Coronavirus. Tawakkol Karman: “El fanatismo en esta pandemia es exacerbado todavía más por algunos políticos”
El 17 de diciembre de 2010, un vendedor callejero de frutas llamado Mohamed Bouazizi se prendió fuego, harto de los abusos de autoridad y de la represión que sufría a diario en Túnez. Murió. Pero nunca imaginó que su acto de protesta y de rebelión individual desataría manifestaciones en su país que se replicarían por toda la región, desatando un estallido social que provocó reformas políticas y sociales, y la caída de varios dictadores. Una revuelta que pasó a conocerse como la "primavera árabe".
Bouazizi jamás pudo imaginar, tampoco, que las mujeres asumirían un rol determinante durante aquellos sucesos históricos, lideradas por la activista y periodista yemení Tawakkol Karman, quien abogó desde la no-violencia por mayores libertades, derechos y garantías para todos sus compatriotas y, en particular, para las mujeres.
Menos de un año después de aquel despuntar, Karman se convirtió además en la primera mujer árabe, la segunda mujer musulmana y, al momento de recibirlo con apenas 32 años,la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, dándole estatura, proyección y protección global, aunque aún así afrontó varios atentados que casi le costaron la vida. "Nos han marginado durante mucho tiempo", declaró en aquel momento, "y ahora ha llegado el momento de pasar a la acción, sin esperar que nos acepten o que nos den permiso".
Así fue. Y los cambios se produjeron. Cayó el dictador yemení, se sancionaron nuevas leyes y una candidata resultó elegida en 2018 como la primera mujer intendenta de la capital de Yemen en la historia de su país. Pero también se registraron retrocesos. Y una contrarrevolución, que la llevó al exilio, junto a sus tres hijos, lejos del Medio Oriente, una región donde el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi recuerda a todos que las amenazas son bien concretas.
Ahora, a los 42 años, Karman sigue adelante. Teme que esta pandemia fanatice aún más a muchos que ya están demasiado fanatizados, exacerbados por políticos que solo buscan cosechar beneficios propios. Ya sea el ya expresidente Donald Trump, pero también el francés Emmanuel Macron, al cual le salió al cruce. "El ataque de Macron al Islam revela una intolerancia y un odio que es una vergüenza para un jefe de Estado de Francia", planteó Karman.
La "Madre de la Revolución", como se la conoce en Medio Oriente –y más allá también-, se siente pesimista en lo inmediato, aunque algo más optimista en el largo plazo. "Pocos países e individuos cambiarán para mejor" debido a la pandemia, dice a LA NACION. Pero aún así, cree, "la libertad prevalece por encima de todo".
-Dada su experiencia excepcional, ¿cuál es su mayor preocupación durante y después de esta pandemia mundial? ¿Una crisis social global? ¿Más religiosidad? ¿Un retroceso en las libertades civiles y políticas, acaso, en particular para las mujeres? ¿O algo más?
-Lo que más me preocupa durante esta pandemia es el fanatismo, que es exacerbado todavía más por algunos políticos al tratarla como si el Covid-19 tuviera la nacionalidad de un determinado Estado, como lo refleja el comportamiento de quienes acusan a los extranjeros de propagar la enfermedad sin tener en cuenta la verdadera naturaleza de este virus.
-Por eso, entiendo, usted criticó tan duro y tantas veces a Donald Trump, ¿no? Llegó a afirmar, cito textual, que "el discurso de Trump, tan irracional y lleno de odio, es el caldo de cultivo para que el terrorismo de fanáticos como el Estado Islámico y Al Qaeda se esparza por el mundo sin remedio". ¿Y qué espera para el día después de la pandemia?
-En cuanto al período posterior al coronavirus, cuando algún día lo dejemos atrás, creo que lo que más me preocupa son las posibles ramificaciones económicas de la pandemia. Porque se espera que sean, en su mayoría, nefastas.
-Por el contrario, ¿hay algo que considere especialmente optimista en todo lo que hemos experimentado o visto durante los últimos meses? ¿Qué lecciones positivas podemos aprender de esta crisis global, si es que considera que hay alguna?
-Creo que lo único alentador durante esta crisis es que la gente se ha dado cuenta del peligro que conlleva que los países se aboquen a fabricar armas biológicas. Han experimentado la gravedad de este riesgo en sus vidas cotidianas, ya que nadie ha escapado a las repercusiones de esta pandemia y, por lo tanto, espero que la gente se oponga a cualquier tendencia o intento por fabricar armas biológicas o bacteriológicas. El mundo ha experimentado duras condiciones durante varios meses y no espero que queramos que se repita semejante experiencia.
-Le insisto, pues. ¿Qué lecciones, por tanto, acaso podamos extraer de este año tan particular que hemos vivido?
-En mi opinión, las lecciones más importantes que se pueden aprender residen en el hecho de que, sin importar la supuesta superioridad científica y cultural o de la condición financiera que alcancemos los seres humanos, seguiremos estando en peligro mientras no estemos realmente preparados para afrontar estos peligros. Todos, incluidos los países desarrollados, se han enfrentado a situaciones difíciles durante la pandemia como resultado de las debilidades que evidenciaron las infraestructuras sanitarias y los sistemas de salud. Al final, quedó claro que el poder militar o económico no salvará a las personas. El mundo ha fallado descaradamente. Ahora es esencial, por tanto, que los países presten especial atención al sistema de salud.
-¿Ve eso posible cuando…
-Una cosa más, la pandemia ha llevado a la integración de extranjeros en muchas sociedades.
-¿Cómo es eso? ¿Puede explicarlo?
-A través de su participación en la batalla para combatir el Covid-19, en la que muchos nacionales y algunos inmigrantes han pagado el precio de esta guerra que comparten.
-Comprendo, como ha ocurrido en Francia. Donde ahora el Estado aceleró y simplificó los trámites para obtener la ciudadanía a más de 700 extranjeros que ayudaron a combatir el coronavirus, ya fuera como empleados en el sistema sanitario, como recolectores de residuos, cajeros y tanto más…. Demos otro paso en ese sentido, si le parece. ¿Podría esta epidemia global convertirse, quizás, en un punto de inflexión para la humanidad o teme que, por el contrario, les aporte la excusa ideal a las dictaduras para recortar aún más derechos, libertades y garantías?
-Se suele decir que el coronavirus cambiará ampliamente el mundo. Pero en mi opinión, los Estados y los individuos no aprenden lecciones fácilmente.
-¿Podemos decir, entonces, que no es usted muy optimista?
-Creo que la situación volverá a ser la que ya existía antes de que nos golpeara este virus. Pocos países e individuos cambiarán para mejor. Por eso creo que la desventaja no es que las dictaduras hayan fortalecido su presencia debido a la pandemia y ejerzan más control sobre el movimiento de personas y las censuren con el pretexto declamado de mantener la seguridad pública, sino que algunos gobiernos elegidos democráticamente tienden a acumular poderes de emergencia que restringen los derechos humanos y a fortalecer la censura estatal sin tener en cuenta el Estado de Derecho.
-Países como Hungría o Polonia, entre otros, donde gobernantes electos democráticamente aprovecharon la oportunidad para arrogarse facultades extraordinarias y avanzar…
-En todo caso, creo que cualquier privilegio que las dictaduras o las democracias logren a expensas de las libertades correrá el riesgo de colapsar si la economía no logra recuperarse.
-Después de revisar muchas de sus declaraciones públicas de los últimos años, le consulto qué preguntas deberíamos habernos planteado hace mucho tiempo, pero hemos evitado hacerlo. Del mismo modo, ¿qué ejes considera relevantes en la actualidad, pero estima que no les prestamos suficiente atención?
-A menudo se descuidan temas como la salud, el clima y el crimen organizado. Esta pandemia ha revelado que la guerra que podemos perder no es la que se libra en base a los ejércitos o la superioridad aérea, sino más bien la que se está librando al borde de nuestra salud. Creo que es crucial pensar podemos preservar mejor nuestras vidas en este planeta. Los alimentos, la sanidad y el clima deben convertirse en nuestras principales preocupaciones.
-¿Cuál es su mensaje para quienes lean esta entrevista? ¿Qué pueden hacer, cada uno de ellos, desde sus respectivos lugares? ¿Pueden realmente marcar la diferencia? Y en ese caso, ¿a qué costo? Porque a usted casi la matan y se encuentra en un exilio forzoso mientras los contrarrevolucionarios le pusieron precio a su cabeza…
-En crisis importantes como esta, podemos convertirnos en fanáticos o mantenernos unidos. Alcanzaremos la victoria para nuestra existencia como humanos si decidimos alinearnos con el concepto de solidaridad. Cualesquiera que sean nuestras diferencias religiosas, culturales o políticas, debemos actuar de acuerdo con lo que dicta nuestra conciencia. Debemos tomar partido por nuestra humanidad.
-¿Hay alguna pregunta que no le hice y que usted quisiera responder?
-La Argentina es un país hermoso. Cualesquiera sean las dificultades que se interpongan en su camino, derribó una dictadura horrible. La libertad prevalece por encima de todo. Tal vez la pregunta que no me hizo es ¿qué le ha resultado una sorpresa durante la crisis que disparó el Covid-19? Y mi respuesta sería: francamente, me sorprendió que los países ricos, tanto como los países pobres, con la excepción de muy pocas naciones, no tuvieran un sistema de salud fuerte y eficaz.
Biografía
Nacida en 1979, en Yemen, estudió Administración de Empresas en la Universidad de Ciencia y Tecnología y una maestría en Psicología de la Educación en la Universidad de Sana’a.
En 2005 fundó el grupo "Mujeres Periodistas Sin Cadenas" para promover los derechos humanos; en especial, la libertad de opinión y de expresión, y los derechos políticos, a través de los principios de la no violencia.
Entre 2007 y 2010 lideró las demostraciones y sentadas en la Plaza de Tahrir, para luego convertirse en una referente de la Primavera Árabe de 2011, abogando por la democracia y la participación plena de las mujeres en la consolidación de la paz.
Considerada la "Madre de la Revolución" por los yemeníes, en 2011 ganó el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la primera mujer árabe, la segunda mujer musulmana y, al momento de recibirlo, la persona más joven en recibir ese reconocimiento.
Sobrellevó ataques físicos, amenazas, detenciones y un exilio forzado, al mismo tiempo que acumuló reconocimientos de las Naciones Unidas (ONU), Transparencia Internacional y múltiples universidades que le concedieron doctorados honoris causa.
-En estos tiempos de pandemia global, ¿qué libros o películas o música o cualquier otra actividad sugiere a los argentinos para distraerse o, acaso, aprovechar el tiempo? ¿Qué hace usted con su tiempo libre?
-Para ser sincera, ahora no tengo suficiente tiempo libre, pero en general me gusta ver películas y series que aportan luz sobre asuntos políticos e históricos. Eso, claro, además de mantener la lectura, un hábito indispensable, y escuchar algo de música. Dicho eso, te agradezco la buena imagen que tiene de mí como para preguntarme eso, pero me resulta difícil aconsejarles a otras personas sobre películas o libros ya que los intereses, deseos y gustos varían de persona a persona. Así que, para plantearlo simple, sugiero cualquier cosa que incremente el conocimiento y la concientización sobre los valores y los principios humanos comunes a todos porque eso fortalece la paz social y la coexistencia global, y tiende puentes entre las culturas
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