Crece la tensión en Cisjordania, en donde sobrevuela el fantasma de otra Intifada
Los enfrentamientos, en los que murieron siete palestinos, inquietan a las autoridades
JERUSALÉN.- Jerusalén Oeste se vacía lentamente de ruidos y de autos antes del descanso del Shabat, mientras Jerusalén Este es un hervidero de gente, plegarias, helicópteros de la policía, tensión y presencia militar. Es viernes al mediodía en esta Jerusalén partida en dos, que fue escenario de enfrentamientos en las últimas horas, con más de 50 heridos, según la policía israelí.
La situación es aún más grave en el resto de Cisjordania, donde siete palestinos murieron en choques con el ejército israelí. El fantasma de una extensión a Cisjordania del conflicto que sufre la Franja de Gaza desde hace casi tres semanas inquieta a las autoridades israelíes y a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por el presidente Mahmoud Abbas.
Las últimas dos víctimas se registraron anoche, cuando tropas israelíes mataron a dos jóvenes palestinos de 16 y 18 años en las protestas que se registraban en Cisjordania, según indicaron fuentes de seguridad palestinas.
En el último viernes del mes santo musulmán del Ramadán, miles de palestinos querían ir a rezar a la mezquita Al-Aqsa de Jerusalén después de la llamada "Noche del Destino", en la que se celebra el momento en que el Corán comenzó a ser revelado a Mahoma. Pero centenares quedaron bloqueados en los retenes que el ejército israelí mantiene en toda Cisjordania y muchos otros, como Imad Ibrahim, a pocos metros de la mezquita, tras una barrera de militares que les corta el paso.
"¿Cómo se sentiría usted si un grupo de musulmanes le prohibiera ir a rezar un domingo a una iglesia que está cerca de su casa y en su territorio? ¿Lo aceptaría?", pregunta, indignado, este palestino de Jerusalén Este, mientras arroja su alfombra en la mitad de la calle, frente a los soldados, y aguarda allí el inicio de la plegaria.
Imad tiene menos de 50 años y eso impide su entrada a la mezquita. Sólo los hombres mayores de esa edad y las mujeres pudieron acudir a rezar a este lugar santo.
Todas las puertas de entrada a la ciudad vieja de Jerusalén, dentro de la cual se encuentra la mezquita Al-Aqsa, están férreamente controladas por las fuerzas israelíes. A pocos metros del dispositivo militar y mirando en dirección a Al-Aqsa, decenas de hombres improvisan una oración colectiva. Sus rostros reflejan rabia contenida, cansancio y hastío. La imagen de decenas de palestinos arrodillados rezando frente a los soldados parece incomodar incluso a los propios militares.
"Hoy rezamos especialmente por nuestros hermanos de Gaza. Queremos que la masacre se detenga ya", pide Hassan, un abogado palestino.
Luego de la plegaria, varios grupos de jóvenes se enfrentaron con piedras a la policía en los alrededores de la ciudad vieja de Jerusalén, sin que hubiera víctimas.
La indignación ante la ofensiva en Gaza provocó numerosas protestas en los últimos días en Cisjordania, que pasaron prácticamente desapercibidas en la prensa ante la magnitud de la operación en Gaza. Anteanoche, en el retén militar de Qalandia, puerta de entrada de buena parte de Cisjordania hacia Jerusalén, más de 10.000 palestinos, según fuentes oficiales, protagonizaron la mayor manifestación de los últimos años, que terminó con enfrentamientos en los que murieron dos jóvenes palestinos; por lo menos 200 resultaron heridos.
La Noche del Destino terminó siendo la "noche de la furia". Algunos analistas deslizaron una tercera Intifada, mientras que voceros de Hamas instaban a "incendiar el territorio y luchar contra la ocupación israelí".
Por su parte, Abbas y los principales voceros de la OLP, que gozan de un importante apoyo entre la población de Cisjordania, guardan un prudente silencio ante el incremento de las protestas.
Preocupadas por lograr un inmediato alto el fuego en Gaza, las autoridades palestinas no quieren que un aumento de la violencia en Cisjordania los debilite ante los mediadores internacionales y las corra del grupo que negocia esta tregua y sus condiciones.
"Estamos en manos de Israel porque nuestros dirigentes no saben defendernos y la comunidad internacional nos olvidó. Vivir en Jerusalén es cada día más complicado y doloroso para nosotros. Es vivir cercado en nuestra propia casa", opinó con mirada asustada Salma, una joven universitaria, a la salida de la plegaria.
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