Coronavirus. Otro efecto de la pandemia: el deterioro de la democracia en América Latina
CARACAS.- Aplazamiento de elecciones, tribunales elegidos a dedo, persecuciones a la oposición. La pandemia de coronavirus no solo está arrasando América Latina y el Caribe —con un saldo de más de 180.000 muertos y de millones de hogares que han quedado en la miseria—, sino que está deteriorando aún más las reglas del funcionamiento democrático en la región.
Desde la centroderecha hasta la extrema izquierda, los líderes han apelado a la crisis para justificar la extensión de su permanencia en el cargo, debilitar los controles sobre la gestión del gobierno y silenciar a las voces críticas, actitudes que en otras circunstancias serían calificadas como autoritarias o antidemocráticas, pero que ahora son presentadas como medidas de emergencia para frenar la propagación de la enfermedad.
Según los analistas, el socavamiento gradual de las reglas democráticas durante las crisis económicas y las catástrofes sanitarias podría ralentizar la recuperación económica de América Latina y dejar a la región más expuesta a la corrupción y las violaciones de los derechos humanos. Y esto es particularmente cierto en lugares donde los derechos políticos y la rendición de cuentas de los gobiernos ya estaban en franco declive.
"No es un tema de derechas o de izquierdas, sino de un deterioro generalizado de la democracia a lo largo de la región", dice Alessandra Pinna, investigadora sobre América Latina en el instituto Freedom House de Washington, que hace un monitoreo de las libertades políticas en todo el mundo.
Actualmente, en América Latina y el Caribe hay cinco democracias jóvenes —Venezuela, Nicaragua, Guyana, Bolivia y Haití—, que tienen gobiernos que no fueron elegidos en elecciones libres y justas, o que se quedaron en el poder después de tiempo. Es el número más alto desde fines de la década de 1980, cuando terminó la Guerra Fría y varios países que estaban sumidos en guerras civiles o dictaduras militares recorrieron el camino de transición hacia la paz y la democracia.
La mayoría de esos cinco líderes y sus gobiernos ya venían torciendo las reglas democráticas para aferrarse al poder desde antes de la pandemia, pero aprovecharon la emergencia planteada por el virus para reforzar su posición.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha detenido y hecho razias en hogares de decenas de periodistas, militantes sociales y líderes opositores por cuestionar las dudosas cifras oficiales de los efectos del coronavirus en el país.
En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega liberó a miles de presos debido a la amenaza de un brote en las cárceles, pero dejó tras las rejas a los presos políticos. En Guyana, el gobierno impuso un nuevo confinamiento para impedir una protesta contra su intento de permanecer en el poder a pesar de haber perdido las elecciones.
En Bolivia, el gobierno encargado está usando la pandemia para posponer las elecciones, inyecta fondos de emergencia para impulsar su campaña electoral, y amenaza con prohibir que compita el principal candidato opositor.
Y el gobierno de las islas de San Cristóbal y Nieves mantuvo confinados en estricta cuarentena a sus 50.000 habitantes durante la campaña para las elecciones generales de junio, coartando así toda posibilidad de la oposición de llegar a los votantes, y al mismo tiempo impidiendo que los observadores internacionales viajaran al país para monitorear la elección.
Fue la primera vez en la historia reciente que un país le retira la invitación a la Organización de los Estados Americanos (OEA) para que supervise las elecciones.
La pérdida de confianza de la opinión pública en América Latina no es cosa nueva, pero la erosión de las reglas democráticas durante la pandemia llega en momento en que el crecimiento económico y el progreso social ya iban barranca abajo en la región, y ahora muchos se preguntan si los líderes democráticos realmente son capaces de resolver problemas muy enquistados, como la desigualdad, el delito y la corrupción.
En 2018, solo uno de cada cuatro latinoamericanos decía estar satisfecho con la democracia: el número más bajo desde que la encuestadora regional Latinobarómetro empezó a relevar esa pregunta, hace 25 años.
En los últimos años, ese descontento con la clase política produjo una oleada de victorias populistas, desde el ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro, hasta el izquierdista presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Ese mismo descontento también desató las masivas protestas callejeras que sacudieron América Latina durante el año pasado.
La pandemia se abatió sobre la región en medio de esa agitación política y la sumió en la recesión económica más profunda de su historia, exacerbando las debilidades de los sistemas de salud y protección social, y dejando en evidencia la incapacidad de muchos líderes para responder a las demandas de sus sociedades.
"Todos los indicadores por los que los latinoamericanos venían reclamando —mayor igualdad, mejores servicios— han empeorado drásticamente durante la pandemia", dice Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center, una usina de ideas de Washington. "El derrumbe económico es dramático, y le suma presión a instituciones que ya estaban debilitadas."
La pandemia también les metió presión adicional a los ya precarios sistemas de salud de la región. El epicentro de la pandemia está actualmente en América Latina, con Brasil, México y Perú integrando el pelotón de los 10 países con mayor numero de muertos por Covid-19. Y según estimaciones de Naciones Unidas, durante este año caerán en la indigencia unos 16 millones de latinoamericanos, revirtiendo así casi todo lo ganado en lo que va de este siglo.
Javier Corrales, profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad Amherst, Massachusetts, dice que varias instancias de gobierno, desde jueces hasta funcionarios públicos, han resistido los ataques contra las instituciones democráticas durante la pandemia. "Los defensores de la democracia liberal en Latinoamérica no han sido derrotados", dice Corrales. "Latinoamérica no es terreno abierto para aspirantes autoritarios."
Sin embargo, en la mayoría de los países latinoamericanos, el coronavirus aceleró un deterioro democrático prexistente, dejando expuestas las debilidades y la corrupción de algunos gobiernos frente a la catástrofe.
"Frente a una amenaza contra la vida como esta pandemia, los países que ya tenían sistemas democráticos débiles aplicaron tácticas para consolidar el poder de sus líderes", dice John Polga-Hacimovich, politólogo de la Academia Naval de Estados Unidos, Maryland.
Las tensiones políticas que cunden en la región durante la pandemia podrían ser el germen de una ola más prolongada de agitación y autoritarismo, advierte Thomas Carothers, miembro del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. "La pandemia arrastrará a la región a una caída aún mayor de su economía", dice Carothers. "También traerá menor respeto por los derechos humanos y la dignidad de las personas."
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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