Coronavirus: por qué las nuevas restricciones en Asia deberían preocuparnos
TOKIO.- El recorte de vuelos internacionales en China es tan severo que los estudiantes que se encuentran en el extranjero se preguntan cuándo lograrán volver a casa. En Singapur, los ciudadanos recién regresados al país están obligados a compartir con las autoridades su ubicación exacta a través del GPS de sus celulares, para demostrar que están cumpliendo con la cuarentena ordenada por el gobierno a raíz del coronavirus .
En Taiwán, le impusieron una multa de 33.000 dólares a un recién regresado del Sudeste Asiático que en vez de quedarse en aislamiento en su domicilio se escabulló a una discoteca. En Hong Kong, una chica de 13 años fue vista en un restaurante con el brazalete de rastreo usado para monitorear a quienes deben estar en cuarentena: la siguieron, la filmaron, y a continuación la destrozaron en las redes sociales.
En todo el continente asiático, los países y ciudades que parecen haber domado la epidemia de coronavirus están sellando repentinamente sus fronteras e imponiendo medidas de contención aún más estrictas, por temor a una oleada de nuevos infectados provenientes del extranjero.
Las medidas son un ominoso presagio para Estados Unidos, Europa y el resto del mundo que sigue batallando contra el brote: que cualquier éxito en la contención del virus es relativo, y que el mundo seguirá en una especie de bloqueo por tiempo indefinido.
Por más que el número de casos nuevos empiece a descender, las restricciones y prohibiciones a los viajes en muchos lugares seguirán en pie hasta que se encuentre un tratamiento o una vacuna. De lo contrario, el riesgo es que la infección vuelva a ingresar a través de las fronteras, especialmente debido a que la mayoría de los portadores son asintomáticos.
Debido al reciente repunte de casos vinculados a viajeros internacionales, China, Hong Kong, Singapur y Taiwán nuevamente prohibieron de plano el ingreso de gente llegada del extranjero. Japón ha prohibido el ingreso de visitantes de casi toda Europa, y está considerando negarles la entrada los viajeros de otros países, incluido Estados Unidos. Corea del Sur impuso controles más estrictos: toda persona llegada del extranjero debe permanecer 14 días en cuarentena en instalaciones del gobierno.
"Los países tienen problemas incluso para implementar soluciones a nivel interno, y las soluciones internas son insuficientes para enfrentar un problema sanitario global transnacional", dice Kristi Govella, profesora adjunta de estudios asiáticos de la Universidad de Hawái.
"Hasta los países relativamente exitosos en el manejo de la pandemia son tan fuertes como su eslabón más débil", dice Govella, y agrega que a falta de cooperación entre los países, "el cierre de fronteras es una de las formas que tiene cada gobierno individualmente para contralar la situación".
Ahora, el riesgo es que ese virus que surgió en Asia y se propagó hacia Occidente termine de dar la vuelta al mundo y vuelva a ingresar a Asia. Los ciudadanos asiáticos que estaban en Europa y Estados Unidos corrieron de vuelta a casa cuando de pronto advirtieron que se encontraban en el nuevo epicentro de la pandemia.
Casi de inmediato, países y ciudades de Asia empezaron a verificar un aumento de nuevos casos, que suelen ser identificados por las cámaras termosensibles de los aeropuertos cuando reingresan a su país. Hong Kong, que venía reportando menos de 10 casos nuevos por día, de repente experimentó un repunte de 65 casos en un solo día. En Japón, donde el contagio siempre estuvo relativamente controlado, los casos empezaron a aumentar de nuevo el mes pasado, sobre todo en Tokio, con el regreso de pasajeros desde el extranjero.
Controles draconianos
En un intento por cortar de cuajo el reingreso de la infección, los gobiernos impusieron controles draconianos en sus puntos de ingreso.
Corea del Sur, elogiada internacionalmente por haber aplanado la curva tras una explosión inicial de contagios, hasta hace poco solo pedía que los viajeros de ciertos países hicieran cuarentena al llegar al país, pero esta semana extendió la medida a todos los países del mundo.
Japón arrancó poniendo a los recién llegados en cuarentena, pero ahora directamente prohibió de plano el ingreso de viajeros provenientes de Europa, y está evaluando incluir también a Estados Unidos.
Por su parte, China, Hong Kong, Singapur y Taiwán simplemente sellaron sus fronteras para los extranjeros de casi todo el mundo.
Hasta los propios ciudadanos chinos tienen problemas para regresar a su país. Alex Fei, un estudiante chino de una universidad en Canadá, está teniendo problemas para volver: sufrió dos la cancelación de sus vuelos, cuando Hong Kong suspendió los transbordos en sus aeropuertos, y cuando la aerolínea suspendió los vuelos directos de Vancouver a Shanghái.
Fei dice que tal vez no tenga más remedio que quedarse en Canadá: "Los estudiantes en el extranjero tenemos las manos atadas", dice.
"Esto va para largo"
Los que finalmente logran regresar a Asia suelen quedar bajo vigilancia estricta mientras cumplen la cuarentena, y algunos gobiernos incluso recurren a la justicia penal para obligarlos.
La tecnología es una herramienta clave para controlar el cumplimiento de la cuarentena. En China, los regresados al país pasan 14 días en hoteles asignados por el gobierno y envían su registro de temperatura corporal diariamente a los comités vecinales a través de servicio de mensajes chino WeChat. En Taiwán, el gobierno usa el GPS de los celulares y le agrega una cuota de control de botas a la antigua: agentes de policía que visitan el hogar de las personas cuyos teléfonos permanecen apagados demasiado tiempo. En Hong Kong, las personas en cuarentena son monitoreadas con brazaletes electrónicos y a través de una aplicación en sus celulares.
Las penas por incumplir la cuarentena pueden ser muy duras. Las autoridades de Singapur informaron este domingo que habían invalidado el pasaporte de una mujer de 53 años por infringir la cuarentena. En Japón, las autoridades informaron oficialmente que quien rompa la cuarentena puede ser encarcelado por hasta 6 meses o enfrentar una multa que puede rozar los 5000 dólares.
Sean Sierra, un oficial de 30 años de la marina norteamericana estacionado en la Base Naval de Yokosuka, en Japón, no cree que esto ve un final en ciernes. "Esto va para largo", dice Sierra.
Traducción de Jaime Arrambide
The New York Times
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