Cuba: los reiterados apagones eléctricos profundizan el malestar social
A un año de las masivas protestas contra el gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel, las interrupciones en el servicio de energía aumentan el descontento generalizado de la población
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BOGOTÁ.- La “cosa” (situación) en Cuba está en “candela” (en llamas). La protesta nocturna en Los Palacios, pequeño municipio en Pinar del Rey, la región más occidental de la isla, recordó de inmediato al estallido social del año pasado. Un mini-11J retrasado al 14, con parecidos ingredientes pero con un desencadenante fundamental, el mismo que quita el sueño al presidente Miguel Díaz-Canel: los constantes apagones eléctricos.
Desde mediados de marzo, las interrupciones del servicio eléctrico son diarias y de hasta diez horas, pero en verano caribeño se multiplican los efectos para la población. Julio y agosto son los meses que consumen mayor energía, lo que ha profundizado el malestar general. Todo ello cuando esta semana se impedía con más represión la celebración del primer aniversario del día que hizo temblar a la dictadura.
Como si se tratara de un regreso al finales del siglo pasado, en pleno Periodo Especial y con temperaturas tan extremas como las de hoy, cuando los cubanos aprovechaban las sombras constantes para realizar las primeras pintadas en contra de la revolución. “¡Pongan la corriente, pinga!”, se convirtió en el grito de protesta de los pinareños en Los Palacios, junto a otros más tradicionales, como “¡Abajo la dictadura!”.
Los videos comenzaron a circular al instante, pero la revolución ya estaba preparada, con cortes en el servicio de Internet. Incluso horas después se dificultaba el rastreo de lo sucedido, al desaparecer los documentos audiovisuales de las cuentas de Facebook que habían dado la primera voz de alerta.
Horas después, la versión oficial reducía el malestar ciudadano a “las inconformidades del pueblo, que propició que salieran a la calle, incluso a compartir con las autoridades”. El motivo del apagón, según las mismas fuentes oficiales, fueron las “inclemencias del tiempo, que afectaron un cable principal”.
La verdad es que la crisis eléctrica es tan aguda que ha obligado al propio Díaz-Canel a ponerse al frente de los equipos que trabajan en las termoeléctricas, que han sufrido incendios y averías, mientras intentan paliar su falta de mantenimiento y antigüedad. De las 13 que funcionan actualmente, ocho ya han cumplido 30 años y cinco son las plantas flotantes alquiladas a Turquía para evitar el colapso.
Para medir lo peliagudo de la “cosa”, los trabajadores de estas plantas son tratados en los medios castristas de propaganda como si fueran héroes de Bahía Cochinos o de las campañas de alfabetización.
El gobierno ha echado mano de la retórica habitual, el embargo de EEUU, para justificar las deficiencias, junto a las roturas en varias de las termoeléctricas “imposibles de prever”. Para más inri, el primer mandatario, que ha vaticinado “días difíciles”, es ingeniero electrónico.
“Los apagones son muy duros y de hecho parece que no mejorarán en el corto futuro previsible”, adelantó para LA NACIÓN el disidente socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa, vicepresidente del Consejo de Transición Democrática, detenido en las horas previas al 11J y sobre el que la Seguridad del Estado mantiene un cerco de vigilancia.
Las quejas en las redes sociales se multiplicaron ayer, cuando la isla celebró el Día del Niño. A un año de las protestas la escasez de alimentos, medicinas y la inflación, más los apagones, siguen agobiando la vida cotidiana de los cubanos. “El Ministerio de Economía y Planificación (MEP) había estimado previamente que la economía creció un 2% en 2021, lo cual representaría un tercio del crecimiento promedio estimado para la región, y quedaría lejos de reponer la contracción de 10,9% en 2020. La economía cubana ha tocado fondo y comenzó su recuperación muy lenta desde el segundo trimestre de 2021, después de estar decreciendo durante siete trimestres consecutivos (desde el tercer trimestre de 2019)”, advierte para LA NACIÓN el economista Pavel Vidal.
Como si se tratara de una tormenta perfecta (“tormenta Sri Lanka”, la denomina Cuesta Morúa), el naufragio de las termoeléctricas ha forzado al gobierno a desviar parte del consumo de combustible en el transporte a las plantas generadoras de electricidad, lo que ha aumentado la escasez de gasolina para vehículos, ya tradicional. A su vez, la producción y distribución de alimentos y productos de primera necesidad se ve dificultada por los mismos condicionantes, lo que profundiza la inflación.
Ha pasado un año y la “cosa está en candela”. “Lo que ha sucedido este año es que las razones estructurales de la crisis, como la pobreza y la desigualdad, se mantienen, con más impacto en los sectores populares y racializados del interior. La sociedad cubana, a pesar del terror, es más desigual, más crítica y está cansada. Las causas que hicieron el 11J pueden postergarse, pero están vigentes”, resumió para LA NACIÓN el historiador Armando Chaguaceda.
“Y actualmente andan acelerados para ajustar todos los mecanismos de represión disponibles. La capacidad y la disponibilidad de la sociedad cubana para la protesta los está desbordando”, concluye Cuesta Morúa.
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