fiyi, Tonga, Samoa y Rotuma (una dependencia de Fiyi), la propagación del sarampión a principios del siglo XIX se cobró la vida de una cuarta parte de la población de los isleños de todas las edades.
Con la gripe española también llegó a Tonga otra ronda de muertes en circunstancias todavía más dudosas. Según Phyllis Herda, historiadora de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, se cree que el virus llegó de la gripe española llegó a Tonga en noviembre de 1918 a bordo de barco a vapor llamado Talune, cuyo capitán, John Mawson, había ocultado el riesgo de contagio al zarpar de Auckland.
Cuando el Talune amarró en el puerto de Nuku’alofa, capital de Tonga, con 71 pasajeros y tripulantes enfermos, Mawson al parecer dio la orden de que todos a bordo “se vistieran y fingieran no estar enfermos”, para poder descargar el vapor. En el brote que se desató en las semanas siguientes murieron casi 2000 tonganos, alrededor del 8% de la población de la isla.
Así que no sorprende que el Covid sea evaluado a la luz de aquella infausta experiencia. Hasta ahora, Tonga ha reportado un solo caso de Covid positivo, en octubre pasado, y exige que los viajeros que llegan al país hagan cuarentena durante 21 días. Alrededor del 60% de la población del país ha recibido dos dosis de alguna de las vacunas contra el coronavirus.
Curtis Tu’ihalangingie, vicejefe del Alto Comisionado de Tonga en Australia, dijo que los funcionarios de Tonga están en comunicación con los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda y los socios donantes para instrumentar la entrega de la ayuda de una manera segura que no comprometa la situación sanitaria de la isla.
Las organizaciones de asistencia humanitaria de Australia y el resto de la región informaron que han delegado en los gobiernos la decisión sobre la mejor manera de ayudar.
“No enviaremos a nadie a menos que nos lo pidan, y llegado el caso actuaremos como nos indiquen”, dice Katie Greenwood, directora de la oficina del Pacífico de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Grenwood agregó que la Cruz Roja tiene alrededor de 70 voluntarios en Tonga, con acceso a suficientes suministros de emergencia para socorrer a unos 1200 hogares, incluidas lonas impermeables, kits de autoconstrucción de refugios, mantas y colchones.
Difícil saber si será suficiente. Un vuelo de la Fuerza de Defensa de Nueva Zelanda con destino a Tonga y programado para el martes fue pospuesto debido a la acumulación de ceniza en la pista de aterrizaje.
Con la caída del cable internacional de internet de Tonga, los teléfonos satelitales de las delegaciones de Nueva Zelanda y Australia eran los únicos medios de comunicación de la isla, mientas el mundo estaba en vilo a la espera de información.
Tu’ihalangingie, delegado diplomático de Tonga en Australia, dijo que pasarán semanas antes de que se restablezca por completo el servicio de internet o las conexiones telefónicas con el mundo exterior.
“Las comunicaciones con la isla siguen siendo limitadas”, le dijo el diplomático a la emisora ABC Radio en Australia. “Todavía no tenemos comunicación directa con nuestro gobierno”.
Por Damien Cave e Isabella Kwai
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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