Cuántos son y a dónde van: la pesadilla de los refugiados que escapan de Ucrania
Los países vecinos abrieron sus puertas para recibir multitudes en tiempo récord; el aporte de empresas, que brindan desde alojamiento hasta asientos de avión gratuitos; historias de desesperación y de solidaridad
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El 3 de marzo de 2022, a los empujones y en medio de gritos y sollozos, Yuliya Semenova abordó un tren que iba desde Kharkiv —su ciudad natal y epicentro de la guerra— con destino a la fronteriza Lviv sin mirar atrás. Acompañada de su padre enfermo, su hermana, sus sobrinas, sus dos gatos y lo que pudo empacar entre bombardeos y sirenas, abandonó de la noche a la mañana todo lo que había construido en sus 39 años de vida en Ucrania.
“No tuvimos opción. Los civiles son exterminados como insectos en Kharkiv”, cuenta a LA NACION desde Budapest esta gerenta ucraniana, que lideraba un equipo de 16 personas en MD Estate, una de las tres mayores empresas que comercializa metales en su país.
Después de una breve estadía en Lviv, Semenova y su familia llegaron a Hungría, pero tienen intenciones de trasladarse a Alemania o Eslovaquia próximamente. “Aquí hay gente por todas partes y no hemos encontrado una vivienda gratuita. Pasamos unas noches en un albergue y ahora estamos definiendo a dónde ir”, relata.
“Avalancha humana”
Como Semenova, millones de ucranianos se convirtieron inesperadamente en refugiados cuando lograron escabullirse en masa del país para buscar seguridad en otras naciones. En su visita al paso fronterizo de Palanca, Moldavia, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), Filippo Grandi, habló de una “avalancha humana” Ya atravesaron más de 100.000 personas, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, esa vía de escape.
Al igual que Moldavia, los países de la región abrieron sus puertas a los más de 2,7 millones de ciudadanos que huyen de la guerra. Polonia acogió a más de la mitad de ellos. “Incluso Hungría, que no ha sido un país amigable con los refugiados, ha mostrado una gran solidaridad”, indica a LA NACION Erno Simon, vocero de Grandi. El portavoz confiesa que se encuentra atónito frente a la extrema velocidad con la que evolucionan las cifras de desplazamiento.
“Estamos ante lo que podría convertirse en la mayor crisis de refugiados de Europa en este siglo. La situación es muy fluida y cambia a cada hora. Es imposible tener una visión exacta, pero creemos que 12 millones de personas dentro de Ucrania pueden estar desplazadas mientras que más de cuatro millones de refugiados podrían necesitar protección y asistencia en los países vecinos en los próximos meses”, señala a este medio Zoran Stevanovic, portavoz de Acnur en Europa del Este.
Solidaridad entre países vecinos
Piotr Dabrowski repasa como nunca las historias que le contaba su abuelo sobre la Segunda Guerra Mundial. Pasaron 77 años desde entonces, pero el pasado de su abuelo y su presente tienen un denominador común: ninguno de los dos imaginó que tendrían una guerra a gran escala a la vuelta de la esquina. Es precisamente ese recuerdo el que impulsó a este polaco a ayudar a familias de refugiados. Él es solo un ejemplo de un número incalculable de personas que se solidariza en medio de la crisis humanitaria.
“Lo que hicimos y estamos haciendo como nación polaca no es nada especial. Es simplemente ser humano con otros humanos”, dice a LA NACION Dabrowski, un ingeniero civil que vive en Varsovia.
Desde donaciones hasta transporte y alojamiento gratuito, miles de polacos se dispusieron a recibir un éxodo masivo en tiempo récord. En la frontera, los ciudadanos incluso se acercaron para recepcionar a los más chicos con peluches y juguetes.
Dabrowski no dudó en ofrecer su vehículo para transportar a ucranianos desde el lugar de entrada hasta Varsovia. Tampoco lo hizo su padre, que el pasado 25 de febrero, lejos de temer a los bombardeos rusos, rescató de la ciudad de Lviv a una familia ucraniana que alojó en su casa.
“A través de una de las organizaciones que ayudan a los ucranianos en Polonia, mi novia y yo hemos acogido en nuestra casa a una joven ucraniana con dos hijos. No tiene familia en la Unión Europea, así que probablemente se quede más tiempo con nosotros”, contó Dabrowski.
Ante el avance de las tropas de Vladimir Putin y el aumento de ataques en decenas de ciudades -incluso cerca de las fronteras recientemente- el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, aseguró que al menos 66.000 hombres que estaban en el exterior regresaron para defender a su país. “Tengo muchos compañeros ucranianos en el trabajo. O debo decir tenía. Muchos de ellos volvieron a Ucrania para pelear en la guerra. Los polacos también iríamos”, confía Dabrowski.
En Moldavia, Krystal, una norteamericana que llegó al país hace un mes, lleva varios días hospedando familias en su casa para luego continuar su viaje hacia Europa occidental. Trabaja en una ONG para niños en Chisinau, cuya sede funciona hoy como refugio para brindar alimentos a los ucranianos. A la joven no se le borra la imagen del primer hombre que asistió. Estaba con dos de sus hijas y esperaba a que su esposa y otra hija lograran cruzar la frontera: “Tenía lágrimas en los ojos cuando lo conocí. Estaba definitivamente angustiado”, recuerda.
Desde alojamiento hasta acceso laboral
En medio del desborde, Acnur trabaja en un plan de respuesta que garantice el acceso de los refugiados a un alojamiento seguro, atención sanitaria y educación -la mitad de los ucranianos que salieron del país son niños-. En tanto, la Unión Europea adoptó la semana pasada de manera unánime una norma que permitirá otorgar protección temporal a los refugiados que lleguen a los Estados miembro. La directiva data de 2001 y fue aprobada después de las guerras de los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia, pero nunca había sido activada.
Está diseñada para ofrecer protección inmediata a personas que llegan de forma masiva a territorio comunitario y no pueden volver a sus países por guerras, violencia o violaciones de los derechos humanos. La normativa facilitará a las personas que hayan huido de Ucrania, sea cual sea el Estado miembro donde se encuentren, un permiso de residencia, acceso al mercado laboral y a la vivienda y asistencia médica.
La oleada de desplazados también impactará a América Latina, donde los gobiernos ya comenzaron a solidarizarse con Ucrania enviando donaciones para contribuir a la ayuda humanitaria. También prevén planes para alojar refugiados en el territorio, como en la Argentina, que autorizó la concesión de residencia por razones humanitarias a extranjeros ucranianos y sus familias, con un plazo de permanencia de tres años.
“Tenemos que estar preparados en América Latina, no sabemos exactamente la cantidad de gente que estamos esperando. Eso dependerá de la capacidad de absorción de los países vecinos a Ucrania y también de los ucranianos, porque muchos quieren regresar a su país cuando la situación lo permita”, plantea a LA NACION Juan Carlos Murillo, representante de la oficina regional Acnur.
La ayuda de empresas
Asimismo, numerosas ONG y empresas privadas internacionales se organizaron para brindar apoyo. La aerolínea húngara de bajo costo, Wizz Air, ofrecerá 100.000 asientos gratuitos. La iniciativa abarca a todos los vuelos en Europa que salgan de los países fronterizos con Ucrania. Por su lado, Bollig Mobility Group, una importante compañía de logística de Luxemburgo, y HelpBus, una pequeña asociación alemana, entre muchas otras, enviaron autobuses para recoger ciudadanos ucranianos. HelpBus transporta en promedio 200 personas por día desde Polonia a Colonia, una ciudad en el oeste de Alemania. “Están agotados, pero dispuestos a aceptar la situación. Muchos de ellos quieren volver rápidamente a Ucrania cuando termine la guerra”, describe a este medio Nikls Neumann, uno de los fundadores, sobre las condiciones de los pasajeros, entre quienes hay niños huérfanos.
En Eslovaquia, la iniciativa Who Will Help Ukraine, que involucra a 39 ONG humanitarias y más de 1000 voluntarios, ya encontró hogar para 907 adultos y 386 niños. “Lo que más necesitan de nosotros es comprensión y empatía. Muchos de ellos acaban de pasar por un infierno. Tenemos que ser sensibles a eso”, expresa su vocero a LA NACION.
Gigantes de la tecnología también se sumaron a estas iniciativas. Airbnb ofreció alojamiento sin costo en algunas de las propiedades que la plataforma tiene en su catálogo para más de 100.000 individuos. Por su parte, BlaBlaCar, un servicio francés de vehículo compartido, informó a este medio que habilitó la opción para disponer viajes gratuitos en Ucrania, Polonia, Rumania y Hungría, eliminó los límites máximos en la cantidad de asientos para que los voluntarios transporten la mayor cantidad de personas posible y alentó a los conductores a agregar la mención “voluntario” en su perfil para ser identificados más fácilmente. “No hace falta decir que BlaBlaCar no cobra comisión por los viajes en Ucrania y Polonia”, comenta Itziar García, la vocera del servicio de viajes.
Desde el Comité Internacional de la Cruz Roja en Hungría afirmaron a LA NACION que están proporcionando alimentos e información a las personas que llegan a la estación de tren de Nyugati, en Budapest, y que han movilizado a su equipo médico para prestar atención sanitaria básica en los pasos fronterizos de Lónya y Záhony. “Hasta ahora, no ha habido necesidad de una atención sanitaria más seria, pero esto puede cambiar en el futuro. En general, llegan en un estado mental sorprendentemente bueno, pero muchos de los que han escapado de los combates y perdieron familiares en los bombardeos necesitaron asistencia psicosocial”, relatan.
Semenova, que ha sido testigo de los horrores de esta sanguinaria guerra, mantiene el optimismo contra todo pronóstico. “Con 39 años tengo que comenzar mi vida de cero. Pero creo que todo saldrá bien. Soy responsable de mi familia y no puedo rendirme. Lo principal es que estamos todos vivos y que hoy dormimos bajo un cielo apacible”, agradece pese a todo.