Credibilidad, gestión y legitimidad, los retos del excapitán
SAN PABLO.- Brasil cambia de rumbo. Desde ayer se redefine la estructura de poder y la conducción de la administración pública: un presidente elegido basándose en la comunicación directa, por fuera de las prácticas partidarias; un Poder Legislativo fragmentado en 30 partidos, y renovación de 27 gobernaciones y legislaturas locales.
Bolsonaro puede ser considerado un outsider "a medias". Diputado federal durante siete mandatos, conoce los engranajes del poder. Siempre se posicionó al margen del establishment de la Nueva República, la concertación fisiológica de centroizquierda que dominó el escenario político brasileño desde 1985 hasta 2018. Controlada por tres partidos principales -el PMDB, el PSDB y el PT-, esa entente es anterior a la redemocratización de Brasil, redactó la Constitución Federal de 1988, aplicó el Plan Real de estabilización monetaria de 1994, y logró avances ciudadanos y sociales. Luego se agotó, bajo el peso de un Estado disfuncional y corrupto. Las protestas populares que se iniciaron en 2013 llevaron al juicio político y la destitución de Dilma, en 2016, y a la renovación electoral de 2018, que llegó a su culminación con el discurso conservador en lo social y liberalizador en lo económico de Jair Bolsonaro .
El nuevo presidente enfrentará tres macrodesafíos: la legitimidad popular, la conducción administrativa y la credibilidad externa. Son ámbitos autónomos, pero interdependientes. La legitimidad llegará de la mano del crecimiento de la economía y de la lucha contra el delito.
En lo económico, los indicadores son positivos: inflación del 4% anual, tasas de interés del 6,5%, reservas por encima de los 380.000 millones de dólares -a pesar del aumento del gasto público-, a lo que se suma una serie de reformas microeconómicas y de infraestructura bien encaminadas. En cuanto a la grave situación de inseguridad, los resultados dependerán de una mayor coordinación entre los órganos de prevención, investigación, juzgamiento, encarcelamiento, cooperación internacional y políticas sociales: una agenda compleja que necesitará tiempo.
El éxito administrativo sobrevendrá de la conciliación de tres facetas simultáneas y disonantes: mejorar la eficiencia de la maquinaria estatal, armonizar la relación entre los tres poderes y alinear la agenda federal con la de los estados y los municipios. Si falla alguna de esas patas, quedará sembrada la semilla de la inestabilidad. La izquierda, azotada por el Lava Jato, está alerta: el PT sigue teniendo la mayor bancada en la Cámara baja, con 56 de los 513 diputados.
La eficacia del gabinete de ministros de Bolsonaro se asienta en tres grupos: los militares, que ocupan posiciones vitales en el corazón del gobierno; los economistas liberales, comandados por el superministro Paulo Guedes, que concentrará tres carteras tradicionales (Hacienda, Planeamiento y Comercio), y el equipo de seguridad, capitaneado por el superministro de Justicia, el juez Sergio Moro, principal referente de la operación Lava Jato. El desempeño de esos tres núcleos de poder reducirá el potencial clientelista y desestabilizador de otros grupos menores vinculados a corrientes partidarias que apoyaron a Bolsonaro, a su círculo familiar y de correligionarios ideológicos y a las bancadas temáticas conocidas como "BBB", por sus vinculaciones con las agrupaciones evangélicas (Biblia), defensores de la seguridad (balas) y del campo (buey).
La credibilidad externa será vital para el crecimiento de la economía y para el combate contra la delincuencia. La política exterior, todavía incierta, tendrá que vincular los intereses de la sociedad con lo conveniente para Brasil en relación con sus aliados. En ese plano, más que los gestos motivados por razones fugaces, lo que realmente valdrá será promover el desarrollo sustentable, integrar las cadenas de valor globales y regionales, atraer las inversiones extranjeras, ampliar el comercio exterior, manejar los flujos poblacionales y también los temas regionales que tienen impacto en la vida cotidiana de Brasil, como el narcotráfico y sus delitos conexos. Una clara definición de la política regional será fundamental y funcional para que el Brasil de Bolsonaro supere sus desafíos internos.
El autor es coordinador del Grupo de Análisis de Coyuntura Internacional de la Universidad de San Pablo
Traducción de Jaime Arrambide
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