Coronavirus. Ramesh Thakur: “Me inquieta que las mayorías puedan ser aterradas con éxito para que entreguen sus libertades individuales”
Ramesh Thakur padeció desde las Naciones Unidas (ONU) la ofensiva de presión, propaganda y manipulación retórica que llevó a la guerra en Irak . Ahora, 17 años después, siente que se repite la historia con la pandemia de coronavirus . En particular, con la imposición de las cuarentenas.
Polémico, sí, pero con argumentos y datos, el politólogo y experto en seguridad internacional nacido en la India , educado en Canadá , que trabajó alrededor del orbe, se radicó en Australia y llegó a la primera línea de la ONU, teme que la "coronafobia" nos impida ver el panorama completo.
"Las graves amenazas globales requieren soluciones globales", plantea, desafíos que afectarán a cientos de millones entre los más pobres del planeta, y que también dejarán largas secuelas en los países más ricos. Por eso, urge, los gobiernos deben implementar "una política pública integrada como respuesta a la pandemia".
–¿Qué quiere decir con "coronafobia"?
–He tenido dos grandes preocupaciones durante la pandemia. Ambas se relacionan con mi sensación de que una "coronafobia" se ha convertido en la base de la política gubernamental en muchos países, con una pérdida total de la perspectiva de que la vida es un equilibrio diario de riesgos. Primero, me inquieta la medida en que las mayorías en países alfabetizados pueden ser aterrorizadas con éxito para que entreguen sus libertades civiles e individuales. Y eso, cuando las pruebas sobre la escala y gravedad de la pandemia son sorprendentemente escasas en comparación con las innumerables otras amenazas a nuestra salud que afrontamos cada año. No prohibimos los automóviles, por ejemplo, con el razonamiento de que cada vida cuenta. Aceptamos el nivel de riesgo para la vida y la integridad física que los autos conllevan a cambio de cierto nivel de conveniencia. Ahora, sin embargo, las restricciones impuestas a nuestra vida cotidiana han sido mucho más draconianas que cualquier otra antes, incluso durante la Segunda Guerra Mundial y la gran gripe de 1918-1919, pero la evidencia sobre la efectividad de los cierres de los países es menos que convincente. Por lo que sabemos, la infección parece subir abruptamente, detenerse, bajar y retroceder en casi todas partes, independientemente de las diferentes estrategias de intervención que adopte cada gobierno.
–¿Y el segundo punto?
–Que el coronavirus amenaza con abrumar la salud y las economías de muchos países en desarrollo donde mil millones de personas subsisten en un estado de naturaleza hobbesiano y la vida es "desagradable, brutal y breve". En los países pobres, el mayor número de muertes se debe a enfermedades infecciosas transmitidas por el agua, deficiencias nutricionales y complicaciones neonatales y maternas. El encierro ha producido su propia versión del dicho de Tucídides de que los fuertes hacen lo que pueden, los débiles sufren como deben. En los países en desarrollo, salvar los medios de vida no es menos importante que salvar vidas. Los privilegiados pueden utilizar los hospitales privados, pero los pobres tienen poco acceso a una atención médica decente y quedarán desproporcionadamente devastados. Los pobres cargan con la carga, ya que quedarse en casa significa renunciar a sus ingresos diarios. Millones temen que el hambre los mate antes que el coronavirus. El Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio advierten sobre dramáticas desaceleraciones y contracciones del PBI, con el aumento consiguiente de la pobreza. Oxfam estima que la pandemia podría empujar a 500 millones de personas más a la pobreza y la ONU estimó que la recesión económica mundial podría causar cientos de miles de muertes infantiles adicionales en 2020. El número de personas que padecen hambre aguda podría casi duplicarse a 250 millones. Un estudio de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins advierte que la mortalidad infantil podría aumentar en 1,2 millones este año en los países pobres y la mortalidad materna en 56.700, debido a la interrupción de los servicios de salud…
–Los "daños colaterales"…
–Me desconcierta mucho la forma en que tantas personas a las que consideré progresistas han sido tan indiferentes a la situación de los pobres y los trabajadores que no tienen el lujo de trabajar desde casa, ni ahorros para sostener a sus familias hasta que puedan generar ingresos otra vez. Dado mi origen indio, me han impactado las imágenes de los millones de migrantes que marcharon a pie durante miles de kilómetros en un intento desesperado por regresar a sus aldeas mientras se evaporaban sus trabajos. Muchos murieron en el camino. El caso de Jamlo Madkam, una niña de 12 años que caminó 100 kilómetros, pero murió de agotamiento a solo 11 kilómetros de su casa, nunca ha dejado de atormentarme.
–¿Y en los países medios y ricos?
–Tampoco son inmunes a los efectos mortales del bloqueo. Un informe en The Financial Times detalló que el gobierno británico estima que hasta 150.000 personas podrían morir prematuramente por otras causas en el Reino Unido porque el Covid-19 puso en espera una gran cantidad de exámenes y operaciones. Y un informe en la revista The Lancet Psychiatry alertó que las medidas tomadas en respuesta al Covid-19 podrían tener un impacto profundo y generalizado en la salud mental, mientras que el Royal College of Psychiatrists del Reino Unido informó que los intentos de suicidio se sextuplicaron entre los ancianos debido a la depresión y la ansiedad causadas por el aislamiento social, mientras que también se detectó un aumento de hombres de 18 a 25 años "gravemente afectados por problemas de salud mental por primera vez". En tanto, los expertos australianos advierten que el aumento del 50% en los suicidios inducido por el bloqueo podría matar diez veces más que el virus. Las autoridades y los expertos de Estados Unidos también advierten de una "ola histórica" de problemas de salud mental causados por las "dosis diarias de muerte, aislamiento y miedo" relacionadas con Covid-19. Y esto, sin olvidar que el encierro expone a las mujeres a un riesgo mucho mayor de sufrir violencia doméstica.
–¿Qué le preocupa mirando más allá de la pandemia?
–El impacto a largo plazo en la salud, las necesidades nutricionales, la seguridad alimentaria, el bienestar mental de las personas y mucho más. Los profesores de Stanford y Waterloo, Jay Bhattacharya y Mikko Packalen, estiman que el impacto global a largo plazo del bloqueo podría "terminar cobrando casi seis millones de vidas jóvenes en la próxima década" en los países en desarrollo. Me pregunto, también, si nos hemos preparado para repetir esta locura todos los años ante los brotes anuales de gripe, especialmente si afrontamos una mala temporada de gripe. ¿Por qué no? Y me preocupan las tensiones geopolíticas entre China y Estados Unidos . Se han visto exacerbadas por los esfuerzos iniciales de las autoridades locales en China por tapar todo y por los esfuerzos de la administración Trump por echar culpas a fin de desviar la atención de su propia incompetencia.
–¿Vamos hacia una "nueva normalidad"?
–La globalización ha sustentado una prosperidad sin precedentes y el aumento de los niveles educativos y de salud para miles de millones de personas en todo el mundo, junto con una parte oscura para muchos. ¿Desperdiciaremos ahora los beneficios sustanciales de la globalización detrás de fosos nacionales, otra vez? La pandemia demuestra de manera concluyente la necesidad de desmilitarizar la política exterior y promover una mayor cooperación multilateral contra las graves amenazas globales que requieren soluciones globales. Aquellas amenazas que mi exjefe, Kofi Annan, llamaba "problemas sin pasaporte" y que requieren soluciones también sin pasaporte. Pero el riesgo es que nos movamos en la dirección opuesta y recreemos el balance de los sistemas regionales de poder en varios puntos críticos de todo el mundo. Y eso, sin olvidar que el actual secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha advertido que la pandemia se está convirtiendo en una crisis de los derechos humanos, con respuestas autoritarias, vigilancia, fronteras cerradas y otros abusos. Espero que cuando termine la crisis, se restablezca el equilibrio entre las libertades individuales y el poder estatal y que no se consolide un estado de vigilancia.
–¿Cuáles son los asuntos relevantes a los que no prestamos atención suficiente?
–Hace poco, The Wall Street Journal publicó un artículo en el que planteó, con razón, que "era inevitable un coronavirus mortal; ¿por qué nadie estaba listo?". Otra catástrofe en la que parece que estamos sonámbulos es una guerra nuclear. En contraste, recibimos múltiples advertencias sobre los peligros que corremos si no corregimos nuestras conductas de consumo ambiental. Otros desafíos mundiales apremiantes incluyen los crecientes desequilibrios y la fragilidad de los ecosistemas, el agotamiento de las poblaciones de peces, la inseguridad alimentaria y del agua, la desertificación y, por supuesto, una serie de otras enfermedades que siguen siendo las principales causas de muerte cada año. Es un hecho aleccionador que hasta ahora el Covid-19 mató más de 750.000 personas en todo el mundo. Otras 18 causas matan más personas cada año, incluidas 14 que causan más de un millón de muertes cada una. Otra razón por la que me desconcierta la preocupación por el Covid-19 en desmedro de otras enfermedades mortales.
–En el Times of India, trazó un paralelo entre la guerra deIrak y el Covid-19. ¿Cómo es eso?
–Antes y durante la guerra de Irak, yo era un alto funcionario de la ONU. El uso del chantaje emocional por parte de los belicistas, donde los críticos de la guerra que se avecinaba fuimos criticados por supuestamente estar "hombro con hombro" con el "Carnicero de Bagdad" [por Saddam Hussein], fue instructivo. Por supuesto, muy pronto los críticos fuimos ampliamente reivindicados. Pero todo el episodio me dejó dos conclusiones: la primera, que apelar a argumentos emocionales y al chantaje moral generalmente implica que tienes pocos argumentos y pruebas para respaldar tu caso; la segunda, que siempre que nos planteen argumentos con signos de exclamación (¡Saddam ya tiene armas de destrucción masiva! ¡Debemos detenerlo! ¡El coronavirus podría ser más catastrófico que la gripe española! ¡Matará a la mitad! ¡El cielo se está cayendo!), es una muy buena idea sustituir esos signos por los de interrogación. ¿Por qué Saddam haría eso? ¿Dónde está tu evidencia? ¿Cuál será el costo humano y económico? ¿Cuánto tiempo llevará esto? ¿Cuál es tu estrategia de salida? ¿Cuáles son los controles? En lugar de ese escepticismo tan saludable para bajar la excitación, el coronavirus ha mostrado un triunfo notable de la visión de túnel.
–¿Hay algo esperanzador en estos días?
–Soy un optimista congénito. De hecho, a veces he planteado que el optimismo es una condición laboral esencial para un funcionario de la ONU: hay que creer en la perfectibilidad de la humanidad, a pesar de las muchas pruebas de lo contrario en la historia y en los asuntos internacionales contemporáneos. La pandemia ha servido como una llamada de atención a nuestra vulnerabilidad a las amenazas reales de hoy y a nuestra falta de preparación. El Covid-19 es altamente infeccioso, pero no tan letal como predijeron los agoreros. Pero la próxima amenaza podría ser muy infecciosa y letal. Espero que aprendamos lecciones importantes y nos alejemos del estilo de vida narcisista, egocéntrico, dirigido por la gratificación instantánea y dirigido por el consumo, y reorganicemos los asuntos nacionales y globales sobre una base más sustentable. Necesitamos un multilateralismo más inteligente, apoyado en una ética de cooperación global. Enfrentamos un déficit de liderazgo, en especial entre las principales potencias. Pero el espíritu humano es muy resistente.
–¿Hay alguna pregunta que no le haya planteado que quiera abordar?
–Un error habitual ha sido privilegiar lo médico sobre todas las demás consideraciones, cuando debió desarrollarse "un balance de intereses". Los gobiernos deben tener conciliar las políticas médicas, sociales, económicas, democráticas liberales, de derechos humanos e internacionales al diseñar una política pública integrada como respuesta a la pandemia.
Quién es Ramesh Thakur
Nacido en 1948, en la India, Ramesh Thakur estudió ciencias políticas en la Universidad de Calcuta y completó su maestría y doctorado en la Universidad de Queens, en Canadá.
Trabajó para la ONU, donde se desempeñó como asesor del entonces secretario general, Kofi Annan, y luego como subsecretario general entre 2003 y 2007.
Es director del Centro para el Desarme y la No Proliferación Nuclear de la Universidad Nacional de Australia, y fue asesor de los gobiernos de ese país y Nueva Zelanda sobre control de armas, desarme y asuntos de seguridad internacional
Profesor de relaciones internacionales en universidades de Australia y Nueva Zelanda , integró grupos de trabajo y asesoramiento sobre desarme nuclear, resolución de conflictos y seguridad multilateral en el Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda y Finlandia , entre otros países
Recomendación para aprovechar el tiempo
–Dado que millones de argentinos deben permanecer en sus casas desde hace meses, ¿qué libros, películas, música u otra actividad les recomienda para distraerse o "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?
–Esta es una pregunta interesante. Me ha resultado útil leer una combinación de clásicos y distracciones ligeras, volver a visitar algunos viejos favoritos y probar otros nuevos, mezclar humor y thrillers. Las dos últimas películas que vi fueron "La importancia de llamarse Ernesto" (1952) y "Sé adónde voy" (1945), y las disfruté muchísimo. También hay una película japonesa poco conocida, pero hermosa, "Our Little Sister" (2015) que recomiendo encarecidamente. En cuanto a libros, "Cien años de soledad" es siempre una gran lectura. Un libro realmente perturbador, pero muy importante desde mi punto de vista profesional, dado mi interés en los crímenes atroces en masa, es "Partition Voices: Untold British Stories", de Kavita Puri. Y un libro absorbente centrado en China es "The Promise: Love and Loss in Modern China", de Xinran. Para equilibrar estos libros "pesados", sugiero la serie de cuentos y novelas Malgudi, de R.K. Narayan y, más recientemente, "The God of Small Things", de Arundhati Roy. En cuanto a las series de televisión, me gusta el ambiente refinado de la serie "Father Brown", basada en el personaje de Chesterton. ¡Supongo que siento nostalgia por un mundo que parecemos haber perdido en estos tiempos locos!
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