Coronavirus: la ultraderecha alemana aprovecha el clima de pandemia para desafiar a Merkel
BERLÍN.- Apenas habían pasado las 19 (hora local) cuando la autodenominada "sanadora" se subió a un escenario montado frente al Reichstag, el Parlamento alemán, para incitar a la multitud enardecida a tomar por asalto el edificio. "Ya no hay policías", vociferó. "¡Ganamos!"
Lo que siguió fue una escena que muchos alemanes creían confinadas a los libros de historia: cientos de militantes de extrema derecha rompieron la barrera policial e intentaron arrasar el Reichstag ondeando la bandera negra, blanca y roja del Imperio Alemán (1871-1918) en la que se inspiraron los nazis.
Fueron unos pocos minutos de tensión hasta que la policía, aunque desbordada numéricamente, logro hacerlos retroceder. Pero esos incidentes del día sábado marcaron un giro alarmante en el tono de las protestas contra el gobierno de Alemania por su respuesta ante la pandemia, manifestaciones que son cada vez más grandes y más virulentas, al menos entre los grupos más radicalizados.
Lo sorprendente es que esta descarga de furia se produce mientras el gobierno de la canciller Angela Merkel goza de elevados niveles de aprobación y popularidad, y la gran mayoría de los alemanes apoya las medidas tomadas para controlar la propagación del coronavirus . Alemania ha manejado bien la pandemia: mantuvo bajo el número de fallecimientos, reabrió las escuelas y destinó miles de millones de euros a programas de asistencia social que hasta el momento consiguieron frenar el desempleo.
Por pequeño que sea numéricamente, el grupo que intentó tomar el histórico edificio del Parlamento, el Reichstag, suscitó reacciones de alarma y comparaciones sombrías con el pasado alemán.
"Que haya nazis con la bandera imperial tratando de arrasar el Bundestag nos recuerda la etapa más negra de la historia de Alemania", dice Robert Habeck, dirigente del Partido Verde de Alemania.
"Es intolerable que la bandera del Reich vuelva a ondear en el Parlamento Alemán", dice Annegret Kramp-Karrenbauer, líder del partido de centroderecha al que pertenece la canciller Merkel.
El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, calificó los hechos de "Intolerable ataque al corazón de nuestra democracia".
Multitud en las calles
El pasado fin de semana, confluyeron en Berlín unos 38.000 manifestantes de toda Alemania, el mayor número desde el mes de abril, cuando arrancaron las protestas. La multitud era de lo más ecléctica: antivacunas como Robert F. Kennedy Jr., anticapitalistas, esotéricos, ocultistas, y ciudadanos comunes hartos de usar barbijo, pero también unos 3000 elementos de grupos de ultraderecha.
"Hay de todo, desde seguidores del Hare Krishna hasta seguidores de Adolf Hitler", dice Matthias Quent, experto en extremismo de derecha y director de un instituto de estudios sobre democracia y sociedad civil. "Es una masa de gente muy dispar, unida solo por la bronca contra el poder establecido. Un cóctel de egoísmo y furia populista."
El partido ultraderechista y euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD) intentó explotar en provecho propio la pandemia, tal como lo hizo con la crisis de los refugiados en 2015, cuando el gobierno aceptó el ingreso de más de un millón de migrantes, y así alimentar su relato de una crisis inminente y un gobierno fallido.
El AfD llegó al Parlamento en las últimas elecciones aupado por la oleada migratoria, pero esa preocupación ahora es remota y perdió fuerza política, ya que la integración de los refugiados es considerada mayormente un éxito. Y con sus propios legisladores y votantes profundamente divididos sobre las medidas que ha tomado el país frente al coronavirus, la intensión de voto al AfD ha caído por debajo del 10%, según las últimas encuestas.
"En Alemania, como en muchos otros países europeos, vemos un retroceso de los partidos de ultraderecha y un aumento de la confianza en los oficialismos", dice Quent. "En lo inmediato, la pandemia no es aprovechable por los partidos de ultraderecha."
Sin embargo, si la economía sigue cayendo y aumenta el desempleo, esa ecuación cambia, advierte Quent. De hecho, el AfD y la derecha más extrema intentan capitalizar el descontento y empezar a posicionarse para el feo clima político que les espera dentro de unos meses.
La preocupación más inmediata de los funcionarios y los expertos en extremismo es que si bien la ultraderecha es minoritaria en las protestas, se está radicalizando. Uno de los que convocó a las protestas del sábado es Björn Höcke, un incendiario dirigente del AfD, y Martin Sellner, estrella en ascenso del movimiento extremista Generación Identitaria, ambos clasificados como extremistas de ultraderecha por los servicios de inteligencia alemanes.
Los foros están inundados de teorías conspirativas de ultraderecha y de grupos supervivencialistas, que hace tiempo fantasean con una crisis tan profunda que haga colapsar el orden liberal en Alemania. Antes de las protestas del sábado, que el gobierno municipal de Berlín intento prohibir sin éxito ante los tribunales, varios grupos abiertos de la aplicación Telegram llamaban a "arrasar Berlín".
Algunos postearon fotos con armas. "Eso sí que es muy raro en Alemania", dice Quent.
Las autoridades están en alerta máxima. Durante los últimos 14 meses, terroristas de ultraderecha asesinaron a un político provincial frente a la puerta de su casa en la ciudad de Kassel, atacaron una sinagoga en Halle, y en febrero mataron a 10 personas en Hanau, en el oeste del país. Pero ya antes de que la pandemia golpeara a Alemania, el extremismo y el terrorismo ultraderechista eran considerados oficialmente como el mayor peligro para la democracia en el país.
Al mismo tiempo, altos funcionarios de inteligencia manifestaron su preocupación por la infiltración de extremistas de derecha en los servicios de seguridad alemanes. En los últimos años, además, se multiplicaron de manera alarmante los casos de miembros del ejército y la policía que pertenecían al extremismo de derecha. En julio, el gobierno disolvió una unidad entera de las KSK, las fuerzas especiales del país, porque estaba infestada de elementos radicalizados de extrema derecha.
Al mismo tiempo, fueron tres agentes de policía los que mantuvieron firmes en la entrada del Reichstag para mantener a raya a la multitud enardecida. El video de los tres hombres que resisten el embate de los manifestantes durante varios minutos antes de que llegaran los refuerzos se viralizó rápidamente en Alemania.
También encendió un inquietante debate sobre la seguridad del Reichstag. Para los alemanes, es un motivo de orgullo que el edificio dedicado "Al Pueblo Alemán", como dice su frontispicio, permanezca abierto incluso para esas personas.
El lunes, el tabloide alemán Bild calificó de "héroes" a los policías que defendieron el Parlamento, y el presidente Steinmeier los recibió en su residencia para agradecérselos oficialmente.
"Las raíces del extremismo de ultraderecha son muy profundas en nuestro país", dijo Steinmeier. "El peligro es serio."
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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