Crisis en Italia: Renzi impone condiciones y se dificulta un arreglo
ROMA.- ¿Despegará el tan trillado "Conte Ter", como fue bautizado un posible nuevo y tercer gobierno de Giuseppe Conte? O se hundirá, dando lugar a la otra opción de la que se habla en estos días, la de un gobierno de salvación nacional o institucional, liderado por el prestigioso expresidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi?
En este marco de suspenso, se acerca el momento de la verdad para la resolución de la crisis política más inexplicable e intrincada de los últimos tiempos que vive Italia, considerada totalmente inoportuna al darse en plena pandemia.
Mañana por la tarde el presidente de la cámara de Diputados, Roberto Fico, deberá "subir" al Palacio del Quirinal, sede de la presidencia, para informarle al presidente, Sergio Mattarella, si tuvo éxito, o no, en la misión imposible que le encargó: ver si podía recomponer las terribles fracturas de la mayoría de gobierno saliente, para que nazca el "Conte Ter".
Napolitano de 46 años y miembro del ala más de izquierda del antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E), después de arduas reuniones por separado durante el fin de semana con los protagonistas de la crisis política, Fico logró hoy un milagro. Sentar alrededor de una misma mesa -llamada "maxi-tavolo"-, a los representantes de los partidos de la coalición de gobierno saliente de Conte. ¿El objetivo? Discutir y sellar un nuevo "pacto de legislatura": algo donde aún eran demasiados los puntos de desacuerdo.
El gobierno de Conte se vio obligado a renunciar la semana pasada, después de que el expremier, Matteo Renzi, líder del pequeño partido Italia Viva (IV), decidió patear el tablero. Si bien se cree que Renzi quiso eliminar a Conte, que detesta, él asegura que actuó así por el bien de Italia, que según él está desaprovechando la oportunidad histórica de gastar bien el fondo de 209.000 millones de euros prometido por la Unión Europea (UE) para la reconstrucción pospandemia.
Si bien los dos partidos que forman la caolición de gobierno saliente, el M5E y el Partido Democrático (PD), de centroizquierda, habían advertido que "nunca más" habrían formado un gobierno con Renzi, definido un "traidor", "no confiable" y un "irresponsable", debieron dar marcha atrás. Todo cambió al fracasar el nacimiento de un consistente grupo parlamentario "contiano", formado por centristas, alternativo a IV.
Es así que Renzi, aún denostado, pasó a ser indispensable para el nacimiento de un "Conte Ter" o de otro gobierno liderado por otra persona, alternativas indispensables para evitar el otro escenario-tabú: las elecciones anticipadas. Nadie quiere ir a las urnas no solo porque es totalmente desaconsejable en plena pandemia, sino porque ganaría la derecha soberanista, según sondeos y porque los más de 900 parlamentarios quieren seguir dos años más cobrando su sueldo. Muchos de ellos nunca más pisarán el Parlamento, que fue drásticamente reducido en términos numéricos (de 630, en la próxima legislatura los diputados pasarán a ser 400 y los senadores de 315 bajarán a 200).
En un clima de suspenso, es justamente por todo esto que en las cruciales negociaciones en el "maxi-tavolo" y para justificar su puñalada a Conte, Renzi iba a imponer condiciones. E iba a pretender sellar un pacto que implicara cambios radicales en el próximo gobierno. No solo en el manejo del fondo de 209.000 millones de euros –una montaña de dinero ambicionada por todos, equivalente a dos planes Marshall-, sino también en cuestiones que tienen que ver con el plan de vacunación anticoronavirus -semi paralizado debido al caos en la distribución de las dosis de parte de las grandes compañías farmacéuticas- y con reformas pendientes tanto en la justicia, como en la ley electoral y en la economía.
Según indiscreciones, Renzi apunta a hacer rodar las cabezas del ministro de Justicia, Alfonso Bonafede y de Educación, Lucia Azzolina, ambos del M5E y a conseguir cuatro ministerios (Desarrollo Económico, Educación, Infraestructuras y Transportes y Agricultura).
La gran pregunta es si Conte, cercano al M5E y de todos modos aún muy popular -tanto es así que está pensando en un partido propio, que cosecharía el 15% de los votos-, aceptará semejantes sacrificios, que significarían una victoria para Renzi y para él, un regreso humillante a Palazzo Chigi (sede del gobierno).
Pero todo pende de un hilo. En un clima efervescente, se teme que Renzi, llamado "el jugador de póker" y "el demoledor", suba la apuesta. Y en otra jugada extrema, pida también la cabeza de Conte, para luego jugar la carta Draghi e impulsar al expresidente del BCE, servidor del Estado más que respetado, sobre todo en la UE, que podría ser respaldado en un eventual gobierno de salvación también por la derecha del expremier, Silvio Berlusconi e incluso por la Liga de Matteo Salvini.
En un mensaje a sus seguidores, Renzi se manifestó confiado en que pronto se resolverá esta "pazza" (loca) crisis política, que volvió a reivindicar, porque sirvió para que finalmente se pudieran discutir temas cruciales para el país. "Al final de esta semana tendremos, espero, el nuevo gobierno", pronosticó el senador florentino. "Deberá estar a la altura de los desafíos de este período y deberá ser un gobierno de personas capaces. Sólo así se salva a Italia, sólo así", arengó.
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