Crisis en Perú: en las calles de Lima, alivio tras la tormenta política y decepción por otro gobierno fallido
Un día después de la destitución de Pedro Castillo de la presidencia, en la capital dominaba la expectativa; hubo una manifestación en favor del exmandatario que creció con las horas
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LIMA.- Del alivio a la rabia, los peruanos recibieron este jueves el cambio de gobierno con emociones encontradas por el sorpresivo destino del expresidente Pedro Castillo, que pasó de la cima del gobierno al calabozo en solo cuatro horas, aunque hubo más expectativa que desilusión de una población más bien decepcionada con quien fue su presidente durante algo más de un año.
El ambiente en la capital estaba enrarecido, sin ser necesariamente nervioso. Y las sensaciones de la gente daban para todos los gustos, desde una mayoría de limeños que intentaba seguir con sus rutinas, a una marcha fervorosa, pero minoritaria, que creció con las horas en defensa del dirigente izquierdista que dio un fallido autogolpe de Estado cuando estaba por ser “vacado” (o destituido).
De modo que quien hasta el miércoles era presidente pasó a ser, según se escucha repetidamente en los medios, el “expresidente golpista vacado”, una larga denominación que pretende abarcar todos los matices de su estatus.
La policía desplegó efectivos en todo el centro histórico de la ciudad, donde se encuentran los edificios del gobierno, con vallados que cortaban o restringían los accesos a esas sedes para evitar la llegada de la marcha, que finalmente irrumpió en las cercanías.
“Esto es un desastre. El Congreso no deja trabajar al presidente, y como lo cierra, lo bajan. Somos gente humilde sin trabajo, y cuando un ‘cholo’ viene a gobernar, lo sacan”, dijo a LA NACION Hisías Fernández, una mujer llegada del interior en respaldo del exmandatario, un maestro rural que fue sindicalista antes de lanzarse a la presidencia, el año pasado.
“Quiero apoyar al presidente Castillo, nunca se ha visto que no lo dejen trabajar y luego lo echen. Los poderosos tienen todo, el pueblo sale a la calle porque no tiene otro recurso. Quiero que se respete al pueblo, que somos mayoría”, dijo por su parte Marylin, una docente limeña.
Pero fuera de la marcha y sus alrededores, las opiniones cambiaban. “En lo personal no estoy ni con los que lo sacaron [a Castillo] ni con los que lo defendieron. Yo no lo voté. Al final el que no sale a trabajar no tiene plata, y eso es todo lo que importa. El gobierno no nos ayuda. Acá mismo no nos dejan trabajar, siempre viene la policía a corrernos a los vendedores ambulantes”, dijo Eduardo Anaya, un joven de 23 años que vendía globos en una abarrotada zona comercial.
“Pistola en la sien”
Unas cuadras más allá, en un sector de mayoría de negocios chinos, con unas cuadras incluso ambientadas al estilo tradicional, un hombre de bigote vendía los conocidos sombreros de paja con forma de cono. Y al parecer a buenos precios, porque se le iban rápidamente de las manos mientras comentaba su parecer sobre el expresidente, similar al de Anaya. “El hombre se puso solito la pistola en la sien y se disparó. Si hubiera esperado un poco más capaz que los suyos en el Congreso lo salvaban, pero se apuró y así le fue, lo detuvieron cuando trataba de escapar. Y bien merecida tiene la cárcel, el suyo fue un gobierno corrupto e incompetente”, dijo a LA NACION Ramón Liceras, un remisero de 72 años.
En una calle cercana a la Plaza de Armas, en el centro de Lima, dos venezolanos contaron cómo vivieron la caída de Castillo desde la perspectiva de un extranjero.
“Somos venezolanos, así que para nosotros es demasiado fácil elegir con quién estamos. Claramente no estamos con Castillo. Venimos de Venezuela, es decir que venimos del futuro. Si seguía Castillo, Perú iba en el camino de Venezuela”, dijo José, un inmigrante de 30 años que estaba haciendo un trabajo de remodelación en un edificio junto con otro compatriota, llamado John.
Y aún en medio de una crisis política que tendría a cualquier país pendiente y paralizado, los peruanos se toman su tiempo para seguir el Mundial de Qatar. Los medios lo cubren y la gente lo comenta. Incluso tienen sus favoritos, como todo el mundo. No dejes que la caída de un presidente arruine un buen torneo, se podría decir.
“Argentina le va a ganar a Holanda 3 a 1″, se escucha de pronto en un sencillo local de comidas, donde se venden sopa y otras minutas. Quien lo dice se llama Jorge Parragás y vivió en la Argentina en los años noventa, más precisamente en Barracas, trabajando en una concesionaria.
Mientras toma una sopa de fideos en compañía de un amigo, vaticina el resultado del partido y asegura, consultado sobre Castillo, que su salida fue buena para el país. “No representa al típico peruano, que se sabe desenvolver, que se sabe expresar. Cuesta creer que un profesor, o un maestro como le dicen ustedes, tenga tan poca preparación”, dijo Parragás, entre otras críticas al exmandatario, aunque prefirió seguir hablando de su añorada Buenos Aires.
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