Crisis de identidad: la ansiedad blanca agita a Occidente
Los expertos creen que detrás de fenómenos como el Brexit o el ascenso de Trump hay un profundo malestar de sectores blancos que perdieron en los últimos años su preeminencia social
NUEVA YORK.– Se la puede llamar “crisis de los hombres blancos”. Durante este año, la ansiedad de los blancos alimentó la agitación política en Occidente: el sorpresivo triunfo del Brexit, la inesperada candidatura de Donald Trump , el auge de la derecha nacionalista en Noruega, Hungría, Austria y Grecia.
En este contexto, el blanco es más que un color de piel. Puede definírselo como una membresía a la "mayoría étnica nacional", pero es un trabalenguas. Lo que en realidad implica es el privilegio de no ser definido como un "otro". Ser blanco significa integrar un grupo cuyo aspecto, tradiciones, religión y hasta comida son la norma por default. Es ser una persona que, gracias a una regla tácita, tuvo históricamente derecho a ser parte de "nosotros" y no del "ellos".
Pero la mayoría blanca solía mezclar identidad racial con identidad nacional. Para muchos blancos, esa identidad era uno de los pilares fundamentales que sostenían sus vidas, y ahora parece amenazada.
Los expertos creen que detrás de la actual conmoción que sacude a Occidente hay una profunda crisis de la identidad blanca. "La cuestión fundamental es quiénes somos", dice Eric Kaufmann, profesor de Ciencias Políticas del Birkbeck College de la Universidad de Londres. "¿Qué significa ser parte de esta nación? ¿Sigue siendo nuestra nación, entendiendo «nuestra» como mayoría étnica?"
Son preguntas que de alguna forma implican un duro revés, tras décadas de auge del multiculturalismo, de los movimientos de los derechos civiles en Estados Unidos y de una política de fronteras abiertas en la Unión Europea. De hecho, las investigaciones sugieren que otras transformaciones económicas y sociales que se produjeron contemporáneamente tal vez hayan empujado a la gente a aferrarse más a su "blancura", por más que lo blanco esté tan devaluado.
"Si uno mira los datos, advierte que en realidad es todo un tema de política identitaria", dice Elisabeth Ivarsflaten, profesora de Universidad de Bergen, que se dedica a estudiar la ultraderecha europea. "Ésa es la clave que permite predecir el apoyo que concitarán las propuestas populistas."
La identidad, como la definen los académicos, tiene dos amplias categorías: la identidad "adquirida", o sea resultado del esfuerzo personal, y la identidad "adscripta", o sea, basada en características innatas. Todos poseemos ambas, pero la gente tiende a apegarse a su "mejor" identidad, vale decir, la que le ofrece un mejor estatus. Los profesionales exitosos, por ejemplo, suelen definir su identidad en función de sus carreras. Durante generaciones, los blancos de la clase trabajadora eran doblemente bendecidos: gozaban de un estatus privilegiado por su raza y también disfrutaban de un amplio crecimiento.
El estatus oficialmente privilegiado de los blancos decayó durante la segunda mitad del siglo XX, con el fin de las prácticas discriminatorias, por ejemplo, en el ingreso a las universidades. Pero el aumento de los salarios, la extensión de la red de seguridad social y las nuevas oportunidades educativas ayudaron a compensar esos cambios. La mayoría de los adultos blancos eran más ricos y exitosos que sus padres y estaban seguros de que a sus hijos les iría aún mejor que a ellos. Esa sensación de éxito tal vez se haya constituido como una especie de identidad en sí misma.
Vacío
Pero con la decadencia de la industria en Occidente, los padres y los abuelos de pronto descubrieron que las oportunidades que ellos alguna vez habían tenido ya no estarían disponibles para las nuevas generaciones. Y eso genera un vacío de identidad que debe ser llenado. Para muchos occidentales blancos, las oportunidades de la identidad "adquirida" ahora parecen inalcanzables. Por eso su identidad "adscripta", su "blancura", se vuelve más importante que nunca.
Tras recabar datos a ambos lados del Atlántico, los sociólogos han descubierto algo sorprendente: el crecimiento del resentimiento blanco y el apoyo hacia las políticas antiinmigratorias no depende de la cantidad de miembros de otras etnias o razas en el seno de una comunidad, sino de la velocidad con la que llega ese cambio.
En Dinamarca, por ejemplo, el 88% de la población actual es blanca y danesa: difícilmente puedan considerarse una mayoría en peligro. Pero una generación atrás, en 1980, el 97% de los daneses eran blancos. El Partido Popular Danés, que se opone a la inmigración, es actualmente la segunda mayoría en el Parlamento.
Entre 2004 y 2014, Gran Bretaña experimentó un aumento del 66% de su población nacida en el extranjero. Los votantes que votaron a favor del Brexit mencionaron la inmigración como su principal preocupación.
La población inmigrante de Arkansas, Carolina del Norte y Tennessee se ha más que triplicado desde 1990, como señala Lee Drutman, investigador de la New America Foundation. La angustia que generan esos cambios podría explicar por qué desde esos años el Partido Republicano se enfoca tanto en ese tema y por qué los votantes blancos de esos estados apoyan abrumadoramente a Trump.
Hace décadas, cuando hablar de "identidad blanca" empezó a ser tabú y sólo se hablaba en esos términos dentro del contexto del supremacismo blanco, la política identitaria se quedó sin palabra para referirse al tema. Una persona blanca de la clase trabajadora con miedo a que un mundo nuevo y cosmopolita destruya o reduzca una identidad que atesora no tiene un lenguaje social y culturalmente aceptable para referirse a eso que vive como una crisis.
Por eso algunos de ellos recurren a temas cercanos a sus preocupaciones: el comercio internacional, la inseguridad, el narcotráfico, los controles fronterizos o el temor al terrorismo. Todos son significativos por derecho propio, pero también se convirtieron en una forma de vehiculizar un debate público sobre lo que implican estos cambios para las mayorías blancas.
Las dificultades que atraviesa la identidad blanca no son sólo un problema político: también es la "historia de fondo" de sentirse atascado mientras otros pasan al frente.
Lo más probable es que no haya retorno para el predominio social y la exclusiva identidad nacional de los blancos. Es imposible frenar la inmigración sin perjudicar la economía de las naciones de Occidente, y los inmigrantes que ya se instalaron no pueden ser expulsados en masa sin el consecuente daño social y moral.
Los occidentales blancos tienen un lugar dentro de la nueva y más amplia identidad de sus naciones. Pero, a menos que acepten que es un lugar entre tantos otros, es probable que la crisis de la identidad blanca continúe.
Evolución de la población por raza y etnia en EE.UU.
Los blancos dejarán de ser mayoría en las próximas décadas
Traducción de Jaime Arrambide
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