Crisis en Venezuela: una jornada que pudo ser la peor pesadilla de Maduro pero no logró el cese de su mandato
El desafío opositor chocó contra la realidad venezolana, aquella que dice que la capacidad de supervivencia de la revolución no tiene límites porque es a costa de su pueblo. La última y más sorprendente ofensiva lanzada por el presidente encargado, Juan Guaidó , y por Leopoldo López , dirigente opositor liberado en la madrugada por los agentes de la policía política que lo custodiaban, no consiguió el «cese de la usurpación» de Nicolás Maduro en una jornada que los venezolanos no olvidarán por mucho tiempo, en donde se reportaron más de medio centenar de heridos y al menos un muerto.
Roberto Ampuero, canciller chileno, adelantó lo que parecía el final de la "batalla": López, su mujer, Lilian Tintori, y su hija habían ingresado como huéspedes en la embajada de Chile en Caracas tras fracasar en su intento de derribar al hijo de Chávez. La misma sede diplomática donde su mano derecha, Freddy Guevara, permanece asilado desde 2017.
En ese momento, Guaidó permanecía en un lugar seguro y sin ánimo de refugiarse, en primera instancia, en ninguna embajada, según sus colaboradores. La sublevación parecía sofocada, al menos en su primera parte, pero una ausencia, la de Maduro, aumentaba el misterio. El jefe bolivariano no compareció ni una sola vez durante las primeras 14 horas y sólo lo había realizado de forma digital, a través de un único tuit encabezado por la expresión "¡Nervios de acero!".
La ausencia del jefe bolivariano, invencible en maratones televisivos, fue uno de los grandes misterios del 30-A, hasta que reapareció por cadena nacional, 16 horas después de iniciada la sublevación. "Este fue un día de acontecimientos, emociones; de contraste entre la Venezuela de paz y la Venezuela de violencia, de violación de los derechos y la Constitución; la Venezuela del golpe de Estado entregada a los intereses de la oligarquía colombiana y los intereses gringos", señaló.
Maduro se mostró escoltado por la cúpula militar entre quienes se encontraba el nuevo jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia, el criticado general Gustavo González López. El líder bolivariano destituyó al general Cristopher Figuera, quien se supo durante el día que se había unido a los sublevados.
Durante la cadena televisiva, Maduro responsabilizó de los acontecimientos a Leopoldo López y lo definió como "un verdadero asesino y fascista", y lo acusó junto a Guaidó de estar "huyendo de embajada en embajada". Sin embargo, sentenció: "El pueblo de Venezuela ha escuchado mi llamado".
Las fuerzas gubernamentales reprimieron con extrema dureza a los rebeldes y los esperados pronunciamientos militares en cadena, en favor del Parlamento democrático, no se sucedieron tal y cómo se esperaban, más allá de los que acompañaron a los líderes opositores en la madrugada.
La ofensiva final contra Maduro fue liderada tal y como sucede desde el 5 de enero por Guaidó, quien llamó a no abandonar las calles hasta que la Operación Libertad resultase triunfadora. Sin embargo, la represión hizo retroceder a manifestantes y rebeldes no sólo en Caracas, sino por todo el país. A lo largo de la jornada, en la oposición crecía el pesimismo, al comprobar que los militares no se pronunciaban en favor del Parlamento democrático. El órdago contra el líder bolivariano había fallado, aunque Guaidó permanecía en un "lugar seguro", a la espera de dictar nuevas órdenes a sus seguidores.
El sueño de Sudán, una movilización de más de un millón de personas que tomase las calles para derribar al presidente, se convertía así en pesadilla a medida que pasaban las horas y la represión y la desinformación alejaban de las calles a buena parte de los seguidores opositores.
Guaidó reapareció pasadas las 20 locales (una hora más en la Argentina) para hacer un llamado a seguir la lucha pacífica en las calles, tras una jornada histórica durante la que asegura que "Maduro no tiene el respaldo ni el respeto de las Fuerzas Armadas, mucho menos del pueblo venezolano". El líder opositor llamó a seguir en las calles minutos después de conocerse, según el gobierno de Chile, que Leopoldo López se había trasladado desde la legación suramericana a la Embajada de España. Le acompañan su mujer, Lilian Tintori, y su hija, según el canciller Roberto Ampuero.
"Mañana primero de mayo continuamos en las calles, en los puntos de concentración, nos veremos en las calles", subrayó a sus seguidores, quienes se mantienen todavía concentrados en pequeños grupos en distintos puntos del país.
"Hoy [por ayer] es un día histórico para el país en el inicio de la fase definitiva para el cese de la usurpación. La protesta genera resultados, nos escuchan en las Fuerzas Armadas. Ellos llamaron y fuimos al encuentro en apenas horas. Podemos lograr el cambio en Venezuela", concretó Guaidó, quien remarcó su llamado a los militares para seguir en la Operación Libertad
La toma de las calles
Los líderes de la oposición apostaron por la calle sin retorno, como tantas veces les habían exigido. El primer movimiento de Guaidó fue decretar la amnistía para López, ejecutada por los agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) que le custodiaban en su arresto domiciliario. Oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana y agentes de la Policía se sumaron a lo largo del día al pronunciamiento militar, con enormes paradojas: parte de la tropa que ha custodiado el Parlamento, siempre impasible ante los ataques de los radicales y dispuesta a golpear a los diputados, se unió a la causa democrática.
Algunos de los militares rebeldes lucían brazaletes azules para diferenciarse de sus antiguos compañeros de armas, parecidos a los que en su día portó el policía sublevado Óscar Pérez, ejecutado el año pasado por fuerzas gubernamentales tras ser asediado en su escondite, según la investigación del Parlamento y las fotografías de la autopsia desveladas por la antigua fiscal, Luisa Ortega. Brasil informó al final de la jornada que 25 de esos militares, ninguno alto cargo, se habían refugiado en su legación diplomática.
Guaidó se dirigió al país y al mundo desde fuera de la base aérea de La Carlota, que nunca estuvo bajo control del Parlamento, en una primera prueba de que la revolución mantenía prietas sus filas en los cuarteles. Desde antes de que saliera el sol, la presencia de ambos líderes de Voluntad Popular fue constante, lo que contrastaba con la ausencia del presidente que más horas permanece en las pantallas de televisión. Desde el general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, hasta los comandantes más importantes del ejército, como Remigio Ceballos y Jesús Suárez Chourio, subrayaron su fidelidad revolucionaria.
La estrategia opositora se adelantó de esta forma 24 horas al Primero de Mayo, día en el que se había anunciado una protesta nacional de gran dimensión. En cada lugar del país donde se concentraban ciudadanos para apoyar el levantamiento, que reclama el cese de la «usurpación» y el regreso al hilo constitucional, aparecían policías nacionales y guardias nacionales para reprimirlos con gases lacrimógenos, perdigones, incluso balas.
«Aquí estoy, luchando por la libertad de mi país. Tengo una hija de 12 años que nunca ha visto la democracia. Y estoy aquí por eso. Esperemos que hoy sea el día. Esto tiene que cambiar por completo», resumía el actor y humorista José Sánchez minutos antes de que policías nacionales embistieran con gases lacrimógenos contra los presentes.
El blackout informativo ordenado por el Gobierno bolivariano abarcó teléfonos, redes sociales, Youtube y Periscope, incluso una reconocida emisora de radio, Radio Caracas Radio, cerrada por el ente gubernamental Conatel. Más tarde salieron del aire la CNN y la BBC, para un total de ochos canales internacionales censurados en lo que va de año. Para las televisiones locales, pertenecientes al gobierno o arrodilladas a él, ayer sólo era la víspera del Día del Trabajador.
La estrategia del Parlamento democrático era clara: convocar al pueblo en la calle y resquebrajar la unidad bolivariana en el ejército con más generales del planeta, 2.000, en su inmensa mayoría muy beneficiados por la revolución. El generalato mantiene el monopolio de la importación y distribución de alimentos y productos básicos.
Los enfrentamientos más fuertes se sucedieron en torno a la base de la Carlota, donde jóvenes y militares gubernamentales se enfrentaron con fiereza. Unos con piedras y otros con todo su material represivo.
Muy cerca, en Altamira, Guaidó y López, acompañados por los soldados que se rebelaron, empezaron a caminar con la multitud hacia el centro de Caracas con un objetivo imposible: el Palacio de Miraflores. La euforia se desató, todos intentaban sacarse una foto, incluso mujeres con bebés recién nacidos en brazos sacaban fuerza para colarse entre el equipo de seguridad. «Bajen, bajen», gritaban jóvenes encapuchados a los manifestantes que los observaban. Algunos se entusiasmaban, otros preferían ver los toros desde la barrera.
Desde un edificio del Ministerio de Transporte, paramilitares amenazaban con disparar a la multitud, hasta que lo hicieron, hiriendo a varias personas, entre ellas una joven con un balazo en el estómago. Buena parte de la marcha se dispersó, sin que quedará claro cuáles serían los siguientes pasos. Más de medio centenar de heridos se reportaron en Caracas y al menos un muerto en el interior, al disparar paramilitares contra el sobrino de un diputado opositor.
La pelea fue de muchos, incluso de los que avanzan en dificultad en silla de ruedas. «Estoy aquí luchando por mis hermanos venezolanos, por la situación del país. Ya no se puede más, esto no tiene ni pies de cabeza. ¡Pa la calle, venezolanos!», resumió Óscar Sánchez, en silla de ruedas y con un pañuelo contra los gases. Hoy Venezuela se despertará, un día más, sin pies ni cabeza.
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