Crece la tensión sectaria en Irak
El primer ministro Nouri al-Maliki, chiita, ordenó la captura del vicepresidente, que es sunnita
BAGDAD.- El gobierno iraquí marcó ayer su primer año de gobierno con una profunda crisis interna luego de que el primer ministro Nouri al-Maliki urgiera a las autoridades kurdas a entregar al vicepresidente, acusado de cargos de terrorismo, una medida que elevó la tensión sectaria.
De origen chiita, Al-Maliki exigió a los kurdos que entreguen al vicepresidente sunnita Tareq al-Hashemi, que presuntamente habría dirigido las operaciones de escuadrones de la muerte. La última disputa dentro del gobierno iraquí, liderado por la mayoría chiita, y sus rivales de la minoría sunnita, estalló mientras las tropas de Estados Unidos se retiraban de Irak.
El pedido de captura de Al-Maliki obligó a Al-Hashemi a buscar refugio en Erbil, en la región semiautónoma del Kurdistán, en el norte del país.
"Pedimos a nuestros hermanos en la región del Kurdistán que asuman su responsabilidad y entreguen a la persona buscada por la Justicia. Su fuga a otro Estado podría crear problemas -dijo Al-Maliki-. Nos aseguraremos de ofrecer un juicio justo a Tareq al-Hashemi."
El vicepresidente negó las acusaciones y se defendió diciendo que fueron fabricadas por el gobierno de Al-Maliki, y aseguró que está dispuesto a enfrentarse a la justicia del enclave kurdo, que tiene su propio gobierno y fuerzas armadas regionales.
El primer ministro también pidió al Parlamento que removiera de su cargo a Saleh al-Mutlaq, el adjunto de Al-Hashemi, también sunnita, que había comparado a Al-Maliki con el dictador iraquí Saddam Hussein, depuesto en 2003.
Al-Hashemi y Al-Mutlaq son los políticos sunnitas de mayor rango.
La crisis podría poner fin al delicado acuerdo para compartir el poder entre chiitas, sunnitas y kurdos forjado hace un año, que atravesó dificultades para superar las tensiones latentes desde las matanzas sectarias en 2006 y 2007.
Los líderes chiitas dicen que el caso supone la aplicación de la ley contra individuos y no está dirigido contra una comunidad. Los sunnitas, sin embargo, están cada vez más descontentos y acusan a Al-Maliki de haber acumulado excesivo poder con el que logró marginarlos de los puestos clave del gobierno.
En un sistema diseñado para compartir el poder bajo la ocupación de Estados Unidos, Irak tiene un primer ministro chiita con un viceprimer ministro sunnita y otro kurdo; un presidente kurdo con un vicepresidente sunnita y otro chiita y un presidente del Parlamento sunnita con vicepresidentes chiita y kurdo.
A pocas horas de la retirada de tropas norteamericanas del país, la nueva crisis socavaría la compleja maquinaria de ese gobierno y lo pondrían al borde de la parálisis debido a que decenas de cargos oficiales se encuentran repartidos entre chiitas, sunnitas y kurdos.
La desestabilización de Irak también tendría graves consecuencias en la región, donde la crisis en la vecina Siria se está volviendo un conflicto sectario entre chiitas (también en el poder) y sunnitas. A este explosivo escenario se suma la búsqueda de hegemonía del reino sunnita de Arabia Saudita y de Irán, de amplia mayoría chiita.
Agencias Reuters, AFP y DPA
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