Coronavirus. El Papa Francisco advirtió del peligro de "un virus peor": el del egoísmo indiferente
ROMA.- Evidentemente preocupado por los estragos causados por el nuevo coronavirus en el mundo y por lo que vendrá, el Papa hizo hoy un fuerte llamado a pensar en este momento en los más pobres, al recordar que "la misericordia no abandona a quien se queda atrás". "Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás", advirtió. "Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad", pidió. "No es ideología, es cristianismo", sentenció.
El exarzobispo de Buenos Aires habló así en una misa que celebró, como siempre sin fieles, en el primer domingo después de Pascua, fiesta de la Divina Misericordia, en la Iglesia de Santo Spritio in Sassia, que queda muy cerca del Vaticano y que es su santuario en Roma. En un sermón en el que evocó a Juan Pablo II, que hace veinte años canonizó a la mística polaca Sor Faustina Kowalska e instituyó el Domingo de la Divina Misericordia, Francisco puso el foco en la misericordia de Jesús, que no dejó atrás al apóstol Tomás, pese a su incredulidad.
"En esa comunidad, después de la resurrección de Jesús, sólo uno se había quedado atrás y los otros lo esperaron", dijo, refiriéndose a Tomás, que había estado ausente. "Actualmente parece lo contrario: una pequeña parte de la humanidad avanzó, mientras la mayoría se quedó atrás. Y cada uno podría decir: ‘Son problemas complejos, no me toca a mí ocuparme de los necesitados, son otros los que tienen que hacerse cargo’", lamentó. E invitó a seguir el ejemplo de Santa Faustina, que escribió que ‘En un alma que sufre debemos ver a Jesús crucificado y no un parásito y una carga’.
"No pensemos sólo en nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro. Hoy, el amor desarmado y desarmante de Jesús resucita el corazón del discípulo. Que también nosotros, como el apóstol Tomás, acojamos la misericordia, salvación del mundo, y seamos misericordiosos con el que es más débil", exhortó. "Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo", aseguró.
En la misa, que el Papa concelebró junto a monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y monseñor Jozef Bart, rector de la Iglesia de Santo Spirito in Sassia, la tragedia del nuevo coronavirus, que causó más de 161.000 muertos en el mundo, la mayoría en Italia, estuvo más presente que nunca.
Durante la celebración, transmitida en directo por streaming, se oró para que "la Iglesia se vuelva un instrumento concreto de misericordia para las miles de personas agobiadas por la presente pandemia". Además, para que los políticos y gobernantes "orienten sus decisiones según el espíritu de solidaridad y ayuda recíproca, sin egoísmos o cierres sociales"; para que los sacerdotes "administren con corazón misericordioso el sacramento de la reconciliación y para que en este período de forzada soledad ofrezcan con cualquier medio perdón y consuelo". Se pidió asimismo por los operadores sanitarios que asisten con generosidad a los enfermos de coronavirus y por los voluntarios que ayudan a ancianos, marginados, desocupados y demás personas solas y en dificultad debido la crisis económica provocada por la pandemia.
En la oración mariana del Regina Coeli –que sustituye al Angelus en este período del año-, que pronunció más tarde, Francisco volvió a destacar la Fiesta de la Divina Misericordia, el hecho de haber celebrado la misa en su santuario, querido allí por Juan Pablo II y su significado.
"La respuesta de los cristianos en las tempestades de la vida y de la historia no puede no ser otra que la misericordia: el amor compasivo entre nosotros y hacia todos, especialmente quien sufre, quien tiene más dificultades, quien está abandonado", reiteró. Y distinguió esto, "que viene del corazón", con el asistencialismo. Francico, que auguró una Feliz Pascua a los hermanos de las Iglesias de Oriente, finalmente pidió que la misericordia cristiana también inspire "la justa condivisión entre las naciones y sus instituciones para afrontar la crisis actual de manera solidaria".
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