Estas excursiones se volvieron virales en el último tiempo y decenas de viajeros llegan al país todos los días para adentrarse en estos sitios milenarios
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La pareja se encuentra al borde de un escarpado acantilado de piedra caliza. Más de 100 metros por debajo de ellos hay un mundo perdido de antiguos bosques, plantas y animales. Todo lo que pueden ver son las copas de los árboles. Escuchan los ecos de las cigarras y los pájaros rebotando en los acantilados. Durante miles de años, este “pozo celestial” o “tiankeng”, en mandarín, estuvo inexplorado. La gente temía a los demonios y fantasmas que se escondían en las nieblas que se arremolinaban desde las profundidades.
Pero los drones y unos cuantos valientes que se adentraron en estos lugares que permanecieron vírgenes desde que los dinosaurios vagaban por la Tierra revelaron nuevos tesoros y convirtieron los sumideros de China en una atracción turística.
Dos tercios de los más de 300 sumideros del mundo se encuentran en China, repartidos por todo el oeste del país; con 30 tiankeng conocidos, la provincia de Guangxi, en el sur, es la que más sumideros posee. Su mayor y más reciente hallazgo se produjo hace dos años: un antiguo bosque con árboles de hasta 40 metros de altura. Estas cavidades en la tierra atrapan el tiempo, preservando ecosistemas únicos y delicados durante siglos.
Sin embargo, su descubrimiento empezó a atraer a turistas y promotores inmobiliarios, lo que hace temer que estos increíbles y raros hallazgos se pierdan para siempre.
Por el acantilado
“Nunca hice este tipo de cosas”, dice Rui, de 25 años, mirando hacia el abismo, y añade: “Es muy genial, será la primera vez, pero no la última”. Respira hondo. Luego, ella y su novio dan un paso atrás, por el borde y hacia el aire.
Fei Ge, el hombre que había revisado meticulosamente los arneses de Rui y Michael antes de enviarlos por el acantilado, sabe mejor que nadie lo que se siente al dar un paso atrás sobre el borde del precipicio. Fue uno de los primeros exploradores. Ahora, a sus 50 años, trabaja como guía turístico, ayudando a la gente a descubrir los secretos de los sumideros de Guangxi.
Crecido en un pueblo cercano, Fei Ge le habían dicho que se mantuviera alejado de los socavones: “Pensábamos que si los humanos entraban en los sumideros, los demonios traerían fuertes vientos y lluvias torrenciales. Creíamos que los fantasmas traían la bruma y la niebla”.
A Fei Ge -o Hermano Fei, como se le conoce- le enseñaron que estos sumideros tienen su propio microclima. El viento corre por los túneles y el agua evaporada de los ríos del interior de las cuevas produce la niebla.
Eventualmente la curiosidad del Hermano Fei ganó cuando era niño y encontró un camino al sumidero. “Cada pequeña piedra causaba ruidos fuertes y ecos,” dijo. Había viento, lluvia e incluso “mini tornados”, recordó y sumó: “Al principio, teníamos miedo.”
Pero siguió explorando. Fue solo cuando trajo consigo a los científicos al lugar que se dio cuenta de lo únicos que eran los sumideros. “Los expertos estaban atónitos. Encontraron nuevas plantas y nos dijeron que habían estado haciendo investigaciones por años y nunca habían visto esas especies. Estaban muy entusiasmados. No podíamos creer que algo que habíamos dado por sentado tan cerca de nosotros fuera un tesoro tan grande”, dijo.
A medida que los científicos publicaban sus hallazgos en revistas y la noticia de sus descubrimientos se difundía, otros llegaron a estudiar los sumideros. Fei dice que en los últimos 10 años los visitaron exploradores del Reino Unido, Francia y Alemania.
Los sumideros son raros. China, y particularmente Guangxi, tiene tantos por la abundancia de la piedra caliza. Cuando un río subterráneo disuelve lentamente la roca a su alrededor, se crean cuevas que se expanden hacia arriba, hasta la superficie.
Eventualmente, el suelo colapsa, dejando un agujero enorme. Su profundidad y anchura deben medir al menos 100 metros para calificar como un sumidero. Algunos como el que fue encontrado en 2022 en Guangxi, son mucho más grandes, llegando a extenderse unos 300 metros hacia la tierra y a unos 150 metros de ancho. Para los científicos, estas fosas cavernosas son un viaje en el tiempo, a un lugar donde pueden estudiar animales y plantas que pensaron estaban extintas.
También encontraron especies que nunca antes habían visto o conocido, incluyendo tipos de orquídeas salvajes, fantasmagóricos peces cavernícolas blancos y diversas arañas y caracoles. Protegidas por acantilados escarpados, montañas irregulares y cuevas calizas, estas plantas y animales prosperaron en las profundidades de la tierra.
Dentro de la cueva
Rui grita de alegría cuando queda en el aire y comienza a descender a través de una cuerda. Este es sólo el comienzo de su aventura y la de Michael. Les queda mucho por hacer en el interior de la cueva. Después de un breve paseo por un laberinto de estalactitas, Michael desciende en la oscuridad. Los guías barren la zona con linternas, iluminando el arco que hay sobre nosotros -una red de cuevas- y luego hacen brillar la luz en los estrechos pasadizos que hay debajo, donde antaño un río tallaba la roca.
Hacia ahí nos dirigimos. Los guías tienen que esforzarse para colocar las cuerdas en posición. “No soy una persona que haga mucho ejercicio”, dice Michael, y sus palabras resuenan en la cueva. Este es el punto cúlmen de las dos semanas de descanso de la pareja de Shanghai en Guangxi, el tipo de vacaciones que habían anhelado durante los largos encierros que dejó el Covid en China.
“Este tipo de turismo es cada vez más familiar en el Internet chino”, dice y agrega: “Lo vimos y nos pareció genial. Por eso quisimos hacerlo”.
Videos de los sumideros de Guangxi se volviron virales en las redes sociales. Lo que para los jóvenes es una hazaña divertida y atrevida, para la provincia que acaba de salir de la pobreza es una fuente de ingresos muy necesaria.
Hay pocas tierras de cultivo en el inusual pero impresionante terreno de Guangxi, y sus montañosas fronteras dificultan el comercio con el resto de China y el vecino Vietnam. Aún así, la gente viene por las vistas. Ríos prístinos y los elevados picos kársticos de Guilin y Yangshuo, en el norte, atraen cada año a más de un millón de turistas chinos. Fotografías de Guangxi cubierta de niebla llegaron incluso al billete de 20 yuanes.
Sin embargo, pocos han oído hablar del pueblo de Ping’e, el asentamiento más cercano a los sumideros. Aunque eso está cambiando. El Hermano Fei dice que el flujo permanente de visitantes está cambiando la suerte de algunos habitantes de Ping’e. “Antes era muy pobre. Empezamos a desarrollar el turismo y eso trajo muchos beneficios. Como cuando se construyeron las autopistas. Estábamos muy contentos sabiendo que tenemos algo tan valioso aquí”, reflexiona.
Pero existe preocupación de que los ingresos asociados al turismo puedan prevalecer sobre las exigencias de la investigación científica. A alrededor de 50 kilómetros de Ping’e, los desarrolladores inmobiliarios construyeron lo que dicen que es el mirador más alto, con vistas a Dashiwei, el segundo sumidero más profundo del mundo.
Los turistas pueden asomarse a 500 metros de profundidad en este particular “pozo celestial”. “Deberíamos proteger de mejor manera esos hábitats”, dice la doctora Lina Shen, una de las principales investigadoras de sumideros de China. “Los sumideros son paraísos para muchas especies vegetales raras y en peligro. Y continuamos haciendo nuevos descrubimientos”, añade.
Al estudiar los sumideros, los científicos también esperan averiguar cómo cambió la Tierra a lo largo de decenas de miles de años y comprender mejor el impacto del cambio climático. Al menos un sumidero de Guangxi se cerró ya a los turistas para proteger variedades únicas de orquídeas.
“Un desarrollo excesivo podría causar un gran daño. Debemos mantener su estado ecológico natural”, dice la doctora Shen, agregando que la solución recae en encontrar un equilibrio: “Globos aerostáticos, drones para fotografía aérea y vías adecuadas para la observación a distancia podrían permitir a los turistas ver de cerca, pero a la vez de forma remota, los sumideros, molestando al menor número posible de organismos”.
El Hermano Fei está de acuerdo e insiste en que hay “reglas claras” para proteger los sumideros y lo que sostienen. Para él, son un preciado hallazgo que le ha cambiado la vida. Él es ahora uno de los escaladores más calificados de Guangxi’s y, asimismo, es uno de los guías más renombrados de la zona tanto para turistas como para científicos, lo que lo hace muy feliz.
Mientras caminamos por hectáreas de frondoso bosque dentro del sumidero, señala un acantilado sobre nosotros. Nos dice que volvamos cuando llueva para ver las cascadas que caen por la ladera. Merece la pena volver, nos asegura.
Rui y Michael están atados y se animan mutuamente a adentrarse en la cueva. Todo lo que se ve bajo ellos es un estrecho abismo iluminado por una antorcha. Es todo lo que queda del lecho de un río, el catalizador de este sumidero. “Tenemos que equilibrar esta alegría con la protección de este lugar”, dice Michael, mirando a su alrededor. Sonríe mientras desciende lentamente y desaparece en la cueva.
Por Laura Bicker
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