Covid-19: ¿Cuál es la mejor mascarilla para protegerse de ómicron?
Un equipo de expertos recomenzó ampliar el uso de la FFP2 frente a la quirúrgica, en el medio del fuerte avance del virus en Europa
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Las mascarillas se convirtieron en el principal aliado para sortear el coronavirus en el día a día y son complemento imprescindible para salir a la calle. Su uso fue obligatorio en la vía pública y aún lo es en espacios cerrados.
Pero desde el inicio de la pandemia fueron surgiendo diferentes tipos de cubrebocas y no todos son igual de eficaces para sortear el virus: mascarillas de tela, higiénicas, quirúrgicas o FFP2 y FFP3; estas últimas son las que tienen uno de los niveles de filtrado de partículas más alto.
El Ministerio de Sanidad de España recomienda la quirúrgica o la higiénica para la vida diaria y limita las de alta eficiencia a las personas que están en contacto directo con personas sintomáticas o positivas.
Pero el auge de contagios con la variante ómicron —la incidencia en España supera los 3.000 casos por 100.000 habitantes— volvió a abrir el debate sobre cuál es la mascarilla más adecuada para protegerse en esta ola. Andalucía ya pidió a Sanidad que la FFP2 sea obligatoria en el transporte público y Cataluña impuso su uso en las visitas a residencias.
Los expertos consultados recomiendan también ampliar el uso de este cubrebocas porque ofrece más protección, pero recuerdan que lo principal es que cualquier mascarilla se use correctamente: perfectamente ajustada y con nariz y boca tapadas.
Los cubrebocas más extendidos son los quirúrgicos y los FFP2, pero su nivel de protección es diferente, recuerda Xavier Querol, profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua: “Las FFP2 y FFP3 filtran mejor las partículas, se adaptan ergonómicamente y cierran herméticamente la parte respiratoria, de forma que evitan que respiremos aerosoles y los emitamos. Las quirúrgicas hacen que las partículas y gran parte de los aerosoles que emitimos se puedan detener, pero hay una parte del aire que se escapa y también puede entrar”.
A propósito de las mascarillas higiénicas, que surgieron a principios de la pandemia como una alternativa al desabastecimiento y ni siquiera son consideradas como un producto sanitario, Querol sostiene que fue “una medida de emergencia porque era mejor algo que nada”, pero su eficacia es muy limitada: “Quizás en la calle aún pueden ser suficientes si no vamos a estar con gente alrededor”, resuelve. Tampoco los cubrebocas de tela son muy efectivos, agregan los expertos consultados.
José Luis Jiménez, especialista en aerosoles de la Universidad de Colorado, lleva desde principios de la pandemia alertando de que la principal vía de transmisión del virus es la aérea y alertando de la necesidad de utilizar mascarillas de alta eficiencia.
“Siempre fue importante, pero ahora es obvio: sabemos que la transmisión por el aire es la manera más importante de infección y cuando una enfermedad la respiras, necesitas un filtro de protección respiratoria”, apunta.
El experto señala que las N95 o las FFP2 son las adecuadas porque se ajustan bien a la cara y filtran bien: “Las quirúrgicas, en cambio, tienen estos dos problemas. La mayoría ni siquiera filtran y no se ajustan. La mascarilla te tiene que dejar una marca en la cara si la llevas bien puesta”.
La última actualización del Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos sobre los tipos de mascarillas admite que “los productos de tela de tejido suelto brindan la menor protección”.
“Un respirador [así llaman a las que ofrecen más protección, como las N95, KN95, FFP2 o FFP3] tiene una mejor filtración y, si se usa correctamente todo el tiempo, puede proporcionar un mayor nivel de protección que una máscara de tela o la quirúrgica”, reza el documento. En esta línea, el Gobierno de Joe Biden anunció que pondrá a disposición de sus ciudadanos 400 millones de mascarillas N95 para atajar la crisis sanitaria en el país.
El Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC, en inglés) confirmó a EL PAÍS que “está trabajando en un documento con consideraciones sobre el uso de mascarillas en la comunidad en el contexto de ómicron”.
“Este documento abordará la cuestión de la eficacia de los distintos tipos de mascarillas”, indicó un portavoz, pero no concretó una fecha de publicación.
Los documentos del Ministerio de Sanidad —alguno de ellos datado de mayo de 2020, cuando todavía no se sabía el papel fundamental de los aerosoles en la transmisión del virus— siguen recomendando el uso de mascarillas higiénicas o quirúrgicas para la población general, pero las de alta eficiencia gana terreno en la calle.
Según la consultora sanitaria Iqvia, la venta de este tipo de mascarillas de alta protección se disparó en los últimos meses del año: un 127% en diciembre respecto al mes anterior. En diciembre, de hecho, se dispensaron más FFP2 (11,8 millones de unidades) que quirúrgicas (11,3 millones).
Las comunidades, por su parte, también movieron ficha para reforzar el uso de las FFP2. El consejero de Salud andaluz, Jesús Aguirre, reveló la semana pasada que había planteado al ministerio acordar, en el seno del Consejo Interterritorial con el resto de autonomías, la obligatoriedad de usar las de alta eficiencia en determinados espacios, como el transporte público o las residencias de ancianos.
De hecho, Andalucía ya recomienda su uso a los trabajadores y Cataluña exige la FPP2 a las visitas en los hogares de mayores. En Castilla y León las repartirán entre los docentes y en grandes eventos. En Fitur, la feria turística celebrada la semana pasada en Madrid, ya se exigió este nivel de protección.
José María Lagarón, investigador del CSIC y creador de una mascarilla con nanofibras desarrollada por una spin-off del centro de investigación, se muestra también partidario de las FFP2: “Hasta que no haya una estrategia de limpieza de aires en sitios cerrados, solo podemos protegernos con mascarillas que se ajusten y filtren bien. Las quirúrgicas no están diseñadas para proteger contra enfermedades que se contagian por aerosoles”.
El experto apunta a un estudio alemán publicado en PNAS que concluye que si dos personas usan FFP2, el riesgo de contagio es casi nulo: “Si todos llevásemos FFP2 bien ajustadas a la nariz, la probabilidad de contagio sería cero. Y esa probabilidad aumenta si baja el ajuste de la mascarilla o si uno de los dos lleva una quirúrgica”.
Jesús Molina Cabrillana, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, señala que es “oportuno” reforzar el uso de la FFP2 “debido a la alta transmisibilidad de ómicron y que hay una altísima incidencia y, por tanto, mucha circulación del virus”.
Pero eso no significa, matiza, que la quirúrgica no proteja contra la variante ómicron: “Si las dos personas llevan la mascarilla bien puesta, también la quirúrgica, el riesgo se reduce mucho. El problema es que se usa mal, sin tapar nariz y boca, con la misma muchos días...”.
Un documento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) también señala que es un “mito” que las mascarillas no sirvan contra la variante ómicron: “Según la evidencia que tenemos hasta ahora, todas las medidas preventivas que funcionan contra la variante delta continúan siendo efectivas contra ómicron, y esto incluye el uso de máscaras”.
Ahora bien, dada la elevada transmisibilidad de la variante, reflexiona Querol, “con menos cantidad de aerosoles ya se transmite” el virus y cuanto más elevada sea la protección, mejor. “Si se te empaña el cristal de las gafas al ponerte la mascarilla quirúrgica es que sale vapor de aire. Y si sale, también puede entrar”, ejemplifica.
El experto apuesta por ampliar el uso de las FFP2 en espacios cerrados donde se esté más de 15 minutos o en zonas de especial riesgo de transmisión, como las residencias o los colegios: “En el exterior, como corre el aire y se dispersa enseguida, la quirúrgica es suficiente”.
Precios diferentes
Cabrillana coincide en la recomendación y asegura que las mascarillas de tela “hay que ir desterrándolas”, pero rechaza que se imponga una obligatoriedad de las de alta eficiencia, como apunta el consejero de Salud andaluz: “Recomendarla sí, pero obligarla me parece menos operativo. Y si se hace obligatoria, habrá que regular su venta y abaratar los precios”, resuelve.
El precio es, precisamente, una de las claves que puede alentar la recomendación de una u otra mascarilla: las FFP2 son más caras. Una caja con 50 unidades de esta puede costar unos 12 euros, mientras que un pack de 50 quirúrgicas no llega a cinco euros.
Usarlas correctamente, además, implica cambiarlas cada cierto tiempo, lo que significa una diferencia en el gasto del hogar que no todas las familias se podrán permitir. Según Lagarón, las quirúrgicas duran unas cuatro horas y las de alta eficiencia, el doble. Jiménez afirma, no obstante, que “en los test se vio que una N95 funciona 40 horas sin perder eficacia” y avisa que, a largo plazo, el coste de la pandemia es mayor que imponer las mascarillas de alta eficiencia.
Lagarón apunta también tres razones para que no se haya recomendado todavía de forma generalizada la FFP2: “Hay una razón económica, porque son más caras que las quirúrgicas; pero también es verdad que las FFP2 son mascarillas que algunas personas encuentran difícil de llevar porque va más ajustada y les genera más sensación de claustrofobia. Además, durante un tiempo, hubo un problema de suministro”.
El CDC recuerda, no obstante, que cualquiera que sea la mascarilla que se elija utilizar, debe ajustarse perfectamente a la cara, sin espacios en los bordes o alrededor de la nariz, y ser lo suficientemente cómoda usada correctamente (cubriendo la nariz y la boca) para que se pueda mantener todo el tiempo que sea preciso.
Un estudio publicado en la revista Plos One revela que elegir de qué material filtrante está compuesta es tan importante como que se ajuste adecuadamente al usuario: cuando una mascarilla de alto rendimiento, como una N95, una KN95 o una FFP2, no se ajusta correctamente a la cara del usuario, no funciona mejor que una de tela básica, concluye la investigación.
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