Corrupción, escándalos y renuncias: por qué el gobierno de Pedro Castillo en Perú está en su peor momento
El ministro de Economía, Pedro Francke, presentó su dimisión; también había renunciado la mano derecha del presidente, Mirtha Vázquez, lo que obligó al segundo cambio de gabinete en seis meses
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BOGOTÁ.- Pedro Castillo vive su momento más difícil desde que llegase a la presidencia, que en su caso no es decir poco. La falta de firmeza del profesor rural contra la corrupción policial de la que le había alertado en repetidas ocasiones su ministro de Interior ha provocado una cascada de renuncias en su gabinete que amenaza con llevárselo a él también por delante. Castillo se encuentra más solo que nunca.
El último en presentar su renuncia fue el ministro de Economía y Finanzas de Perú, Pedro Francke, que dijo este martes que dejará su cargo, un día después de que el presidente anunciara la reorganización del gabinete tras la renuncia de la primera ministra Mirtha Vásquez por desacuerdos dentro del gobierno. ”Agradezco al presidente por la oportunidad que me brindó de servir al Perú en julio de 2021, en medio de una coyuntura marcada por la pandemia y la necesidad de recuperar la dinámica económica y el empleo”, dijo Francke, considerado favorable para el mercado, en Twitter. Francke dijo que esperaba que su reemplazo “continuara con las reformas que acabábamos de comenzar”.
La moneda peruana y la bolsa de valores de Lima cayeron el martes en medio de una incertidumbre mientras Castillo busca conformar un nuevo gabinete.
Antes había renunciado la mano derecha de Castillo, Vásquez. Se fue denunciando que la estructura del Estado permanece secuestrada por elementos incontrolados que torpedean investigaciones por corrupción. El deep state peruano. La primera ministra confiaba en llevar a cabo reformas y cambios en la jerarquía para combatir estas mafias enraizadas en el corazón del sistema. Ante la falta de acción del presidente, al que en repetidas ocasiones sus colaboradores le han presentado pruebas de lo que estaba ocurriendo, Vásquez se va del gobierno, lo que supone una nueva remodelación de todo el gabinete. La segunda en apenas seis meses.
La inestabilidad en la que está inmersa Perú desde hace cinco años no ha hecho sino incrementarse con Castillo. Casi a presidente por año, el país no termina de encontrar un rumbo político que pueda hacer las reformas necesarias. El líder de izquierda llegó al poder de forma accidentada por las acusaciones de fraude en las urnas de su rival, Keiko Fujimori, denuncias que no tenían ninguna base, pero que enrarecieron el ambiente. Una vez que tomó posesión en el invierno del año pasado, creó un gabinete repleto de gente cercana a Vladimir Cerrón, el dueño del partido con el que Castillo llegó al poder. Se trata de un extremista con ideas retrógradas en lo social que fungía como una especie de presidente en la sombra.
Sin embargo, a los pocos meses, el presidente cortó con los cercanos a Cerrón. La tensión entre ellos fue máxima. Entonces pareció un golpe audaz. Daba la sensación de que el profesor quería volar por libre. En lugar de uno de los hombres de Cerrón, colocó a políticas con un perfil más socialdemócrata. Entre ellas, Mirtha Vásquez. El gobierno parecía tomar un rumbo claro. Los problemas, de todos modos, continuaron. No hay semana en la que no haya una crisis, un escándalo, la renuncia de algún ministro que cometió alguna torpeza. Aunque es cierto que Perú devora ministros y presidentes como ningún otro país en América Latina, hasta para sus estándares esta situación resulta excesiva.
Ante la imposibilidad de lograr consensos en beneficio del país, informo que hoy presenté mi carta de renuncia al Presidente @PedroCastilloTe, la cual fue aceptada. Reafirmo mi compromiso con el país y los cambios para la justicia social. pic.twitter.com/OseIsX2zo5
— Mirtha Vásquez (@MirtyVas) January 31, 2022
El último disparador
La ola la vio venir Castillo en el horizonte desde la semana pasada, aunque por lo visto no calculó su dimensión. El ministro de Interior, Avelino Guillén, le presentó el viernes su renuncia.
Guillén llevaba un mes enfrentado al comandante general de la policía, Javier Gallardo, que actuaba por libre y no respondía ante el ministro. El jefe de los policías sacó a más de 1700 agentes experimentados en unidades claves de la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. El ministro, el fiscal que llevó a prisión a Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, pensaba que era una estrategia para disminuir la capacidad de investigación del cuerpo y le pidió su cabeza al presidente. Castillo no lo escuchó, ni siquiera le respondía los mensajes al ministro.
La primera ministra trató de mediar. Le dijo a Castillo que lo mejor era mantener a Guillén y jubilar al policía. Ni así actuó el presidente, que confía más en sus asesores que en sus ministros. La consecuencia es que ella también se va y deja al gabinete a merced de una nueva aprobación en el Congreso, la tercera en medio año.
Como siempre he anunciado en mis intervenciones, el gabinete está en constante evaluación. Por tal motivo, he decidido renovarlo y conformar un nuevo equipo. Agradezco el apoyo de @MirtyVas y ministros de Estado. Seguiremos por el camino del desarrollo por el bien del país.
— Pedro Castillo Terrones (@PedroCastilloTe) January 31, 2022
La oposición ha tratado de dinamitar el gobierno de Castillo desde el exterior, pero no hay duda de que los mayores enemigos los tiene dentro. Castillo no parece necesitar que nadie lo acerque al abismo, él se asoma solito.
El presidente comunicó en Twitter la remodelación del Gobierno como si fuera una idea suya. En realidad, la hace obligado. Horas antes, Vásquez habían hecho saltar todo por los aires. En ese intervalo de tiempo, el ministro más sólido de ese gobierno, el economista Pedro Francke, anunció en redes sociales que se ponía de parte de los que exigen más contundencia contra la corrupción. Castillo nunca estuvo antes tan aislado. Su supervivencia está en el aire.
Por Juan Diego Quesada
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