Crisis en Brasil: Porto Alegre repite escenas de Manaos y sufre por el caos sanitario
Desde hace una semana, la capital del estado de Rio de Grande do Sul, limítrofe con la Argentina, mantiene el 100% de ocupación de las unidades de terapia intensiva
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RÍO DE JANEIRO.– Si en 2020 Manaos se convirtió en la postal brasileña del desastre, con un nuevo pico este año, esta vez Porto Alegre, en la región sur del país, comienza a repetir a la capital amazónica como una de las referencias del nuevo colapso sanitario.
Desde hace una semana, la capital del estado de Rio de Grande do Sul (limítrofe con la Argentina) mantiene el 100% de ocupación de las unidades de terapia intensiva –algo que no había pasado desde el inicio de la pandemia–, en una ciudad de menos de un millón y medio de personas que superó por primera vez la marca de 30 muertes diarias por el coronavirus.
Mauro Weiss, de 63 años, médico urólogo y director clínico del Moinhos de Vento, el mayor hospital privado de Porto Alegre, debió tomar una decisión drástica. Luego de que la institución tuviera hace ocho días una situación inusual, con 12 pacientes fallecidos en un mismo día, el director alquiló un contenedor refrigerado para almacenar hasta ocho cuerpos, debido a que el hospital cuenta con una morgue con capacidad para tres.
“Fue una decisión humanitaria, no para desparramar pánico”, explicó Weiss, en una entrevista con LA NACION. “Los pacientes fallecidos se quedaban en las camas de terapia intensiva muertos esperando por hasta 12 horas al servicio funerario. Además del problema humanitario, de conservación de los cuerpos, manteníamos camas de terapia intensiva inutilizables. Y hoy cada cama es una preciosidad”, señaló.
Moinhos de Vento está con sus 84 unidades de terapia intensiva para Covid-19 ocupadas. Las internaciones de nuevos pacientes en los últimos días, contó el director del hospital, se dieron apenas ante nuevas muertes.
Porto Alegre registra más de 2500 muertos desde el inicio de la pandemia y más de 110.000 contagios confirmados de Covid-19. La capital gaúcha es una de las ocho capitales estatales brasileñas que actualmente tienen más del 90% de ocupación de las camas de terapia intensiva.
Esta semana 154 pacientes esperaban por una cama en Porto Alegre. La espera de muchos pacientes por un lugar en el hospital ponen a los médicos del Moinhos de Vento y a los de otras instituciones frente a un dilema ético.
“Nuestros profesionales están eligiendo quién va a ocupar una cama según quién es el paciente que tiene más chances de sobrevivir. Es muy triste. Estamos eligiendo entre la vida y la muerte entre personas”, admitió Weiss.
Debido a la escasez de camas, algunos hospitales de Porto Alegre abrieron nuevas camas al reconvertir recursos temporalmente inutilizados. El 24 de febrero, mientras la ciudad ya sufría con la superpoblación hospitalaria, su alcalde, Sebastián Melo, dio un discurso en el que pidió a la población que “contribuya con su vida” para salvar la economía.
“Dé su contribución. Contribuya con su familia, con su ciudad, con su vida para que podamos salvar la economía del municipio de Porto Alegre”, imploró Melo, en una declaración que lo emparentó con el presidente ultraderechista brasileño, Jair Bolsonaro.
Brasil, que está al borde de alcanzar los 265.000 muertos por coronavirus, vive el momento más crítico de la pandemia, con un deterioro sanitario simultáneo en todas las regiones del país como nunca se había dado. La mutación del virus originada en noviembre en Manaos, llamada P1 y con presencia detectada en al menos tres regiones diferentes del país, es apuntada por los expertos en salud como uno de los factores responsables del agravamiento del cuadro las últimas semanas.
La fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) reveló el jueves pasado un estudio preocupante. Entre 1000 casos de contagio analizados en ocho estados, la cepa brasileña, hasta 2,2 veces más contagiosa que sus antecesoras, se detectó en más del 50% del total de casos, dato que indicaría la magnitud en que la P1 se encuentra desparramada por Brasil.
Las autoridades de Porto Alegre ya detectaron esta semana casos de transmisión comunitaria de la variante originada en Manaos. Weiss relató que los pacientes que llegan al Moinhos de Vento están “cada vez peor”, con los pulmones más comprometidos. Se debe, en parte, a la demora para acceder a una cama de cuidados intensivos. El tiempo promedio de atención en terapia intensiva era el año pasado de dos a tres semanas y ahora pasó a cerca de un mes, explicó el director del hospital.
“Los empresarios y políticos solían recibir pedidos de trabajo. Ahora me consta que reciben pedidos de camas de terapia intensiva en un hospital”, dijo Weiss.
Frente al empeoramiento de la situación, instituciones y profesionales de la salud comenzaron a apostar en la concientización de la sociedad para evitar un escenario todavía peor. Ante discursos negacionistas y el descrédito de una parte de los brasileños hacia la ciencia y las vacunas, explicó Weiss, surgió un grupo llamado “Unidos por la Salud Contra el Colapso” que busca alertar ante el riesgo de una catástrofe humanitaria.
“La política incomodó, perturbó en medio de la crisis. Se necesitaban personas fuertes, con influencia, que dieran informaciones correctas a una población que cuenta con una porción considerable con un bajo nivel cultural. En el momento en que un gobernante [por Bolsonaro] dice que una vacuna puede convertir a alguien en un Yacaré, habrá personas que van a desparramar que la vacuna es mala”, señaló Weiss.
Para el director clínico de Moinhos de Vento, con Unidos por la Salud se trata de ir “más allá de los números” de Brasil. “Así como el hospital está en su límite estructural, el cuerpo médico está al límite del agotamiento”, advirtió el doctor.
“Tenemos la sensación de que luchamos mucho y no tuvimos la victoria. Queremos que haya un shock de realidad: una parte mayor de la población debe tener acceso a testimonios y videos, que traigan la verdad sobre lo que está sucediendo. El contenedor no es mentira”.
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