Cuando los campos son un factor de desarrollo
En lugares como Kenya o Jordania, la llegada de refugiados dinamizó la economía
El drama de los refugiados suele estar asociado a las crisis humanitarias como la que se reflejó ayer en Calais. Sin embargo, las migraciones forzosas, una tragedia que padecen 65 millones de personas, pueden también beneficiar a los países receptores.
De esto dan cuenta la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y el Banco Mundial (BM) en el documento Desplazados a la fuerza, recientemente publicado.
A través de casos puntuales, se revelan los impactos socioeconómicos favorables para las comunidades alcanzados tras la llegada de los migrantes que escapan de la guerra, la violencia o el hambre.
Los campos de refugiados en Kenya o Jordania que se tornan dinamizadores regionales o los miles de sirios que abren negocios en el sudeste de Turquía son apenas algunos ejemplos que desafían el discurso de aquellos que promueven la aplicación de políticas xenófobas.
"Los refugiados tienen un gran potencial", apunta Duke Mwancha, miembro de la Acnur en Kenya. "Con las políticas adecuadas, ellos pueden aportar valor a los países receptores", dice Duke vía telefónica a LA NACION desde Nairobi.
Al ubicarse en zonas marginales con baja población y atraso económico, los campos pueden volverse focos de desarrollo regional. El caso de Daadab, en el este de Kenya, es un ejemplo. Con casi 400.000 habitantes, es el mayor del mundo.
Veinte años atrás, este lugar era "un grupo de refugios primitivos". Hoy, en cambio, constituye un "ajetreado centro regional" con un poder adquisitivo "relativamente sólido", subraya el informe.
Los mayores ganadores de este mercado espontáneo son "los pequeños comerciantes y los pastores de la zona vecina de Garissa", dice Duke. El comercio entre locales y refugiados incrementó el empleo y los salarios, que son hasta 60% más altos que en otras partes del país.
"La asistencia humanitaria debe trasladarse gradualmente hacia otro paradigma que brinde a los refugiados las herramientas para que puedan vivir por sus propios medios", afirma Duke. "Los refugiados necesitan ganar dinero -dice-, pero quieren ganárselo haciendo lo que saben hacer. Ellos no desean ayuda, sino trabajo", agrega.
Según el informe, el impacto suele ser mayor en países que acogen un gran número de refugiados en relación con su población. Es el caso de Jordania, donde casi un décimo de sus habitantes son refugiados. En el Norte está el campo de Za'atari, que desde su apertura, en 2012, recibió más de 80.000 refugiados sirios, volviéndose la cuarta ciudad del país y el mayor de Medio Oriente.
En Jordania, "el panorama es esperanzador", dice Ashish Thakkar, miembro de la Fundación Global de la ONU. A principios de año, el gobierno jordano alcanzó un acuerdo con el BM que busca atraer negocios e inversiones. Como parte del programa, se prevé la concesión de 200.000 permisos de trabajo a los refugiados sirios para que puedan acceder a la economía formal.
"Jordania está pasando de un enfoque puramente humanitario a la búsqueda del desarrollo", apunta.
En Za'atari hay más de 3000 pequeñas empresas, cuenta Thakkar, y agrega que aquí se creó un corredor comercial bautizado Los Campos Elíseos, en alusión a la tradicional avenida parisina. Aquí hay desde bicicleterías y puestos de artesanías hasta cafeterías, pizzerías y tiendas de vestidos de novia.
El caso de Turquía es paradigmático. En este país, que acoge más refugiados que ningún otro (2,54 millones), se abrieron 4000 empresas sirias desde 2012. La ciudad de Kilis, por ejemplo, no tenía ningún negocio sirio en 2010. Cuatro años más tarde, el 34% de las nuevas empresas eran sirias. En Gaziantep, las firmas sirias pasaron de ser sólo tres en 2010 a 600 en 2015. Este fenómeno se reflejó en el PBI turco, que creció 4,8% en el primer trimestre de 2016. La agencia Standard & Poor's atribuyó parte de ese aumento al "vertiginoso crecimiento de las empresas del país vecino y al mayor consumo de los sirios en la economía turca".
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