A Humberto Agurcia lo único que le queda es la sonrisa. El paramédico criado en México y con 25 años de experiencia no paró de atender emergencias desde que su ciudad natal, Los Ángeles, se convirtió en epicentro de la pandemia del coronavirus en Estados Unidos a finales de noviembre.
Los trabajadores como él son los primeros en establecer contacto con los pacientes. También son los primeros en la difícil posición de negarles a sus familiares que viajen en las ambulancias junto a sus parientes enfermos rumbo al hospital. Las ambulancias tuvieron que esperar hasta 12 horas para que los pacientes sean admitidos en los hospitales que están más desbordados.
En el condado de Los Ángeles, el más poblado de Estados Unidos, alrededor de una persona muere de covid-19 cada seis minutos. "Sí, es insólito que pase esto en Estados Unidos. Pero, a pesar de que sea un país tan avanzado, este virus no perdona tecnología ni desarrollo", reconoció Agurcia.
Lo que sigue es un resumen en primera persona de lo que Agurcia vivió en esta pandemia, cuyo primer caso en Estados Unidos se detectó hace un año, el 20 de enero de 2020.
La palabra de Humberto Agurcia
Lo único que nos mantiene en el día a día es nuestra actitud, nuestra sonrisa. Pocas veces nos verán con cara de derrota. Es lo único que tenemos para poder seguir de un bebé muerto a un incendio, de una mamá que dio a luz, a una persona que murió de covid-19. Cuando uno termina de atender una emergencia, lo que más importa es la siguiente emergencia.
Nací en Los Ángeles hace 51 años, aunque mis padres me llevaron a vivir a la ciudad de Guadalajara cuando tenía apenas dos. Estuve hasta los 18 y luego quise seguir mis sueños de ser bombero y me vine a Los Ángeles de nuevo. Era muy difícil poder entrar al departamento de bomberos y me tomó varios años. Tomé cada examen posible y me volví paramédico en 1995.
Ya voy a cumplir 20 años trabajando en el condado de Los Ángeles, el más poblado de todo Estados Unidos. Y les digo algo: nunca en mi vida había vivido algo así.
Lo dicen también muchos compañeros que tienen 30 años en esta carrera. Los hospitales están llenísimos, hasta el tope de pacientes. Estuvimos inundados con llamadas de emergencia. Las esperas en los hospitales fueron de varias horas para poder despachar a los pacientes y que sean admitidos.
En la zona donde trabajo, tenemos cinco hospitales relativamente cerca y todos están llenísimos. En algunos, hubo ambulancias esperando afuera en el estacionamiento por 8, 10, 12 horas. Me tocó estar en filas de ambulancias que duran varias horas y desde un principio les digo a los pacientes que es posible que tengamos que esperar mucho.
No es fácil, a veces nos dicen que la situación no es cómoda y que quieren que los atiendan inmediatamente. Esta situación nos llevó a trabajar muchísimas horas más de lo normal. Ahorita nos está pegando bastante porque tuvimos muchos bomberos enfermos. Un turno normal es de 24 horas, pero a veces hacemos 48, 72 horas, cansados, pero ya acostumbrados a esto.
Yo fui uno de esos bomberos enfermos y entre julio y agosto no pude trabajar. Estuve en el hospital una noche con neumonía y por fortuna me dieron de alta rápido. Mi esposa, que también trabaja en las ambulancias y atiende en la ciudad, se enfermó al mismo tiempo que yo, pero mejoró más rápido.
En la primera semana de enero, la Agencia de Servicios Médicos de Emergencia del condado de Los Ángeles emitió una directiva a los paramédicos pidiéndoles que no trasladaran a hospitales a pacientes que tienen muy pocas chances de sobrevivir.
Aunque funcionarios de la agencia explicaron que la directriz suponía un "cambio relativamente pequeño" a los procedimientos estándares, la medida fue adoptada como recordatorio de hacer todo lo posible en el sitio antes de un traslado a hospitales al borde del límite. Hubo días, la mayoría en diciembre y principios de enero, en que las muertes por coronavirus en Los Ángeles han superado al número de fallecimientos por otras causas.
El condado de Los Ángeles alcanzó los 400.000 casos confirmados de covid-19 a finales de noviembre. En tan solo dos meses, el condado ya superó el millón de contagios. Hasta el lunes 18 de enero, el condado sumaba casi 14.000 muertes, el doble que en países como Arabia Saudita y casi el mismo número que en Ecuador. Una de las cosas que cambiaron en nuestro trabajo y que nos afectó bastante es tener que ser los primeros en decirles a los familiares de los pacientes que no pueden venir en la ambulancia.
Mi mamá también estuvo en el hospital en cuidados intensivos por cuatro meses, muy enferma de covid-19 y en algún momento pensamos 'hijo, se nos va a morir sin verla'. Eso me lo recuerdo todos los días aquí en el trabajo, entiendo lo difícil de no poder acompañar al abuelito, a la mamá, al papá. La gente se enoja a veces, porque obviamente están muy movidos por la situación. Creo que, de todo, esta es una cosa que nunca se me va a olvidar en la vida.
La pandemia pegó mucho en la comunidad latina y la única diferencia que noto cuando atiendo estas emergencias es que a veces hay más gente en la casa porque viven varias generaciones en una misma vivienda. California fue el primer estado en implementar una medida de confinamiento en Estados Unidos cuando la pandemia empezaba a desatarse el año pasado, pero millones de trabajadores de la enorme economía se consideran esenciales y tuvieron que continuar trabajando en sectores como la agricultura y servicios.
Los expertos señalan que la densidad en la ciudad de Los Ángeles, donde una misma vivienda puede estar ocupada por varias familias, fue una de las razones del aumento desmesurado de contagios en los últimos dos meses. La población hispana vio fallecimientos como ninguna otra. La tasa de mortalidad de latinos es de 193 por cada 100.000 habitantes, en comparación con 115 en la población negra y 68 en la blanca no hispana.
Y por cada dos personas que mueren en el opulento barrio de Bel Air, más de 230 personas fallecen en el este de Los Ángeles, una zona predominantemente hispana. Sí, es insólito pensar que en Estados Unidos puede estar pasando esto. Pero, a pesar de que sea un país tan avanzado, hay muchísima gente y mucha gente viaja también.
No fue una sorpresa que una pandemia internacional pegara tan duro aquí. Este virus no perdona tecnología ni desarrollo. En la estación tenemos que tener máscara puesta siempre y no podemos sentarnos a comer juntos. Ahora hay un movimiento muy grande para tratar de ayudarnos entre nosotros y así manejar posible problemas mentales. El suicidio es un problema grande en la comunidad de los trabajadores que atienden emergencias en Estados Unidos.
Después que hay una llamada muy fuerte, nos juntamos a charlar y vamos viendo quién podrá necesitar más atención después de eso. Tenemos, al igual que muchas tragedias, historias que son muy bonitas. Nos traen cartas a la estación para agradecernos por atender a la abuelita, que ya está de vuelta en casa, y así.
Seguimos en plena pandemia, todavía no se calma la situación. Y aquí estaré, cumpliendo con mis turnos.
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