Crece la violencia en las calles y el toque de queda se extiende en Estados Unidos
WASHINGTON.– Estados Unidos hierve. Dividido y enfurecido, el país vivió un fin de semana de furia y caos con saqueos, destrozos e incendios, plagado de choques de manifestantes con policías –que reprimió con gases lacrimógenos, gas pimienta y balas de goma– en varias ciudades del país en medio de las protestas por el asesinato de George Floyd.
Las manifestaciones continuaron, el domingo, por sexto día consecutivo. El conflicto escaló y Washington quedó convertida en un campo de batalla: la ciudad decretó un toque de queda desde las 11 p.m., la Casa Blanca terminó con su fachada a oscuras, y luego de unas horas de protesta pacífica, al caer la noche las calles quedaron envueltas en violencia y caos, con cargas y represión de la policía, destrozos y saqueos por doquier. Algunos manifestantes rompieron ventanas de edificios gubernamentales, al menos un café, farmacias y licorerías, y varios edificios de oficinas, incluida la sede de la agrupación sindical AFL-CIO –la CGT de Estados Unidos–, y también prendieron fuego un automóvil.
La ola de manifestaciones había comenzado en Minneapolis, pero en los últimos días se propagó como un reguero de pólvora por todo el país y gestó durante el fin de semana varios brotes de violencia que alcanzaron un pico el sábado y el domingo por la noche, con varias ciudades bordeando la anarquía. Más de dos docenas de ciudades tuvieron que imponer toques de queda, y la Guardia Nacional fue desplegada en 15 estados y en la capital para respaldar a las policías locale.
Los toques de queda se extendieron anoche de ciudad en ciudad. Washington se sumó por la tarde, cuando las manifestaciones ya estaban en marcha frente la Casa Blanca, y la tensión crecía. Fue la primera vez que tantas autoridades locales recurrieron a toques de queda desde el asesinato de Martin Luther King, en 1968.
En Washington, las protestas fueron pacíficas durante gran parte del sábado y el domingo. Pero con el correr de las horas y la llegada de la noche, los desmanes –como en otras ciudades– coparon la escena. El epicentro fue el Parque Lafayette, frente a la residencia oficial, que quedó fuertemente vallado, custodiado por decenas de efectivos de la policía, el Servicio Secreto, la Guardia Nacional, y camiones blindados. "¡Manos arriba! ¡No disparen!", fue uno de los gritos que se repitieron en la marcha en los enfrentamientos con los oficiales.
Los choques habían comenzado el sábado, cuando casi 1000 personas se enfrentaron con la policía, el Servicio Secreto y la Guardia Nacional en el parque. Apretados como si la pandemia no existiera, los manifestantes lanzaron botellas de agua y fuegos artificiales y la policía respondió con gas pimienta. Hubo varias corridas, muchas tiendas quedaron destruidas por saqueos y un enorme incendio despuntó horas después en el centro de la ciudad, cerca del hotel Hay Adams, próximo a la Casa Blanca.
La escena se repitió el domingo por la noche, aunque con más gente, un ambiente mucho más caldeado, y más violencia y destrozos. Varios comercios, restaurantes y hoteles del centro de la ciudad habían tapiado sus ventanas anticipando los incidentes. La policía mantuvo su posición en el Parque Lafayette respaldada por la Guardia Nacional, el Servicio Secreto y el FBI hasta cerca de las 11 de la noche, la hora del toque de queda.
Unos minutos antes de esa hora, comenzó la represión de la policía. Los oficiales abrieron el vallado, y comenzaron a marchar sobre los manifestantes usando gas, y cargando con sus escudos plásticos para dispersar a la multitud. Los manifestante corrieron en estampida, pero algunos se pararon frente al cordón policial, en franco desafío. "¿Alguien necesita leche?¡Tengo leche!", gritaba una chica un poco alejada de la columna de enfrentamientos, repartiendo un antídoto contra el ardor de ojos.
Después de la represión, comenzó el vandalismo.
"¡Vamos a saquear!¡Vamos a saquear!!", gritaba un manifestante a los saltos, mientras la multitud se dispersaba por las calles dejando destrucción a su paso.
Las imágenes de tiendas saqueadas, algunas transmitidas en vivo por los canales de televisión, se repitieron en Washington, Los Ángeles, Filadelfia, Oakland, Seattle, Atlanta o Chicago, entre otras ciudades.
Al menos hasta el domingo por la noche, casi 1700 personas fueron arrestadas en 22 ciudades desde el jueves, según un conteo de la agencia AP. Casi un tercio de esos arrestos ocurrieron en Los Ángeles. Hubo, también, escena de represión policial. El sábado, en Brooklyn, dos autos de la policía cargaron contra una multitud que lo rodeaba, arrojando a varias personas al piso.
El presidente Donald Trump se mantuvo invisible luego de su discurso en Cabo Cañaveral, tras presenciar el despegue de la primera misión tripulada de SpaceX. Pero el mandatario utilizó Twitter para cargar contra los demócratas; su próximo rival en las elecciones presidenciales, Joe Biden; la prensa, y para acusar a "anarquistas radicales izquierdistas" y a Antifa por los desmanes. "Pónganse duros duros alcaldes y gobernadores demócratas. Estas personas son ANARQUISTAS. Llamen a nuestra Guardia Nacional AHORA. El mundo mira y se ríe de ustedes y de Sleepy Joe. ¿Es esto lo que Estados Unidos quiere? ¡¡¡NO!!!", tuiteó hoy por la tarde el mandatario.
El gobierno de Minnesota apuntó a grupos de extrema derecha por los destrozos, pero el gobierno de Trump acusó a la agrupación de izquierda a la hora de repartir responsabilidades por la violencia.
"Esto está siendo impulsado por Antifa. Lo hicieron en Seattle. Lo han hecho en Portland. Lo han hecho en Berkeley. Esta es una fuerza destructiva de radicales. Son militantes que están entrando y quemando nuestras ciudades. Y vamos a llegar al fondo", dijo el consejero de Seguridad Nacional de Trump, Robert C. O’Brien. El jefe de la Casa Blanca dijo en Twitter que designaría a ese grupo como una organización terrorista, aunque no tiene la autoridad para hacerlo. El fiscal general, William Barr, dijo que los actos de violencia eran investigados como actos de terrorismo doméstico.
Condenas
Varias figuras demócratas criticaron con dureza al presidente, pero también condenaron los destrozos.
La alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms, una de las candidatas a ser compañera de fórmula de Biden, rechazó la destrucción que sufrió la ciudad y cargó duro contra el presidente. "Debería dejar de hablar", dijo. Bottoms recordó los episodios de Charlottesville, en 2017, cuando Trump llamó "buena gente" a neonazis y supremacistas blancos, y agregó: "Esto es como Charlottesville de nuevo. Él habla y lo empeora. Hay momentos en los que debería estar callado", agregó.
En Washington, las protestas habían sido pacíficas casi todo el domingo. Pero el ambiente cambió a la noche. Antes del caos, cientos de personas habían regresado al Parque Lafayette, al lado de la Casa Blanca, para pedir el fin de la violencia policial. Varias veces, se arrodillaron frente a las vallas montadas por la policía para exigir el fin de la violencia racial.
Había muchos afroamericanos, pero, también, blancos. Dos jóvenes, con la cara cubierta por pañuelos, sostenían carteles que decía: "El silencio blanco es violencia." Tenían escrito un teléfono en el brazo. "Es en caso de que nos arresnte", dijo M., 21 años, quien no quiso dar su nombre. "Que la gente blanca no diga nada sobre crímenes a la gente negra es una forma de violencia. Es difícil saber si ahora será diferente, pero este viene desde hace rato. Algo tiene que cambiar", dijo.
Ashley, una moza afroamericana de 25 años, fue a la protesta porque está harta. "Estoy enojada, estoy cansada, estoy furiosa, estoy cansada de sentirme como la m.... Estoy cansada de que nadie haga nada", afirma, mientras marcha. "Todos estamos hartos", agrega.
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