Coronavirus. Un argentino varado en Indonesia: "No nos cambian dólares porque dicen que tienen coronavirus"
Ignacio Soler viajó a Indonesia antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declare al nuevo coronavirus como pandemia. El 10 de marzo partió de Buenos Aires, donde quedaron su esposa y dos hijos, con rumbo a Bali, pero con destino final a Australia, donde vive su hija de 19 años. Aun espera ese reencuentro.
Tenía el pasaje desde mayo pasado y el regreso estaba previsto para el 19 de marzo. Sin embargo, el rápido avance del Covid-19 en el mundo cambió sus planes: la mayoría de los países cerró sus fronteras para evitar la propagación del virus y la Argentina, el mismo día que él tenía pasaje de vuelta, decretó el aislamiento total, preventivo y obligatorio.
Ignacio le cuenta a LA NACION que, cuando Alberto Fernández dispuso la cuarentena, comenzó a hablar con el consulado porque observó cómo los australianos volvían desesperados a su país. "Bali recibe cerca de 1.000.000 de turistas chinos por mes. Empezamos a preocuparnos. De un día para el otro, Australia cerraba la frontera tanto para el turismo como para tránsito. No pude entrar jamás a Australia, me quedé varado y solo", dice.
En su situación hay otros 134 argentinos. A través de un grupo de WhatsApp, se organizaron y se dividieron por género y edad. "Hay mucha gente joven en relación a otros lugares. Hicimos una distribución de tareas. El cónsul nos pasa un comunicado una vez por semana, pero no avanza nada. Hay quienes ya no saben cómo reducir los gastos. Algunos están compartiendo lugares de alquiler y también se juntan para autocuidarse", señala.
Indonesia cuenta con cerca de 4000 infectados y más de 320 muertes. Pero Ignacio resalta que en Bali, particularmente, no reportan los casos, no hay testeos y el servicio médico está saturado: "Me empecé a asustar por quedar aislado en un lugar donde no hay un servicio de salud adecuado y hay mucha densidad poblacional". Por ello, días después decidió tomarse un vuelo a Sumbawa, una isla muy precaria, musulmana, que tiene regulaciones de cuarentena "más flexibles".
Actualmente está en el pueblo Lakey Peak, de 100 habitantes, donde ni siquiera hay farmacias. "No hay cuarentena total. Todos usan barbijo, pero no respetan el aislamiento, no hay policía que pueda controlar el cumplimiento total. Sigue habiendo actividad normalmente. Estoy lejos del virus porque es más raro que llegue acá, ya que las rutas están cortadas y nadie puede entrar o salir. Pero no tengo acceso a medicina, ni a nada. No cambian plata porque dicen que los dólares tienen coronavirus. Fui a tres bancos en Tompu, una ciudad que queda a 80 kilómetros y, como ven que no soy local, no me dejan ni entrar", cuenta.
Se aloja con italianos; él es el único argentino. Al ser un lugar de turistas, dice, son atacados por los mismos lugareños que "se ponen agresivos porque no tienen para subsistir". "Yo manejo la incertidumbre todos los días, es vivir el día a día, porque es complicado. Acá no podés contagiarte, no tenés forma de que te atiendan".
Con respecto a las medidas que tomó la Argentina en relación a la repatriación de los varados en el exterior, Ignacio comenta que "el cónsul tiene muy buena voluntad, pero no tiene herramientas". "Está solo. El Gobierno tampoco ha estado presente en darle esas herramientas para contestarle a la gente que tiene un montón de dudas. Hay una madre sola con su hija, una embarazada, una señora que necesita medicación y todos los días aparecen más casos".
Además, señala que, por ejemplo, España y Portugal en conjunto mandaron vuelos comunitarios y los embajadores se pusieron en contacto para hablar con cada uno de los que estaba en Indonesia. "Repatriaron a todos, se juntaron ambos países para llenar un avión, les facilitaron mascarillas y un montón de cosas. Los propios embajadores los llamaban y decían ‘tengo resuelto tu tema’ y trabajaron para llevar a su propia gente al país".
La Argentina, según comenta, no tiene un cronograma: "Dicen una cosa, pero en la práctica no se producen. Lo más problemático es la entrada a nuestro país por la poca cantidad de gente que puede ingresar por día. Ahora tengo que ver si puedo acceder a alguno de los destinos donde Aerolíneas tiene programado vuelos y, si no, tengo que respirar profundo y ver cuánto dura esto".
Protesta, no quiere resignarse. "La solución tiene que venir desde el otro lado, no yo tratando de volver y quedar varado en un destino peor o con más riesgo de contagio. La injusticia que está haciendo la Argentina es enorme, porque no hicimos nada mal. Estamos en una prioridad cero", denuncia.
Sumado a sus preocupaciones, el viernes el volcán Krakatoa, en la provincia indonesia de Lampung, entró en erupción. "Me desperté y sentí un temblor. Ahora hay alerta de tsunami, los volcanes que activaron son tres y las cenizas también evitan que se pueda volar".
"¿Por qué viajé? Me subí al avión porque quería ver a mi hija. Hoy mi angustia más grande es tener a mi familia dividida. Todo esto me genera mucha incertidumbre", dice. Lo único que espera es volver a casa.
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