Está ubicada en San José y se trata de un proyecto de renovación urbana realizado por la municipalidad
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“¿Qué es esa línea?”, “El rayón se ve horrible, una terrible contaminación visual”, “¿Qué es esa vulgaridad?”. Los habitantes de San José, en Costa Rica, amanecieron la semana pasada intrigados por una llamativa línea roja que apareció pintada sobre algunas aceras de la zona centro y que cubre un recorrido de 1,5 km de distancia.
La incertidumbre sobre el propósito de esa línea era evidente en multitud de publicaciones en redes sociales, que cuestionaban además que se pintara sobre el área histórica de la capital costarricense.
Muchas de las críticas, sin embargo, no se acallaron cuando se dio a conocer qué hay realmente detrás de esta iniciativa. La municipalidad de San José explicó que todo forma parte de un proyecto de renovación urbana que será presentado oficialmente en diciembre y que, en el caso de la comentada línea, pretende trazar una ruta segura para transeúntes.
Bautizada con el nombre de “Kilómetro centro”, la línea conecta hoteles abiertos durante las 24 horas que puedan considerarse espacios seguros para personas que tengan consultas sobre la ciudad o, especialmente, necesiten ayuda ante emergencias como robos o asaltos. “Es una forma simbólica de visibilizar, delimitar y ponerle límites a ciertas violencias urbanas en nuestro día a día”, resume Tatiana Chaves, jefa de Servicios Culturales de la Municipalidad de San José, en conversación con BBC Mundo.
Y pese a la polémica causada, alerta de que el trazado de líneas rojas podría aumentar. “La idea es hacer una ruta perimetral alrededor del centro de la ciudad. Todo negocio que quiera sumarse a la iniciativa es bienvenido y eso hará que las líneas crezcan”.
Críticas por su efectividad
Aunque la iniciativa también plantea que la ruta cuente con una mayor iluminación y mejoras de infraestructura, muchos costarricenses la criticaron al creer que no es el método más adecuado para garantizar la seguridad de los ciudadanos y turistas. “La idea no es del todo mala, más allá de la torpeza de la línea. Pero se necesita una estrategia para que entre comercios y gobierno local puedan generar dinámicas que permitan hacer realmente entornos más seguros”, señala Diego Miranda, regidor (concejal) municipal en San José, en entrevista con BBC Mundo.
Entre algunas de las críticas más repetidas, está la duda de si esta línea podría enviar al turismo el mensaje de que San José es un lugar inseguro y que solo deberían considerar este recorrido como un espacio fuera de peligro.
Costa Rica es tradicionalmente calificado como un oasis de paz y estabilidad en comparación con la mayoría de países vecinos. Sin datos oficiales de Nicaragua, la tasa de homicidios costarricense fue la más baja de Centroamérica el año pasado con poco más de 11 por cada 100.000 habitantes (menos de la tercera parte de Honduras, por ejemplo). En San José, el número de asesinatos se mantuvo relativamente estable en los últimos tres años, aunque a falta de mes y medio para cerrar este 2022, la cifra ya alcanzó la registrada en todo el año pasado (46).
Sin embargo, la muerte de dos jóvenes de solo 19 y 23 años, apuñalados en plena calle de la capital en junio y julio de este año, encendió las alarmas de la población y “detonó la discusión de qué tan seguro es el centro de San José o no”, según Miranda. “No es la intención decir que solo esa ruta es segura. Es poner a disposición de los visitantes espacios de seguridad 24/7, que no es lo habitual en la ciudad porque cierran a cierta hora”, responde Chaves.
De hecho, algunos consideran que la línea roja podría llegar a causar el efecto contrario y convertirse en un imán para delincuentes que podrían buscar en el recorrido a víctimas fáciles. “Puede servir justo para vulnerar la seguridad de visitantes de la ciudad que no conocen por dónde manejarse más allá de la línea y que el crimen organizado los busquen ahí”, alerta Miranda.
Desde la municipalidad, Chaves descarta esta idea y afirma que la zona que recorre el trazado cuenta con cámaras de seguridad y rondas policiales frecuentes. “No es llamado a la delincuencia, sino que la gente se sienta segura en el tránsito”, asegura.
Patrimonio histórico
Aunque más allá de su efectividad para fomentar o no la seguridad, uno de los aspectos más criticados fue la decisión de que la línea se pintara en pleno centro y sobre antiguas aceras junto a edificios declarados patrimonio histórico arquitectónico. “Se me puede objetar que la acera no está declarada patrimonio, pero no todos los bienes de valor patrimonial están declarados patrimonio”, le dijo al diario costarricense La Nación el arquitecto e investigador de San José, Andrés Fernández.
“La acera con su valor histórico, puesto que se trata de piedra (no una acera de adoquín o de concreto) adquiere un valor conjunto o de acompañamiento”, aseguró el experto, quien calculó que una de las aceras pintadas debe tener en torno a un siglo de antigüedad.
La municipalidad respondió, sin embargo, que la pintura elegida no causa un daño permanente a la superficie. “Es un proyecto que tiene cierta temporalidad y que en algún momento no estará, por eso es pintura lavable y biodegradable”, señala Chaves.
El concejal Miranda, como muchos costarricenses, critican también la elección de esta gruesa línea de color rojo como seña identificativa de la ruta. “Se podrían haber usado señales o algo más creativo, que no fuera tan invasivo ni tan agresivo con el paisaje y que podrían servir igualmente de referente para el turismo que nos visita”, asegura.
Chaves admite que “se podrían haber discutido otras maneras y formas”, pero defiende que tras la elección de esta línea se encuentran colectivos civiles, Cámara de Comercio y otras instituciones que llegaron a ese consenso. También asegura que ya ha habido experiencias de intervenciones de espacio público en otros países, y cita como ejemplo el Freedom Trail de Boston, en Estados Unidos. Esta ruta, sin embargo, lo que conecta son monumentos y lugares significativos de la ciudad y lo hace en su mayoría a través de una línea de ladrillos rojos integrados en el piso.
“Parte del objetivo del proyecto era generar una acción de impacto que volviera la mirada a la ciudad, que nos llevara a debatir sobre ella”, responde cuando se le pregunta sobre si esperaba que el proyecto causaría esta polémica.
“Esto ha servido para descubrir que las personas que transitan por la ciudad sí tienen un vínculo con su entorno. Este es un espacio de reflexión que se abre y las discusiones sanas siempre son importantes”, concluye.
*Por Marcos González Díaz
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