Cuba, una sucesión para preservar el régimen
Raúl Castro diseñó un relevo generacional que descarta por ahora la transición política
¿A quién pondrá Fidel Castro al frente del gobierno cuando muera Raúl? El chiste circulaba en La Habana en 2007, cuando el comandante había superado los peores momentos de una grave enfermedad intestinal que lo obligó a ceder el poder a su hermano menor. El líder de la revolución se recuperaba y su longevidad volvía a ser un asunto recurrente en la calle.
Seis años después, la vieja guardia de la Sierra Maestra, ya octogenaria, cayó en la cuenta de que el tiempo apremia para el relevo generacional. Y ha diseñado cuidadosamente una sucesión orientada a preservar el sistema de partido único en la era post-Castro.
El hombre elegido para dirigir la nueva camada de líderes de esa Cuba post-Castro es un joven dirigente surgido de las bases provinciales del Partido Comunista (PCC), Miguel Díaz-Canel, de 52 años, nombrado hace una semana primer vicepresidente del Consejo de Estado, es decir, "número dos" del régimen. Si se cumple el guión diseñado por el presidente Raúl Castro, Díaz-Canel, ex ministro de Educación y ex vicepresidente del Consejo de Ministros, sucederá al general cuando éste deje el poder, en 2018.
El anuncio de Raúl durante la constitución del nuevo y rejuvenecido Parlamento fue interpretado por algunos sectores de la disidencia cubana como el punto de partida de un cambio político en la isla. Es el caso del socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa, para quien comienza ahora "la transición política, el último ciclo de los que hicieron la revolución". Pero el resto del arco opositor considera esa decisión del régimen una "reproducción del modelo de gobierno".
Para el ensayista cubano Rafael Rojas, lo que se ha producido en Cuba es sólo el anuncio de una sucesión. "Incluso si se llegase a reformar la Constitución [como sugirió Raúl Castro], estableciendo un máximo de dos quinquenios en los cargos públicos, estaríamos en presencia de una sucesión dentro del mismo sistema y no de una transición. Para hablar propiamente de un tránsito del totalitarismo al autoritarismo, ya que un tránsito a la democracia está, por ahora, descartado, debería pasarse del partido único al partido hegemónico", subraya el intelectual cubano.
Descartada la transición política por el propio Raúl en su discurso ante el Parlamento ("fui elegido para mantener el socialismo, no para destruirlo"), el diseño de la era post-Castro debía ofrecer algún otro tipo de "reformas". Raúl no posee la sagacidad política de Fidel, pero ha demostrado ser un gran gestor del tiempo. Desde que llegó al poder, en 2006, ha sabido dosificar las reformas económicas y sociales con promesas que se iban postergando hasta que un buen día se aprobaban. Con cuentagotas, abrió el mercado de la vivienda, fomentó el trabajo por cuenta propia y destrabó los viajes al exterior, entre otras iniciativas. Ahora, designa a un joven dirigente civil (no a uno de sus ministros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias) con fama de negociador como su posible sucesor y anuncia que se retirará dentro de cinco años.
"Fidel y Raúl se han dado cuenta de que no pueden gobernar eternamente, y si quieren que quede algún remanente de la revolución cuando ellos desaparezcan será mejor preparar a un sucesor, preferiblemente alguien que, en su opinión, posea una fuerte capacidad de liderazgo y esté comprometido con sus ideas y con la continuación del modelo", explica Peter Hakim, del think tank Diálogo Interamericano.
Un sucesor, en definitiva, que esté en sintonía con el esquema ideológico del régimen y que ofrezca a la vez una imagen de renovación. Pero a Díaz-Canel, el personaje elegido para llevar a escena el gatopardismo caribeño, lo espera antes una prueba más compleja: la demostración diaria de su lealtad. Consciente de que será no sólo escrutado sino vigilado literalmente día y noche, el "número dos" deberá avanzar sin dar pasos en falso, tejiendo alianzas en las dos plataformas de poder en la isla: el Partido Comunista y las FAR. Lo observarán de cerca los dirigentes históricos: José Ramón Machado Ventura (a quien sucede en el cargo), Ramiro Valdés y Abelardo Colomé Ibarra, que se hicieron a un lado para dejarle paso, aunque no está claro qué esferas de poder están dispuestos a cederle.
El camino de Díaz-Canel no está exento de riesgos. No sería el primer delfín en ahogarse en el acuario del Palacio de la Revolución, aunque se diferencia de sus predecesores en que nunca antes se produjo una designación tan formal de un sucesor para los Castro.
La búsqueda de ese delfín joven y brillante comenzó en los 90, cuando Fidel se rodeó de las perlas de las juventudes comunistas para formar futuros líderes. En el Grupo de Apoyo del Comandante, el gobierno en la sombra durante años, se foguearon los Robaina, Lage, Pérez Roque, Valenciaga y compañía. Todos ellos cayeron en desgracia por diferentes "deslealtades".
Con tantas defenestraciones, no es de extrañar que la cantera de la revolución se resintiera. Raúl se ha dado un plazo de cinco años para buscarle colaboradores a su delfín. Del renovado Consejo de Estado sólo destacan dos: el canciller Bruno Rodríguez y el ex ministro de Economía Marino Murillo. Ambos tienen algo en común con el "número dos": su falta de carisma. ¿De dónde surgirán entonces esos cuadros que aseguren la renovación generacional? "El relevo más probable -sostiene Rojas- se encuentra en las bases provinciales del partido y en los sectores intermedios de los ministerios estratégicos."
Pero la gran incógnita no es ésa. El enigma es el propio Díaz-Canel. Si logra sobrevivir en el ecosistema del régimen, ¿qué Cuba tiene el delfín de Raúl en la cabeza?
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