Coronavirus. Seis meses en busca de una solución al Covid-19: 23 vacunas ya se ensayan en humanos
El 12 de enero, cuando se suponía que solo había 41 personas infectadas por un misterioso coronavirus en la ciudad china de Wuhan, varios grupos de científicos arrancaron una carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna contra una enfermedad que ni siquiera tenía nombre todavía. Seis meses después, ya hay 163 vacunas experimentales contra el Covid-19 y 23 de ellas se están probando en humanos, según el registro de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Nunca se había visto nada igual.
La última buena noticia es la confirmación este martes de que la vacuna experimental de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU y de la empresa Moderna ha pasado con éxito su primer ensayo en 45 personas. Los participantes vacunados con dos dosis generaron niveles altos de anticuerpos neutralizantes -las defensas específicas del cuerpo humano que bloquean el virus- y no mostraron efectos adversos graves, más allá de síntomas leves como cansancio, dolor de cabeza o escalofríos. Los resultados son "increíbles", según el farmacéutico español Juan Andrés, director técnico de Moderna, una empresa biotecnológica con sede en Cambridge (EE UU). "La seguridad y magnífica eficacia siguen dando grandes esperanzas para una pronta vacuna", opina Andrés, cuya compañía se dispara en la Bolsa con cada anuncio.
Moderna ha detallado este miércoles en una rueda de prensa sus planes para comenzar el 27 de julio un ensayo final con 30.000 voluntarios sanos. La empresa estadounidense, para ganar tiempo, trabaja asumiendo que la vacuna funcionará y será segura, algo que todavía no está ni mucho menos garantizado. El 9 de julio, los Laboratorios Farmacéuticos Rovi, en Madrid, anunciaron un acuerdo con Moderna para colaborar en las últimas etapas de la producción de "cientos de millones de dosis" para abastecer a países fuera de EE UU. El objetivo de la empresa de Cambridge es fabricar entre 500 millones y 1.000 millones de dosis cada año en sus instalaciones estadounidenses a partir de 2021. Si hay que vacunar a toda la humanidad dos veces, haría falta más de una década a ese ritmo.
Todo apunta a que en 2021 habrá varias vacunas diferentes, desarrolladas de urgencia y con una eficacia mejorable. La vacuna de Moderna es como una receta escrita en un lenguaje genético, el ARN, con las instrucciones para que sean las propias células humanas las que fabriquen las proteínas de la espícula del coronavirus —responsables de su forma de maza medieval— con las que entrenar sin riesgo al sistema inmune. Otras cuatro entidades han comenzado ya a probar en humanos vacunas experimentales de ARN similares: el Imperial College de Londres, la empresa alemana CureVac, la biotecnológica china Walvax y un consorcio formado por la alemana BioNTech, la estadounidense Pfizer y la china Fosun Pharma.
La vacuna experimental más avanzada, desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica británica AstraZeneca, utiliza otra estrategia: es un adenovirus del resfriado común de los chimpancés, modificado para transportar las instrucciones genéticas con las que fabricar la proteína de la espícula del coronavirus. AstraZeneca ha llegado a un acuerdo con la UE para suministrar 400 millones de dosis a partir de finales de este año, reconociendo que puede que la vacuna no funcione. La farmacéutica y la Universidad de Oxford han comenzado ya un ensayo con más de 15.000 voluntarios en Reino Unido, Brasil y Sudáfrica para averiguar si la vacuna es realmente segura y eficaz.
La empresa china CanSino Biologics y la Academia de Ciencias Militares del país asiático emplean una estrategia similar: un virus del resfriado común modificado genéticamente. La dictadura china aprobó hace un par de semanas el uso militar de esta vacuna experimental, que todavía tiene que demostrar su eficacia en ensayos con miles de personas. El Instituto de Investigación Gamaleya, en Moscú (Rusia), también ha iniciado pruebas en humanos de una vacuna experimental parecida.
La OMS, la Unión Europea y otras organizaciones internacionales lanzaron en abril un consorcio internacional, denominado Acelerador ACT, para obtener vacunas y tratamientos contra la covid "en tiempo récord". Su objetivo es disponer de 2.000 millones de dosis a finales de 2021 para distribuirlas de manera racional a las personas en mayor riesgo, sean de donde sean. La mitad de las dosis se reservarían para países de bajos o medianos ingresos. El consorcio ha pedido a los donantes internacionales unos 12.000 millones de euros de manera urgente para propulsar la investigación de vacunas y tratamientos, pero apenas se ha alcanzado un tercio de esa cantidad por el momento, según alertó la OMS el 26 de junio.
Uno de los principales impulsores del Acelerador ACT es la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), fundada por los Gobiernos de Noruega e India, la Fundación Bill & Melinda Gates, el Wellcome Trust y el Foro Económico Mundial. La CEPI ha financiado parcialmente el desarrollo de siete vacunas experimentales que ya están en pruebas en humanos, incluyendo la de Oxford, la de Moderna y la de la empresa alemana CureVac.
La coalición también ha puesto dinero en la vacuna experimental de la empresa estadounidense Inovio, basada en otro lenguaje genético, el ADN. El médico español Pablo Tebas inició en mayo las pruebas en humanos de esta vacuna en la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia. Otras tres entidades han comenzado ensayos de vacunas de ADN similares: la Universidad de Osaka (Japón), la empresa surcoreana Genexine y la farmacéutica india Cadila Healthcare.
Las otras tres vacunas financiadas por la CEPI son de otro tipo, bautizado "de subunidades" porque emplean fragmentos del propio virus. Son las vacunas experimentales desarrolladas por la empresa estadounidense Novavax, la china Clover Biopharmaceuticals y la Universidad de Queensland (Australia).
Esta semana, la OMS ha comenzado a reclutar expertos internacionales para formar un grupo de trabajo encargado de escoger las vacunas experimentales más prometedoras para priorizar su producción. El consorcio del Acelerador ACT, sin embargo, es muy realista: "Aunque hay una cartera muy grande con unos 200 candidatos a vacuna, su desarrollo está todavía en una fase temprana y muchos pueden fracasar. Los desafíos son considerables y el éxito no está garantizado".
El presidente estadounidense, Donald Trump, decidió en mayo darle una patada a la OMS y hacer la guerra al coronavirus por su cuenta, con una iniciativa bautizada Operación Velocidad Warp. El Gobierno de EE UU se ha concentrado en financiar cinco vacunas experimentales, entre ellas la de la Universidad de Oxford, la de Moderna y la del consorcio formado por la alemana BioNTech, la estadounidense Pfizer y la china Fosun Pharma. Trump ha prometido una vacuna en tiempo "récord, récord, récord". Es una de sus mejores promesas electorales. Las elecciones presidenciales de EE UU son el 3 de noviembre.
Las otras dos vacunas experimentales impulsadas por la Operación Velocidad Warp están todavía en ensayos en animales. Una es la de la multinacional estadounidense Johnson & Johnson, basada también en un adenovirus del resfriado común y financiada con unos 400 millones de euros por el Gobierno de EE UU. El inicio de las pruebas en humanos es inminente, según ha anunciado la compañía. La segunda es el prototipo de la farmacéutica estadounidense Merck Sharp & Dohme (MSD). Su vacuna experimental es similar a la que ya fabrican contra el ébola, llamada Ervebo. Si desarrollar una vacuna ha requerido históricamente unos 10 años en promedio, Ervebo estuvo lista en solo cinco. Ese es el récord que quieren pulverizar los 163 proyectos que están más cerca de encontrar una solución definitiva al Covid-19.
Manuel Ansende
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