El virus subió la popularidad de los líderes mundiales... ¿pero cuánto durará?
BRUSELAS.- El presidente Emmanuel Macron nunca fue demasiado popular entre los franceses, pero desde que se desató la pandemia de coronavirus,su índice de popularidad alcanzó su punto máximo.Italia quedó devastada, pero la popularidad del primer ministro Giuseppe Conte subió 27 puntos y actualmente alcanza un notable 71%. Hasta en Gran Bretaña , donde el primer ministro Boris Johnson dio vueltas sin decidirse a responder con dureza ante la amenaza y terminó el mismo internado en terapia intensiva con coronavirus,
Nada como una buena crisis para que la gente más diversa se encolumne detrás de sus líderes.Ante el miedo y la confusión, la gente tiende a confiar en sus gobernantes, porque pensar que las propias autoridades tienen miedo y no saben que hacer sería directamente intolerable.
La pregunta es si ese sentimiento perdurará cuando amaine la crisis, arrecien las críticas y se reanude la actividad política. Por lo general, no perdura mucho tiempo. Pronto llegarán las investigaciones formales sobre los inevitables errores cometidos, y los votantes, si los dejan, harán lo que suelen hacer: cobrarse venganza, incluso de los líderes más eficaces.
Y hay que decir que muchos de los que ahora aprovechan la ola momentánea a su favor fueron menos que eficaces, a juzgar por el aplastante número de víctimas de un virus impermeable a las diferencias partidarias e implacable con los errores.
Tal vez el mejor ejemplo de esa incertidumbre sea Estados Unidos en este año de alto voltaje electoral, donde después de un pequeño y fugaz crecimiento en las encuestas, existe una ambivalencia generalizada por el manejo que ha hecho Donald Trump de la pandemia.
"El instinto inicial es cerrar filas detrás de la bandera nacional, porque no hacerlo es considerado antipatriótico y poco solidario", dice Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. "Pero las sociedades no pueden estar movilizadas a perpetuidad y la gente inevitablemente se cansa y empieza a hacer preguntas más difíciles".
Se esperaría que con los líderes competentes la gente sea más benévola. Así está ocurriendo en los países, sobre todo del norte de Europa, que tomaron medidas duras desde un primer momento y esta semana ya podrán empezar a reabrir tentativamente su economía.
En Austria , donde se exige el uso de barbijos a los trabajadores que vuelven a su puesto, la aprobación del canciller Sebastian Kurz creció 33 puntos y araña actualmente el 77%. Lo mismo el primer ministro Mark Rutte, de los Países Bajos, con un 75% de apoyo y un alza de 30 puntos de aprobación popular.
Mientras algunos chicos ya vuelven a las escuelas y el gobierno prepara a los daneses para una reapertura escalonada que podría llevar meses, la primera ministra de Dinamarca , Mette Frederiksen, creció un 40% y concentra un 79% de apoyo.
El virus hasta logró revitalizar al gobierno "pato rengo" de Alemania , que venía perdiendo adherentes por derecha y por izquierda. El apoyo hacia la canciller Angela Merkel , cuyo desempeño ante la crisis ha sido elogiado tanto en su país como el exterior, subió 11 puntos y araña el 80%.
Pero incluso los mandatarios de los países más duramente golpeados por el virus están gozando de un crecimiento en las encuestas, algo que a primera vista no parece tener demasiado sentido.
Italia tiene la mortandad más alta del mundo después de Estados Unidos y en todo momento el gobierno italiano pareció ir a los ponchazos, corriendo varios pasos detrás de la pandemia. Sin embargo, los índices generales de aprobación de Conte están por las nubes.
"En situaciones parecidas a una guerra, queremos confiar en quienes nos gobiernan, y eso vale para los líderes competentes y los incompetentes por igual", dice Nathalie Tocci, directora del Instituto de Relaciones Internacionales de Italia. "Pero mi intuición me dice que al final la verdad sale a la luz".
De hecho, ya hay señales de que a la gente se le va agotando la paciencia en el deslizamiento de algunos líderes en las encuestas.
Es el caso de Macron, que esta semana, al anunciar la extensión de la cuarentena, pidió disculpas por los errores cometidos: del 59% de aprobación que tenía el 13 de marzo, el guarismo más alto de su gestión, ya descendió al 43%.
El envión positivo que recibió Donald Trump fue menor al esperado y lo convierte en un caso aparte. Mientras otros líderes mundiales rozan el 70% de aprobación, el apoyo de Trump ronda el 40% o 45%, reflejo de su fuerte base de apoyo pero también de la crítica generalizada a su gestión de la pandemia.
Una consecuencia "positiva" del paso del virus, dice Tocci, puede ser el descrédito del populismo y un retorno de la confianza en la experiencia y la racionalidad de gobierno.
"Todo el auge del nacionalismo populista respondió a un momento histórico en el que uno podía permitirse jugar con fuego", señala Tocci. "Pero ahora la situación es realmente grave, mucho más peligrosa, y la gente no quiere escuchar pavadas facilistas de boca de populistas sabelotodos".
La reacción popular terminará dependiendo en gran medida de lo que dure la sensación de emergencia, ya que el embate del virus tiene final abierto. De hecho, la sola reapertura de la actividad entraña numerosos riesgos políticos.
"Ganar una guerra no garantiza en absoluto la permanencia en el poder", dice Travers. "Cuando la enfermedad desaparece en tanto amenaza inmediata, las consecuencias de haber estado protegidos de ese riesgo empiezan a tomar otro color".
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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